Semanas después de su último paseo por los escenarios españoles, nos adentramos en el repertorio de la gran dama de la chanson. Luis García Gil bucea en su más de medio siglo de trayectoria de Françoise Hardy y escoge diez de sus piedras más preciosas.
Selección y texto: LUIS GARCÍA GIL.
1. “Tous les garçons et les filles” (1962)
Todo empezó musicalmente para Françoise Hardy un 25 de abril, el de 1962. Ese día graba en un estudio “Tous les garçons et les filles”. Un millón de ejemplares vendidos. Es inevitable comenzar por aquí cualquier selección que tenga que ver con Françoise Hardy. Es el principio resonante de la frágil artista, su carta de presentación, su primera mirada al mundo, con inequívocas señales de ingenuidad, pero también con una delicadeza que no dejaría de acompañarla. Canción estandarte de toda una generación que tomará la calle a finales de los sesenta en el mayo revolucionario y parisino. Hardy abandera desde sus comienzos el gusto por cierta melancolía que encaja bien en los días de lluvia, de otoño incipiente y hojas empujadas por el viento.
2. “Comment te dire adieu?” (Françoise Hardy, Discos Vogue, 1968)
En 1967 Françoise Hardy graba Ma jeunesse fout le camp… con joyas como “Viens là”. Pero avancemos hasta 1968. Elogio del susurro hecho canción con algo de swinging London. Françoise Hardy cruzó los sesenta con aura de musa, capaz de fascinar al mismísimo Bob Dylan. Pero es a finales de la década cuando la personalidad de la cantante se va asentando. Una muestra de ello es la grabación que contenía “Comment te dire adieu?”, adaptación de un instrumental original de Jack Gold titulado “It’s hard to say goodbye”. Pura delicatesen sesentera con intervención del impar Serge Gainsbourg en uno de sus notables ejercicios lingüísticos. Y vayan a las memorias de Hardy para recorrer los momentos de amistad y música que viviera con Serge Gainsbourg. Impagables vivencias contadas en primerísima persona.
3. “San Salvador” (Soleil, Sonopresse, 1970)
El sol como metáfora, el amor que se canta melancólicamente, Françoise Hardy fotografiada por Jean Marie Perier. Y entre las canciones de aquel disco resuena en mi memoria de adolescente “San Salvador” con su música anónima que Narciso Yepes hizo sonar en su guitarra y René Clement usó en su película Juegos prohibidos. Sobre aquel romance anónimo pusieron la letra Hugues de Courson y el gran novelista parisino Patrick Modiano que solía llamar a François Hardy hermana de leche.
4. “La question” (Françoise Hardy, Sonopresse, 1971)
La orquesta de París, la languidez, el desamor, las calles de París, una compositora brasileña llamada Valentina Zagni de Silva alias «Tuca» y un disco enorme, cuajado de brillantes momentos en la voz de Hardy. Entre las canciones de ese disco de afirmación artística destacaban “Viens”, “Le martien”, “La maison”, “La chanson d’ O” y “La question”, que remataba esta bellísima estrofa: «Tu es le sang de ma blessure/ tu es le feu de ma brûlure/ tu es ma question sans réponse/ mon cri muet et mon silence».
5. “Message personnel” (Message personal, Warner Bros/ Wea, 1973)
Entra en escena como productor Michel Berger, que sirve una melodía superlativa sobre la que se asienta el recitado de Françoise Hardy que intercala pasajes recitados con otros pasajes cantados. Todo ello en un equilibrio admirable. «Al otro lado del teléfono está tu voz/ y las palabras que no diré…», canta Françoise con el hilo indeleble de su voz. Siempre el amor como pronunciación doliente, como encrucijada, como vasto silencio en la frontera misma del deseo. Ya andaba por ahí Jacques Dutronc con sus idas y venidas en el corazón de la cantante. “Message personal” fue lo mejor de un disco muy discreto de la cantante.
6. “Ton enfance” (Star, Pathé Marconi/ Emi, 1977)
Una de esas canciones evocadoras que Françoise Hardy supo hacer suyas con una sensibilidad extraordinaria para distinguir voces de ecos en los repertorios de la chanson. Lo propio y lo aparentemente ajeno constituyen modos igualmente lícitos en los que va engarzándose la discografía de la cantante. Sus inspirados apuntes musicales, en forma de influencias, recorren sus memorias La desesperación de los simios y otras bagatelas que publicó el exquisito y francófono sello Expediciones Polares en nuestro país. «Ton enfance/ elle danse/ une danse/ que je veux/ que tu oublies/ viens tourner dans mes bras/ Désormais je suis là/ pour changer la couleur de ta vie…». Letra de Pierre Grosz y música de Alain Goldstein. Entra en escena el competente músico Gabriel Yared que había trabajado con Yves Montand, Johnny Hallyday y Henri Salvador.
7. “Que tu m’ enterres” (Gin tonic, Pathé Marconi / Emi, 1980)
Gabriel Yared escribe para Françoise Hardy la bellísima “Que tu m’ enterres”. Ya entramos en los ochenta. La cantante parisina encadena varios discos seguidos antes de entregarse a un silencio discográfico que la aleja del ruido mediático. A fogonazos logra dar en la diana melancólica, en esa languidez y dejadez marca de la casa. “Que tu m’ enterres” es un ejemplo. Voz y piano en perfecto equilibrio. La conmovedora letra la firma Michel Jonasz.
8. “Un homme est mort” (Clair-obscur, Virgin, 2000)
Salto temporal al año 2000. Cuatro años antes, la susurrante dama de la chanson había publicado Danger, síntesis de chanson y rock. Pero es en el fronterizo año 2000 en el que ve la luz Clair-obscur que tiene su miga melancólica y en la que vemos a la cantante francesa crecer como intérprete y cruzarse con uno de sus amores terrenales, Jacques Dutronc. Vicente Molina Foix recibe este regreso de Hardy con entusiasmo en las páginas de El País. Y tiene su aquel, entre las canciones de Clair-obscur, “Un homme est mort” que recrea el original “Otro muerto” de José María Cano. Françoise Hardy mirándose en Mecano. Oh là là.
9. “L’ amour fou” (L’ amour fou, Virgin, 2012)
Medio siglo había pasado desde la revelación de “Tout les garçons et les filles”, tarareada por más de una generación. Françoise Hardy publicaba L’ amour fou en el que se prodigaba como letrista en siete de las canciones. Entre ellas la que daba título al álbum, compendio del estilo Hardy, del sello Hardy, de la esencia Hardy.
10. “Brumes” (Personne d’ autre, Parlophone/Warner, 2018)
A modo de autorretrato amoroso Françoise Hardy rubrica otro de sus álbumes melancólicos con una cadencia crepuscular digna de encomio. Con fieles escuderos en labores compositivas Hardy escribe con la tinta del oficio y de la experiencia acumulada. “Brumes” es un buen ejemplo de esta Hardy renacida que con más de setenta años sigue proyectándose en canciones, dejando aquí y allá restos de su relación fluctuante con Dutronc. La arisca, vil y bella chanson, de la que hablaba Gil de Biedma en un poema, encuentra un ejemplo mayúsculo en la voz y en el talante de Françoise Hardy.