“Grandes éxitos’, de Alaska y los Pegamoides, me cambió la vida y a partir de él mis códigos de escucha se modificaron: enterré toda veleidad virtuosista y abracé las canciones como alfa y omega del rollo”
Fernando Martín ha sido actor titulado por la RESAD. De 1984 a 2007 fue crítico de música del diario “El País”. De 1985 a 1993 fue compositor y cantante del grupo Desperados, donde también militaba su hermano Guillermo, con quien montaría el dúo The Neverly Brothers. En 2008 editó su primer disco solista, “Crononauta”. Ahora dirige la revista “Madrid en Vivo Go!”, editada por La Noche en Vivo, y colabora en el programa “En Días Como Hoy”, de RNE, junto a Juan Ramón Lucas. También se ha lanzado a la producción con el grupo madrileño Platos Rotos.
Fecha y lugar de nacimiento.
16- Julio-1959. Soy de los 50 del siglo pasado y eso me mola. Fue el año de le revolución cubana y la puerta de los increíbles 60, de los que, aún siendo crío, tuve atisbos de conciencia: “Por eso tuuuuu, be ma, tú serás mi beibi, solo tú mi beibi, beibi de mi amor, Uo, uo, uo, uo, uó”
¿Qué música sonaba en tu casa cuando eras niño?
La radio, las ‘Peticiones del oyente’, ‘Rueda la bola’, etc. Luego mis viejos se compraron un tocadiscos monoaural de los del altavoz en la tapa, de color verde, y llegaron los discos; y los 40 Principales, en cuantito los fundaron.
¿Cuál fue el primer disco que compraste?
Supongo que algún single de Fórmula V. Recuerdo los de Mirinda y los de Fundador (“Está como nunca”). Ya de mayorcito los Beatles.
¿Y el último?
Un recopilatorio de Easybeats, creo.
Selecciona tres discos internacionales esenciales de tu colección.
“Exile on Main Street”, simplemente lo mejor de los Stones y un compendio de lo que una banda de rock debía hacer antes del 76. Me admiran esas canciones que, a excepción de ‘Tumbling dice’, no son singles y son maravillosas.
“Rock’n’roll animal”, de Lou Reed, el único disco que he comprado tres veces.
“Never mind the bollocks”, de los Sex Pistols, un compendio de lo que una banda de rock debía hacer a partir del 76. Me admira como esas canciones, que son todas prácticamente la misma, son tan buenas y me las sé de memoria a pesar del tiempo transcurrido.
Selecciona tres discos nacionales esenciales de esa misma colección.
“Grandes éxitos” de Alaska y los Pegamoides. Me cambió la vida y a partir de él mis códigos de escucha se modificaron: enterré toda veleidad virtuosista y abracé las canciones como alfa y omega del rollo.
“Que Dios reparta suerte”, de Gabinete Caligari. Fue un disco que retrató una época y su devenir: desde el pop a tientas al regreso del rock con mirada a las raíces propias.
“Supone Fonollosa”, de Albert Plá. Tiene que ver con un prurito iconoclasta que se me manifiesta cada cierto tiempo y siempre coincidiendo con las directrices hipócritas y políticamente correctas del mundo en el que nos ha tocado vivir.
Un disco doble al que no le sobra nada.
“London calling”, de The Clash. Hasta ese momento –y a excepción de “Exile on Main Street”– yo pensaba que los discos dobles estaban rellenos de paja. Ahora lo vuelvo a pensar.
Un grupo o cantante a quien rescatarías del olvido.
Gary Glitter, Slade, The Sweet, Runnaways, Suzy Quatro… Las canciones de la juke box de los billares en los que crecí.
¿Cuál fue el primer concierto al que asististe?
Dr. Feelgood en el 75; creo recordar que con Burning de teloneros. Luego Tequila en el Parque de Atracciones, La Noche Roja de Red Box…
¿Y el mejor concierto que has visto?
El primero de Café Tacuba en la Sala El Sol y el de Ray Davies en solitario en el Palacio de Congresos. En ambos experimenté la satisfacción de haber abrazado la música como compañera intangible en esta vida.
Elige y razona tu elección:
Serrat/Aute.
Los dos, cada uno en lo suyo: Serrtat más pop, Aute más arty.
Sabina/Calamaro.
Ninguno de los dos, aunque a Joaquín le reconozco la autoría de varias de las mejores letras de canciones de los últimos treinta años.
Nacha Pop/Los Planetas.
Nacha Pop. Fueron autores de una canción que figurará en todas las recopilaciones hasta el año 2100. De Los Planetas me atrae el sonido propio y contundente que han ido fraguando y el apego a sus raíces “granaínas”.
Nacho Vegas/Quique González.
Ninguno de los dos, aun reconociendo su mérito a ambos. Yo estoy en esto de la música para divertirme, para sentir excitación, para que me aumenten las pulsaciones. Los dos van muy lentos para mí.
La Mala/La Bien Querida.
Yo soy más de las Supremes, Carly Simon, Patty Smith, Siouxsie…
Jacques Brel/Serge Gainsbourg.
Los dos. El primero por su poesía y su ambientación. El segundo por su atrevimiento y su continuo estar en contra…
Frank Sinatra/Elvis Presley.
Los dos. El primero es un símbolo de los mejor que puede dar un artista aceptado por el sistema. El segundo es el mejor artista que ha alterado los valores del sistema.
Marvin Gaye/Bruce Springsteen.
No soporto a Springsteen. Como lo define Jorge Ilegal, es “rock’n’roll con campanitas”. Marvin Gaye es elegante, canta bien y además amenaza la supremacía de la música hecha por blancos desde el momento mismo de su aparición.
Tom Waits/Lou Reed.
Lou antes de hacerse sacerdote. Tom me parece más cercano, menos mítico.
Michael Jackson/Prince.
Michael, porque, al menos, era un “freaky”. Prince me parece un acomplejado y supervalorado, aunque “Purple rain” no estuvo mal.
The Rolling Stones/The Velvet Underground.
Los Stones en un plano vertical: éxitos fulgurantes, cambian la vida de la gente de modo instantáneo, hacen reír, son sinónimo de (buena) vida. Los Velvet en un plano horizontal: te recuerdan que la depresión y la angustia están ahí, te van minando con el tiempo, te hacen pensar y angustiarte con lo que piensas. Los dos necesarios, son el ying y el yang.
Bob Dylan/John Lennon.
Siempre Dylan. Con los Beatles, como dijo una vez Elton John, Lennon tenía algo de vendedor de saldos. Además fue víctima de la alquimia cruel que supusieron los Fab Four. Nada de lo que hizo en solitario estuvo a la altura. Aunque el tipo me cae bien.
Neil Young/Elvis Costello.
Neil es un genio. Costello un buen artesano.
Youssou N’Dour/Fela Kuti.
Como dijo el vasco, “no soy partidario”.
¿Por qué decidiste dedicarte a la crítica musical?
Como cuando eres niño y quieres jugar de delantero, pero, como no eres el dueño del balón, te dicen: “tú de portero”. Yo iba para músico –y lo fui– pero a Juan Cruz le pareció buena idea que yo escribiera de música. Desde entonces estoy dándole las gracias, porque ser crítico de música me ha hecho muy feliz. Además creo que los críticos, en todo, son necesarios.
¿Quién fue tu maestro periodístico?
No tuve, aunque, por criterio musical, le debo mucho a los locutores de finales de los 70 –Ordovás, Abitbol, Juan de Pablos… Y en Radio El País, a Luis Mario Quintana.
Un equipo de fútbol.
El Real Madrid. Soy Ultra Sur de Extrema Izquierda (hay contradicciones peores).
Un político.
León Davidovich Bronstein “Trotsky”.
Una ciudad para vivir.
Hasta los 50 años, Madrid. Cuanto más en el centro, mejor. A partir de esa edad, cualquier pueblo pequeño.
El disco que detestas y que despierta alabanzas entre tus compañeros.
Cualquiera de los de Abba o Coldplay. Los dos me parece que tienen sangre de horchata.
¿Vinilo, CD o mp3?
Vinilo y, porque no hubo más remedio, CD. El mp3 me parece un timo, si es que te gusta que la música suene realmente bien.
La película que nunca te cansas de volver a ver.
Hay miles, pero diré algunas: “Con faldas y a lo loco”, “Un tranvía llamado deseo”, “Big fish”, “Apocalypse now”, “Zardoz”, las trilogías de “El Padrino” y “Regreso al Futuro” y, últimamente, “Avatar”.
El libro que nunca te cansas de releer.
“La saga-fuga de J.B.”. Torrente Ballester es un antecesor directo de Julián Hernández.
Una serie de televisión.
Ahora “Boardwalk empire”, antes cientos.
Si estuviera en tus manos elegir la música que suena en los supermercados, ¿qué discos seleccionarías?
Brian Eno, Japan, Heaven 17, Human League, Ultravox, Landscape…
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