«Sé que soy un afortunado. Y lo bueno es darse cuenta. Hay gente que tiene que hacerse un disco en el tiempo que he hecho yo una maqueta. Sé lo que es el rock and roll, y sé que el rock and roll no es lo que me pasa a mí»
Lo suyo es un fenómeno de esos que se dan solo de vez en cuando y que logran captar la atención de todo tipo de públicos. Algo inexplicable que, cuando sucede, sucede y no hay que darle más vueltas. El hecho claro es que Fito Cabrales, al frente de Fito & Fitipaldis, se ha convertido en el rockero que más discos y entradas vende en nuestro país, el que está en lo más alto en lo que a popularidad se refiere. Ahora tiene nuevo disco, «Antes de que cuente diez», en noviembre saldrá a la carretera para defenderlo en directo.
Texto: JUAN PUCHADES.
Fotos JAVIER SALAS.
La discográfica sabe que «Antes de que cuente diez» será una pieza deseada por los piratas del disco y evita a toda costa que el álbum se filtre antes de ponerse a la venta y, por tanto, no hay envío previo para preparar la entrevista. Así que una hora antes del encuentro con Fito, en un hotel de la Gran Vía madrileña, me dejo caer en un sofá, me prestan un iPod y en él escucho «Antes de que cuente diez», el nuevo disco de Fito & Fitipaldis, producido, como el anterior, por Carlos Raya y Joe Blaney. No hay sobresaltos ni grandes cambios, es un trabajo continuista, que sigue el patrón ya prefijado: canciones largas, letras sencillas, la reconocible voz del cabecilla, las guitarras de Raya, la versión (ahora de Lichis), el instrumental y los rock and rolls aptos para todos los públicos pero elaborados en arreglos. Fito no se ha propuesto con este trabajo innovar o sorprender. Seguramente es lo que esperan sus seguidores. Y el público siempre tiene razón, ¿no?
Mientras escucho el disco me dejan la edición de lujo del álbum, recién salida de fábrica, con un libro en tapa dura con fotos de Javier Salas y un cuaderno con partituras. Una de esas ediciones que hacen las delicias de los coleccionistas. También me enseñan el siempre sugerente vinilo, con portada doble y plástico de muchos gramos. Cuando vamos a comenzar con la entrevista, le muestran estas piezas a Fito –pequeño, simpático, sencillo, con gorra, camiseta negra, chupa y botas de cuero, gafas de diseño en blanco y una buena colección de hierro colgado en las muñecas, el pecho y las orejas–, que todavía no las ha visto y se ilusiona como un niño, sobre todo con el vinilo: «¡Me los voy a comprar todos!». Le recuerdo el caso de Brian Epstein, cuando compró todas las unidades del primer EP de los Beatles para que entraran en listas. Me pregunta si eso fue verdad o si es una leyenda urbana. Le confirmo la veracidad de la historia. Comenzamos a charlar. Sí, Fito –que salpica su conversación de continuos joder, hostia e increíble– está feliz con su nueva criatura: «Estoy muy contento con el disco, siempre está ese momento, cuando has acabado la grabación, y la pones en tu casa y dices hubiera hecho esto o lo otro… pero tienes que decir ‘¡déjate de eso!’. Pero sí es verdad que ese momento lo pasas, que cambiarías cosas».
Hay quienes dicen que los discos se los quitan de las manos. ¿A ti te pasa?
No, pero sí es difícil dar por acabado un trabajo, sobre todo cuando es un trabajo tan abstracto como el de la música. Fleetwood Mac se tiraron dos años con “Rumours”, y la gente dice, ¡hala! Pero si a mí me dieran dos años, estaría dos años. Cuando me daban dos días, lo hacía en dos días, que me sigue pareciendo increíble, ¿cómo grabé «A puerta cerrada» en dos días? Ahora no podría hacerlo, bueno, sí podría hacerlo, pero si me dieran dos años, me tiraría dos años.
¿En Du Manoir, has estado un mes?
Sí, un mes.
¿Y qué tal la experiencia de grabar en esos estudios?
Bien, porque está en Las Landas [en Francia], que es un sitio muy tranquilo. Y, aparte, de mi casa estoy a dos horas, lo que pasa es que no salí de allí, pero sí venían mis hijos y mi novia a verme, no era como cuando estuvimos grabando en Girona, que estabas bastante lejos. En Du Manoir, por un lado estás lo suficentemente lejos de casa como para poder estar concentrado, pero por otro lado estás lo bastante cerca como para que mi hermano trajera algún fin de semana a mis hijos. Ha sido diferente también por el hecho de grabar con dos personas que no eran de la banda, Pete Thomas [batería, legendario componente de los Attracions de Costello] y Andy Hess [que ha grabado con los Black Crowes, Gov’t Mule o David Byrne], es una experiencia increíble trabajar con dos personas así, porque es un regalo divino estar tocando con ellos, porque estás tocando con ellos de verdad. Y no es solamente grabar, es convivir, yo no hablo inglés y la responsabilidad la lleva Carlos [Raya]. Pero siento que mi trabajo es hacer piña.
¿Carlos Raya controla mucho en el estudio?
Sí, la verdad es que Carlos trabaja un montón. Carlos era el último que acababa todos los días. También es verdad que Carlos se deja llevar, yo tampoco podría trabajar con nadie que impusiera, es muy difícil trabajar en una dictadura. Yo mismo le doy carta libre, y le digo que tengo que hacer caso a lo que él diga.
¿Le das esa libertad?
Sí, y entonces es más fácil. Para él es más fácil, y para mí también, porque si tenemos tres dudas, le digo «Carlos, lo que tú decidas». También es más fácil para mí quitarme esa responsabilidad.
¿Vais al estudio con maquetas previas, con un sonido definido? ¿Ahí supongo que tú sí participas más, no?
Realmente no sé hacerlo de otra forma. Toda la vida he ido a grabar un disco cuando ya he grabado un disco, la maqueta. Luego sí que me gusta que todo cambie y, realmente, cambia, porque estás un mes y en un mes tú también dejas ese margen para que cambien las cosas, porque si no sería triste. Pero sí que es verdad, no podría ir a grabar un disco si antes no he grabado una maqueta, es que en la maqueta es realmente donde trabajas, es donde por primera vez oyes las canciones, no digo que vayas a cambiar muchas cosas, pero sí, a lo mejor, te das cuenta que hay canciones, que son un poco cortas o un poco largas, esos matices, tonterías, y sobre todo porque lo he hecho así toda la vida y no sé cómo serían las canciones si no las grabo previamente. Por un lado tengo la desgracia de que soy un analfabeto total con las nuevas tecnologías tipo protools y todo eso, que realmente es la herramienta básica de cualquier músico hoy en día, pero me doy cuenta de que soy el gran afortunado que sigue haciendo lo mismo: Tengo unas ideas que las voy grabando en mi casa, con un casete y las pongo luego con Carlos más o menos de acuerdo, pero cuando las quiero grabar me voy a un estudio y las grabo, y eso hoy en día es un lujo. Cojo, me vengo una semana aquí, a Madrid y las grabamos con Carlos. Hoy en día eso es casi como un lujo, hostia, soy el tío más afortunado del mundo.
Bueno, es que tú eres uno de los músicos más afortunados de este país.
Sí, lo sé. Y lo bueno es darse cuenta. Hay gente que tiene que hacerse un disco en el tiempo que he hecho yo una maqueta. Si realmente te gusta grabar discos, eso también te gusta, que es una parte muy bonita, la de la grabación de la maqueta, la de estar ahí con una banda tocando los temas por primera vez, joder; luego el disco lo grabas bien porque buscas un sonido. Pero la ilusión que te hace la maqueta, la ilusión que te hace grabar por primera vez las ideas que has tenido es increíble.
«Si tú trabajas con alguien como Blaney, que ha hecho cuatro mil discos mientras tu estabas aprendidendo a andar en bici, joder, y no escucharle, es que eres tonto, es que eres demasiado cerrado»
TRABAJANDO CON JOE BLANEY
¿Cómo es el trabajo con Joe Blaney?
Blaney es curioso, llevo dos discos con él y aunque algo chapurrea de castellano, no tengo la comunicación que podría tener con alguien que fuera de Toledo, pero realmente me asombra mucho porque siempre funciona así, dice «la primera norma de un productor es entender al artista», y eso es acojonante. Porque no todos piensan eso, otros dicen, «no, oye, yo tengo un sonido y tú me has llamado». Pero con Blaney es como muy fácil, llevas la maqueta que hemos grabado y él no busca cambiar nada, a no ser que vea algo que no funciona. Yo, en los dos trabajos que he hecho con él ha dicho un par de cosas, y siempre ha tenido razón. Es acojonante.
Es un maestro grabando discos de rock and roll.
Claro, en cuanto a sacar sonido, que eso es lo que más le valoramos, porque las estructuras y las canciones las tenemos ya muy curradas cuando vamos, pero en cuanto a poner micros y mezclar, el tío es un crack. Y a no ser que vea que algo no funciona, no te dice nada, pero cuando te dice que no funciona algo, que pueden ser cosas muy tontas, la verdad es que siempre tiene razón.
¿En la producción, Blaney se dedica más a la parte técnica y Raya a la artística?
Hombre, yo creo que se dedican los dos a lo mismo, lo que pasa es que cuando tú haces la producción de un disco y produces y ya está, es un trabajo de la hostia, pero si tú produces y además tienes que tocar porque eres el guitarrista, es muy difícil. Y eso le pasa a Carlos. Si tú trabajas con alguien como Blaney, que ha hecho cuatro mil discos mientras tu estabas aprendidendo a andar en bici, joder, y no escucharle, es que eres tonto, es que eres demasiado cerrado. Pero sí es verdad que luego hay una necesidad y es que Carlos toca la guitarra, entonces, joder, lo podría hacer, pero sería muy complicado. Carlos necesita también al productor, porque cuando tú estás tocando… Además nosotros tocamos todos a la vez, pues no estás a producir, estás a tocar.
¿Está grabado tocando todos a la vez?
Sí, pero que la gente no entienda mal, que no es un directo, se graba y luego se graban cosas encima.
¿Grabasteis las bases en trío, o cómo fue?
No, todos juntos. Lo que pasa es que luego algo no te gusta y lo cambias. Se cambian cosas, siempre se hacen recordings, porque luego escuchas la grabación y hay cuatro guitarras, no hay dos.
¿Quién decidió que estuvieran Pete Thomas y Andy Hess?
Yo decidí que quería cambiar de base rítmica, y no sabía nada más. Sí sabíamos que iba a producirlo Joe Blaney y nos mandó un listado, que era una locura, de baterías y de bajistas, y nos dijo, «Cualquiera de estos es primera división, yo los conozco y creo que Pete y Andy serían ideales». ¿Y cuando es la primera división, cuál es la diferencia entre grabar con uno o con otro? Pues la personalidad de cada músico, lo que se implica en el disco. Eso es fundamental, si va a venir un batería a tocar y va a decir, «No, esta es la toma buena», o va a venir y va a estar como si fuera su banda, siempre te quedas con el que se involucra más. Pete era como un candidato ideal, ha grabado discos en España, se lo conoce mucho, y ha trabajado un montón con Joe y él sabía la forma de currar que tiene. Ha estado aquí con Ariel [Rot], Ariel estaba encantado. Con Andy sí que no tenía ni puta idea de quién era y Joe tampoco lo conocía hacía mucho tiempo, me explicó que alguien le dijo «Tienes que ir a ver a un bajista que está tocando por aquí, es de Nueva York también, y es de los mejores que hay ahora en la ciudad». Fue a verle, con una banda que tiene Andy de versiones y se enamoró de él, entonces nos lo recomendó por eso. Luego era de los que querían tocar más, a lo mejor hacíamos siete veces una canción, la escuchábamos y no se quedaba satisfecho. Le decías, «Qué te pasa, Andy», «Que no me gusta cómo ha quedado». Joder, eso es acojonante.
¿Es bueno cambiar de vez en cuando de equipo de trabajo, porque en este caso los que han salido de la banda han sido Candy Caramelo y José «Niño» Bruno?
Hombre, para mí sí es bueno. AC/DC no ha cambiado nunca de banda, sí que ha cambiado, pero lleva años sin cambiar. A mí, como músico, me gusta trabajar con muchos músicos, no pensar que tengo que hacer las canciones y que no puedo hacerlas fuera de esta banda. Si mi música se limita a trabajar con esta gente, pues me parece triste, sí es verdad que resulta más complicado que no cambiar, complicado por muchas cosas, porque te da pena, porque yo pienso en Candy y… El otro día estuve viendo el DVD que viene con el disco y salía Candy y, joder, ¡me cago en diez! Es verdad, ha sido un músico increíble en mi vida, yo he flipado con Candy. Pero ahora estoy con Boli [Alejandro Climent] que también es un músico increíble y con el tiempo le querré tanto como a Candy.
¿Ha habido fricciones que han hecho que Candy y el Niño salieran?
No, no, siempre cambio baterías y bajistas, que es la parte para mí fundamental. Pero tengo la suerte de que nunca he cambiado por motivos personales, de decir «no te aguanto», que eso también se da.
Como con las novias.
Claro, por eso, pero nunca he tenido motivos personales para decirle a un tío «ya no estoy contigo», simplemente cambio por razones musicales. Pero, es verdad, hay sentimientos.
¿Has leído el libro de Bruno, «Diario de un Fitipaldi»?
Siiiii, ¡hombre! Me lo mandó firmado. Yo no sé hasta qué punto a alguien le interesará mucho ese libro, hay muchos en esa onda, de los Stones y Dylan, pero para nosotros, desde luego, para cualquiera que estuviera en la gira, no sólo los músicos, también los técnicos, es increíble. Para mí es increíble poder recordar cosas. Si alguien ha tenido la idea de escribirlas día a día, en plan diario, es increíble. Aunque todos estamos en la misma gira durante un año y pico, cada uno tiene una visión diferente, y yo, al leerlo, claro, me doy cuenta de cosas de las que ni me di cuenta. Luego, el lugar que tiene Bruno en el grupo es privilegiado para escribir.
Y para tirar fotos en directo, que es algo alucinante.
¡Y para tirar fotos! Imagínate para los músicos, que mirabas para atrás y veías al batería con una cámara. Era increíble, tengo el libro en casa como oro.
Bruno te retrata como muy generoso, cuenta que les regalas cosas a los músicos. Debe haber pocos líderes de banda que lo hagan.
No, pero, a mí me hace mogollón de ilusión regalarles cosas. Bueno, siempre son regalos tontos.
Bueno, no tan tontos, que alguna guitarra ha caído, ¿no?
Sí, ha habido cosas más serias, pero es que mola más regalar que te regalen. Ahora porque no estoy de gira, pero cuando empiece la gira, voy a comprar discos, y como ya sabes lo que le gusta a cada uno, en cuanto ves algo, dices «esto para Carlos, o esto para no sé quién». Lo que más regalo son discos, o algún libro. Porque sé qué le gusta a Joserra [Senperena, pianista de Fitipaldis], y si veo un disco que le va a gustar, pues ese para Joserra.
¿Con Platero también hacías esto o no había tanta pasta para regalos?
[Risas] No había tanta pasta, la verdad.
«Me aprovecho de tener a uno de los mejores guitarristas de España, yo soy guitarrista porque me gusta tocar la guitarra, pero no soy idiota, sé lo que toco yo y sé lo que toca Carlos, con lo cual la responsabilidad de la guitarra se la doy a él»
GUITARRAS, LETRAS Y ÉXITO
El disco es muy guitarrero y tú eres guitarrista y te encantan las guitarras. ¿Cómo llevas ese papel desde que Raya está de guitarrista en Fitipaldis. Cuál es la organización?
Pues, joder, yo me aprovecho de tener a uno de los mejores guitarristas de España, yo soy guitarrista porque me gusta tocar la guitarra, pero no soy idiota, sé lo que toco yo y sé lo que toca Carlos, con lo cual la responsabilidad de la guitarra se la doy a Carlos, porque Carlos es el gran guitarrista, no yo. A mí me encanta tocar la guitarra y no sé hacer las canciones si no es con la guitarra, que para mí son fundamentales que sean de guitarra, pero sí que es verdad que tengo a Carlos Raya.
¿Él hace las solistas y tú las rítmicas?
Es que depende de lo que salga, realmente yo sí que aprovecho a los músicos. También es verdad que no hay competitividad, el músico es músico y busca para la canción lo que tiene que ser la canción, y ya está. Pero, desde luego, si tengo a Carlos Raya, quiero que suene Carlos ahí todo el rato, porque tengo a un guitarrista que es increíble. Sería una tontería tener a Carlos y decirle «No toques tú, que quiero tocar yo». No, hombre, ¡toca hasta que sangren los dedos, claro que sí!
El cambio estilístico de Platero y Tú a Fitipaldis fue importante. ¿Estabas atenazado por el sonido de Platero, por un estilo?
Al principio, no. Pero al final sí que sientes un poco eso. Tampoco te sientes mal, estás en una banda que es tu banda y haces tus canciones. Pero sí es verdad que pasa el tiempo. Digamos que cuando todo empieza y eres un chaval todo es fácil, compartes la ilusión, pero es verdad que con el tiempo cada uno tiene una forma de ver la vida, seguimos siendo amigos, pero ya no es lo mismo. Tienes críos, uno vive en otro pueblo, otro en otro lado, y ya la banda, que era una piña, que era lo primero de tu vida en la lista, deja de serlo, y no son reproches, es que es lógico. Y si el ensayo es a las cinco, pues uno llega a las seis, otro a las siete, y todo eso va haciendo que tú te plantees que ya no es lo más importante en tu vida y que por qué la música que puedes hacer se tiene que limitar a esto, si esto otro está de puta madre. Con Platero hemos hecho más discos de los que habíamos pensado nunca, hemos hecho doce giras, ocho discos, pero hay vida después de Platero. Y también es verdad que tu vida va cambiando y tu musica va cambiando con tu vida, porque van en paralelo siempre, y te das cuenta que quieres hacer más cosas, por eso te decides.
¿Los Fitipaldis empezaron como un proyecto paralelo, no?
Claro, al principio me lo pasaba bomba haciendo esos conciertos cuando no tenía gira con Platero, tocaba en bares, pero bares de 40 personas, no bares musicales, y me lo pasaba estupendo. Y realmente, qué pasa, pues es como la amante que al final es tu mujer, te das cuenta que eres más feliz con ella, que todo te resulta más fácil, que hacer una portada no es siete horas de asamblea, que no hay que negociar cómo organizáis la gira. Esas cosas con 20 años no te molestan, pero con 38… Las bandas se acaban porque para empezar son fundamentales, pero al final son inaguantables, por mucho que te quieras y por muy amigos que seáis, llega un momento que te cansa que todo sea asambleario. Sobre todo cuando tú lo tienes claro, cuando tienes claro cómo tiene que ser tu música, llega un momento que se te hace pesado convencer a todo el mundo de cada paso que quieres dar. Y al final es verdad que la amante te da todas las alegrías del mundo, con ella te resulta facilísimo y al final se convierte en tu mujer.
Supongo que todo lo que ha pasado no estaba en los planes.
Para nada, pero es que Platero también fue la hostia, y sí, son bestiales las diferencias con lo que ha pasado con Fitipaldis, pero cuando empezamos a tocar con Platero en los bares si alguien nos llega a decir que íbamos a grabar ocho discos, no lo creemos. Claro, que si a mí alguien me dice que con Fitipaldis, que también empecé en los bares, iba a empezar a hacer giras y vendiendo tantos discos, me parece increíble. Nunca te esperas estas cosas.
¿Estabas preparado para el éxito de Fitipaldis?
Creo que sí, siempre he dicho que hay que estar preparado. Cuando empecé con Fitipaldis, me hacíais también esa pregunta: «¿Qué pasaría si un día vendieras mucho?». Y yo siempre contestaba, «No, si para lo que hay que estar preparado es para vender cien». Es mucho más fácil cuando las cosas te van bien. La pregunta tendría que ser al revés, ¿estaría preparado para vender cien?
Esa te la iba a hacer luego.
Claro, es que esa sería más difícil.
En Platero el perfil del público era más identificable, pero al nivel que han llegado Fito y Fitipaldis, es una masa bastante más desconocida, en la que, no sé, puede haber pijos, gente normal, votantes del PP y viejo público de Platero, ¿cómo se lleva eso?
Se les perdona todo. Cuando uno hace canciones, las graba y las lanza a la calle, lo único que quiere es llegar al mayor público posible, es como si escribes un libro y dices «No, que sólo me lo compren los progresistas liberales», entonces es que eres tonto. Es como si me pongo en la Fnac y cuando alguien viene a comprar mi disco y no me gusta su pinta le digo que no se lo lleve, es una tontería. Tú haces música y, digamos, no vendes una etiqueta, si haces trash metal, tienes claro que tu público es el del trash metal, tú estás vendiendo una imagen, dices esto es así y para esta gente. Pero realmente estás vendiendo un producto. U2 hace canciones y el que quiera cogerlas las coge y el que no, no pasa nada. Lo mío tiene una ventaja y es que tu público siempre será extraordinario, será como una caja surtida de Cuétara. Tengo la certeza y la seguridad de que nadie me sigue por mi estilo musical, digamos, como líder de un movimiento, como religión, que me parece tristísimo. Sé que a la gente que viene a un concierto lo que le atrae de mí son mis canciones, y ya está.
A la vez haces discos muy cuidados y, precisamente, mucho de ese público no percibirá o no le prestará atención a esos matices.
A nada de eso, lo sé. Pero, claro, es que eso es así, y no será de otra forma nunca. Para ti, o para mí, o para mucha gente que son abogados o taxistas, la música es la hostia y la valoras y le das una importancia bestial, pero no la tiene. Todas las atenciones que yo le pueda dar a mi hijo, a mi disco, no puedes buscar luego, en la gente, esa comprensión, eso es un error. La gente va a escuchar tu canción y no va a escucharla ni tres veces. Hoy en día no se escuchan ni tres veces, como hacíamos nosotros. A lo mejor la escucha en Madrid, en un atasco de la hostia y esa va a ser su sentencia, «me gusta o no me gusta», pero es que eso es así. Y todo ese amor y toda esa devoción las has puesto porque a ti te gusta. No te lo pidió nadie, y creo que tiene que ser así. Luego, es verdad, que hay mucha gente que sí lo valora.
Muchos de tus seguidores están enganchados a ti por tus letras.
Lo de las letras es acojonante [risas]. Yo reconozco que a mí lo que me engancha de una canción es la letra, las letras que entiendo, claro. Eso es algo que te sienta bien, y yo, que no me considero más que un letrista, que siempre se está con la tontería de que si el poeta, que no, tío, que yo hago letras, que ya está. Me cuesta muchísimo hacerlas, y como me cuesta tanto hacerlas que luego la gente te diga que eso está bien, ¡joder! Si tuviera la facilidad que tiene mucha gente de hacer cuarenta letras en un rato, a lo mejor no le daba ese valor, pero a mí me cuesta tanto que le doy mucho valor.
¿Te las curras mucho?
Para mí, realmente hacer una canción es hacer una letra, no me imagino tener que cantar algo que no crea que lo puedo defender, que lo siento de verdad.
¿En este disco, en ‘Catorce vidas son dos gatos’, dices que las canciones nacen del fracaso, es verdad?
Creo que sí, no es una verdad absoluta, yo no tengo verdades absolutas, pero sí es verdad que escribimos porque nos falta algo. No hace falta hacer canciones, hay gente que hace sus diarios, como Bruno, pero por qué lo hacemos, porque te tienes que explicar muchas cosas a ti mismo, yo creo que es por eso.
En otra letra del nuevo disco dices «qué necesario es el rock and roll, qué prescindible el cuero».
Joder, que me encanta el cuero, que llevo botas de cuero, chupa de cuero, calzoncillos de cuero, lo que haga falta. Uno está escribiendo y muchas veces no se da cuenta de por qué escribe, escribes cosas que sientes así y luego vas releyendo y le sacas el sentido. En este caso, esa frase a lo mejor quería decir que tengo la sensación de que el rock and roll interesa menos de lo que parece, aunque parece que interesa mucho, pero creo que interesa más si un tío se mete coca o si se folla a cuarenta atletas. Y porque veo a muchas bandas más preocupadas de la pose, del quiero ser Keith Richards, y no es así.
¡A alguno de por aquí se le nota mucho que quiere ser Keith Richards!
Sí, y está bien, pero, joder, Keith Richards ha hecho treinta discos que están de puta madre, o Jimi hendrix llevaba plumas en el sombrero, pero es que era un artistazo, ¿sabes? Pero parece que pesa más eso, la pose, que el rock and roll, y lo que importa es el rock and roll, todo lo demás es algo adquirido de las lecturas, de tus movidas, pero el rock and roll es lo que importa.
Ya te he dicho antes que esta la tenía preparada: Este disco sale, es un fracaso, hay que suspender la gira, tienes que volver a los garitos… ¿Qué hacemos? ¿Lo primero, medicación?
Sí, sí, lo primero medicación, Tranquimazin y tal, que me sé unos cuantos. Pero sí, volvería a los garitos. Tengo la suerte, porque creo que tengo la suerte de saber de pabellones y de saber de garitos, de bares, de saber de todo. No es un mundo desconocido. Sé lo que es el rock and roll, y sé que el rock and roll no es lo que me pasa a mí. Sé que lo normal en el rock and roll en España es lo otro, lo normal es hacer garitos, ir con tu furgoneta, montar tu equipo, lo que he hecho yo toda la vida. Tampoco me sorprendería mucho, aunque estoy muy contento como estoy y estoy muy feliz, sé que soy un privilegiado, pero que el circuito del rock and roll es lo otro.
Decías en una reciente entrevista, y antes lo has dejado ver, que la música no tiene ninguna importancia, ¿qué es realmente lo más importante para ti?
No tiene ninguna importancia en la vida de las personas normales, para mi vida claro que la tiene, en mi vida todo lo que me rodea está vinculado a la música, todo, mis amigos, mi mujer, los sitios donde voy: Pero tengo una sensación de, lo que hablábamos antes, de que eso que tú crees que es tan importante no puedes trasladarlo a los demás, porque los demás lo que oyen son canciones, es como si yo cada vez que me como un filete quiero saber si la ternera estaba mimada. Al final, voy a coger el filete, le voy a pegar un bocado y a la mierda lo demás. Y con la música es lo mismo, no puedes esperar esa respuesta de la gente porque no tienen ni puta idea de lo que cuesta hacer un disco. El que no está metido en esto –músicos, técnicos, productores, periodistas, los de la discográfica–, no puede saber nunca lo que cuesta y el mundo tan complicado que es hacer un disco. Es como si yo me planteo correr un mundial de velocidad, ¿hay que conducir bien? No, no es eso. ¿Te imaginas un día sin una canción? Sería… sería… ¡yo no lo me imagino!
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«Antes de que cuente diez» se pone a la venta el 15 de septiembre.
Si quieres visitar la web de Fito & Fitipaldis, puedes hacerlo desde aquí.