«Las giras son importantes en las vidas de los músicos, y creo que está bien documentarlas. Yo no me pongo a repasar los conciertos, pero a lo mejor dentro de quince o treinta años sí que me apetece mucho tenerlo grabado»
En su última gira, rodando por teatros, Fito Cabrales reinventó su repertorio y le dio nueva vida a las canciones, como testimonio se acaba de editar un álbum con el fin de gira. Conversamos con él, una de las principales figuras del rock español
Texto: JUAN PUCHADES.
Fito Cabrales presenta «En directo desde el Teatro Arriaga», un doble cedé más deuvedé (o una versión en triple vinilo), que recoge los últimos conciertos de la gira que Fito & Fitipaldis realizaron por teatros. Unos conciertos de fin de gira que tuvieron lugar en Bilbao y cuya recaudación iba destinada al Banco de Alimentos de Bizkaia. Para esa gira, los temas se reinventaron buscándoles nuevas sonoridades, resultando de ello un álbum en vivo intenso, que sirve para apreciar el trabajo de la banda y el cancionero del bilbaíno desde nuevos ángulos. Muy probablemente es la mejor grabación en directo que ha publicado hasta el momento, y si me apuran su mejor disco (en vivo o en estudio): recuerda a lo sucedido con aquel «Nos sobran los motivos» de Sabina, en el que quedaron registradas algunas de las mejores tomas de sus propias canciones. Pues aquí ocurre, más o menos, lo mismo.
Es martes, el álbum se ha puesto a la venta unas horas antes, y Fito está en un hotel madrileño, después de comer, algo griposo pero, como siempre, atiende a los medios con su buen humor característico: «Tengo toda la promoción comprimida en una semana, que se agradece, porque te metes un palicita de cinco o seis días, pero ya se queda todo hecho».
¿Por qué decidiste grabar, precisamente, los últimos conciertos de la gira?
Mira, creo que por una vez pudimos hacer las cosas como deben ser, porque lo más lógico parece grabar una gira cuando está totalmente rodada y consolidada, y no al comienzo. En ese sentido me parece que lo hemos hecho bien.
Estos conciertos últimos, a su vez, eran especiales porque la idea era recaudar dinero para el Banco de Alimentos de Bizkaia, ¿no?
Sí, quien vea el deuvedé no lo sabrá, pero para nosotros fue muy especial, porque se juntaron muchas cosas: en primer lugar, para cualquier banda está claro que un fin de gira es algo a celebrar, por otra parte lo grabábamos en el Arriaga, que para cualquier persona de Bilbao es un sitio muy emblemático e importante. Pero, además, para rematar el guiso, y hablando de una ciudad pequeña como Bilbao, en la que casi que todo el mundo nos conocemos, al meterse por medio lo del Banco de Alimentos, cobró una forma mucho más especial e importante para nosotros.
¿Conseguisteis recaudar mucho dinero para el Banco de Alimentos?
Sí, sí, llegamos casi a los cien mil euros. Eso fue genial, porque es un dinero que se necesita y con eso ellos pueden hacer malabarismos, pero a mí lo que me va a quedar, y me parece que también a todo el equipo, es otra cosa, porque para hacer este concierto queríamos que la recaudación íntegra fuera para el Banco de Alimentos, porque sabes que en todos los conciertos solidarios al final se pierden cifras importantes en producción y en no sé qué. En nuestro caso era más fácil, porque tocábamos solo nosotros y organizábamos nosotros, así que era tan claro como «tantas entradas vendidas es igual a tanto dinero». Pero para lograr recaudar todo el dinero necesitábamos que la producción y los gastos fueran cero, y es lo que nos va a quedar como buen sabor de boca para el resto de la vida, porque siento que Bilbao acogió a todo el equipo: nos cedieron hoteles, todos los días íbamos a comer a un restaurante que quedaba enfrente del Arriaga, a la noche otro bar nos traía la cena. Porque estuvimos una semana preparando el concierto, fue una semana bastante mágica al estar acogidos por Bilbao para que todo saliera bien. Para los que lo vivimos fue superespecial.
Son tiempos en los que es necesario echar una mano a los que más lo necesitan, ¿no?
Imagino que ningún gesto sobra. Necesario serían otras cosas, eso desde luego, pero ningún gesto está de más. Nosotros hacemos un concierto para el Banco de Alimentos y en cuanto se acabaron los conciertos esa misión se acabó, pero hoy los voluntarios se han levantado de nuevo y se han puesto a currar, y ya no hay concierto ni hay nada, y ellos siguen estando ahí, se han ido a entregar alimentos. Es verdad que cada uno puede hacer su pequeña aportación, pero está claro que en momentos tan jodidos como este ningún gesto está de más.
Me parece que prácticamente has testimoniado todas tus giras con grabaciones en directo, aunque en algunas ocasiones esas grabaciones hayan ido como complemento de discos de estudio. ¿Te gusta documentar las giras?
Sí, es parecido a grabar la primera comunión de tus hijos o sus momentos importantes [risas]. Es verdad, porque las giras duran un montón y en ellas suceden mogollón de historias. A veces hemos grabado un deuvedé y otras veces se ha grabado con menos recursos, pero sí, siempre me ha parecido que no cuesta mucho; bueno, si quieres hacerlo muy bien hay que afrontar mucho trabajo y muchas cosas en las que pensar, pero tenemos un gran equipo y mucha gente. Pero es que las giras son importantes en nuestras vidas, en las vidas de los músicos, y creo que está bien documentarlas. Yo no me pongo a repasar los conciertos, pero a lo mejor dentro de quince o treinta años sí que me apetece mucho tenerlos grabados.
En el concierto del Arriaga sonáis arrolladores, ¿este es el sonido de directo que tú tienes en la cabeza?
A ver, es el sonido que yo tengo en la cabeza y el que mis músicos tienen en su mano. Porque yo lo tengo en la cabeza, pero lo que hace que los Fitipaldis suenen así es el nivel de los músicos… y esto no sé cómo explicarlo: yo puedo halagar a los Fitipaldis desde fuera, porque es como que estoy fuera de los Fitipaldis. Creo que siempre me he rodeado de unas bandas muy impresionantes, y ahora mismo en lo musical ya llevamos muchos conciertos juntos y nos resulta muy fácil trabajar porque en lo personal nos conocemos muy muy bien y eso facilita mucho la labor. A mí me conocen muy bien, entre nosotros nos conocemos muy bien, y qué duda cabe que son unos musicazos. Yo puedo tener una idea en la cabeza de por dónde me gusta que vayan las historias, pero al final está Carlos Raya dirigiendo y están los músicos aportando, porque aportan todos, todos. Justo en esta gira de teatros ha habido mucho espacio para desarrollar musicalmente, y cada uno de los músicos con sus innumerables instrumentos.
El saxo fue durante décadas sonido de rock and roll, pero desde hace mucho se fue renunciando a él, pero tú lo mantienes, ¿qué le aporta el saxo a algunas de tus canciones?
Es que pienso exactamente igual: cuando escucho rock and roll, para mí el saxo es fundamental, desde Little Richard es un sonido que asocio directamente al rock and roll. ¿En lo musical, qué es lo que más me atrae del saxo? Pues que de alguna forma descargas guitarras, no tienen porqué ser todas las frases de guitarra, y creo que todos los instrumentos de viento, aunque el saxo es el niño bonito, tienen muchísima expresión, son lo más parecido a una voz humana. Es que asocio de manera natural una banda de rock and roll y un saxofonista, me parece que es algo que va unido.
Una sensación: suenas muchísimo más suelto, con más naturalidad y con mucho más brillo, las canciones fluyen y emocionan más en este disco en directo que en los álbumes de estudio. Parece que en estudio acabas por complicarlo en exceso y suenas como si estuvieras atenazado.
Yo también me doy cuenta de cómo suceden las cosas, y es verdad, tienes razón, sucede lo que dices. Te explico: lógicamente, tengo muchos más bolos que discos, y realmente de los discos he empezado a disfrutar hace diez años, para mí ir a grabar siempre ha sido: «voy a grabar un disco porque eso me va a permitir hacer una gira.» El disco era una excusa, era grabar canciones nuevas, pero no era mi habitat natural, y si podía grabar en cinco días, mejor que en veinte. Pero es verdad que a raíz de descubrir y trabajar con Carlos la cosa ha cambiado, pero todavía no me desenvuelvo como a mí me gustaría en el estudio. Pero sí que es una tarea que está bien aprender: disfrutar de una grabación. Aunque grabo pocos discos, cada vez me voy encontrando un poco más suelto, pero estoy totalmente de acuerdo contigo, estoy mucho más a gusto en un escenario que en un estudio, y eso se nota mucho.
De un tiempo a esta parte tus detractores aseguran que rockeas poco…
¡Es verdad!
Bueno, pues aquí rockeas con entrega y hay hasta momentos tan sorprendentes como lo que haces con un tema que no es tuyo y que todos conocemos: ‘Quiero beber hasta perder el control’, que lo llevas a puro rock and roll.
Joder, esa canción queda muy espectacular en este formato. Toda la banda, cuando empezamos a preparar el repertorio, a jugar un poco, teníamos claro que no íbamos a probar nada de mandolinas ni nada parecido, que queríamos hacer rock and roll, pero lo americanizamos un poco. Lo que dices, es normal, es que esto es un jeroglífico: yo tengo muy claro qué es el rock, pero no se lo puedo trasladar a otro. Últimamente me da por pensar en esto, porque muchas veces los músicos hablamos de ello: «¿Eso para ti es rock? ¿Esto es rock? ¿Aquello es rock?» Creo que tienes que tener en las orejas rock para escuchar rock, porque yo puedo escuchar muchas cosas que, a priori, no son rock, pero que a mí me suenan a rock and roll. Pero eso no es solo cuestión de las bandas, o de los instrumentos que se tocan, es que sí tú quieres oír el rock and roll, lo encuentras.
También dejas, a lo largo del concierto, mucho espacio a los músicos para algo que tampoco se estila, que son los solos: hay solos de batería, de guitarra, de saxo… Pero, ¿hasta qué punto hay margen en tus directos para que brote la improvisación y la locura y un tema se os pueda ir de las manos?
Tanto como para que se pueda ir a otro lugar totalmente inexplorado, no creo que haya espacio, no somos Canned Heat [risas]. Pero sí que los solos, o sus duraciones, no están programadas: estamos tocando, nos miramos, y tiramos adelante. Como te comentaba, todo es mucho más fácil ahora porque nos conocemos, hemos tocado muchísimos conciertos y solo con mirarnos sabemos qué va a entrar, qué va a cerrar, qué nos va a dar paso. Pero, bueno, eso solo es cuestión de oficio, cualquier banda que lleva tocando muchos años es fácil que resuelva así. Pero es verdad que ahora no se estilan mucho los solos, no sé porqué hay cosas que se dejan de hacer, que no me parece ni bien ni mal, me da igual, pero muchas veces dices, «¡¿por qué no voy a hacer un solo?!». En ocasiones uno mismo se autoimpone cosas que piensa que a la gente no le van a gustar y no le da tiempo a que opinen los demás. Es decir, ¿por qué nadie hace un solo de mandolina o de mandola de seis minutos? Pues porque piensan que la gente va a decir que eres un chapas. Y si sales en un festival en un cartel con Motörhead, pues sí que eres un chapas, pero en un teatro tienes el marco adecuado para hacer lo que tú quieras, porque la gente no está tomando un gin tonic, no viene de fiesta, está ahí sentada, castigada en su butaca, y esos silencios que provocan este tipo de recintos puedes aprovecharlos para hacer más música.
A tu Fender, que a veces parece que la dejas muy atrás, y supongo que es voluntario, porque tienes al lado a Carlos Raya, hay momentos que le sacas un sonido muy Knopler, muy Dire Straits, ¿fue una de tus referencias esenciales cuando empezabas a darle a la guitarra o en realidad lo que haces es que dejas salir el capricho?
Bueno… te lo agradezco, pero cualquier parecido es pura coincidencia [risas]. Lo primero es que desde que toco con Carlos le dejo a él todo el peso de las guitarras, porque sería de ignorantes no exprimir a un músico como Carlos. Aunque es verdad que todas las canciones están trabajadas para dos guitarras, yo me concentro en otras cosas, y siempre me cautivó más que el sonido fuerte, distorsionado de las guitarras, que es lo que más le alucina a un chaval cuando empieza, aquello de oír un Marshall al diez, y sentir cómo vibra todo que parece que va a explotar. Pero a mí siempre me gustó mucho más esa especie de sonido sensual que tenía Knopler, o antes J.J. Cale, ese sonido totalmente Fender, muy reconocible. Pero te lo vuelvo a reiterar: cualquier parecido es pura coincidencia. ¡Ojalá!
Nombras también a J.J. Cale, que como Mark Knopler tenía un sonido muy cálido, que es lo que transmite el concierto del Arriaga y lo que has ido buscando con Fitipaldis, ¿no?
Sí, sobre todo en esta gira. Bueno, siempre, pero en esta gira, al ser en teatros, se ha acentuado más esa búsqueda.
«El primer momento de un disco, que es cuando estás tú solo con tu guitarra intentando escribir una canción, es lo único que no ha cambiado nada desde que empecé»
Solo, con la guitarra, interpretas ‘Al cantar’, de Platero y Tú, una canción que has incorporado al repertorio, ¿es el tema de Platero con el que más identificado te sientes?
Joder, no lo sé… Sí sé que es una de las canciones que más me sigue emocionando tocar. Claro, sino no la podría incluir en el repertorio. Pero… uf… no lo sé. Me parece que es una buena canción para cantar tú solo con una guitarra, esa es la única lectura que puedo hacer…
La lectura que sí podemos hacer desde fuera es que Platero y Tú solo mostraba una pequeña parte de tus intereses musicales.
Es que al final los grupos muestran una parte muy pequeña de cada componente, de cada singularidad que lo conforma. Cuando las bandas son de verdad y todos opinan, cuando son chavales que empiezan y uno conduce, otro pone carteles y funcionan como bandas es verdad que cada uno tiene que aportar, pero igual de importante que aportar es ceder a lo que le gusta a todos. Pero en ningún momento es complicado, porque cuando eres parte de una banda, sabes lo que va a funcionar para la banda, incluso haces una canción en tu casa y ya sabes cómo va a sonar, porque conoces tan bien al grupo que sabes si va a funcionar en la banda, y si tienes otro tipo de ideas tendrás que buscar otra banda paralela para desarrollarlas.
Fito & Fitipaldis nació como un proyecto paralelo, pequeñito. Recuerdo cuando salió el primer disco, que parecía que no había muchas más pretensiones que las de soltarse y divertirse, pero al final todo ha crecido mucho. ¿Has tenido la sensación de que el proyecto se te fue de las manos en algún momento?
[Risas] Hombre… es que… Como todo ha sido en un plazo razonable, no ha sido una ola que ha venido y te ha arrastrado, no tengo esa sensación de que se me fue de las manos. Pero, a lo mejor, si me pongo a pensar en cuando estábamos grabando el primer disco, en Lorentzo Records, con una mierda de equipo [risas], o tocando los primeros conciertos en bares, que no eran salas, eran bares de cuarenta personas, pues sí, todo ha cambiado muchísimo. Pero he tenido la suerte de haber hecho el mismo recorrido con dos bandas, con Platero y Tú también comenzamos, como todo el mundo, que así es el rock and roll, tocando en bares, ese era el circuito. Y con Fitipaldis lo volví a hacer, porque la primera gira en serio la hice cuando Roberto Iniesta me dijo de hacer de telonero de Extromoduro, porque hasta entonces hacíamos bares, bares y más bares.
Supongo que sabes que de un tiempo a esta parte se te acusa de estar muy aferrado a una misma sonoridad, ¿te preocupan las críticas o eres de los que pasan de las opiniones?
Imagino que como a todo el mundo, nos preocupan las opiniones de ciertas personas. Pero, en lo musical, es difícil que te pueda afectar demasiado, porque cuando hago un trabajo estoy convencido de que eso es lo que quiero hacer, no te voy a decir que es bueno, porque eso no lo puede decir nadie: aquello de «he hecho un gran disco», eso es una tontería. Pero sí que estás convencido de lo que has hecho, porque tienes unas canciones, las has preparado, y vas a ir a un estudio a grabarlas y todo eso te da una energía y una vitalidad impresionantes y en eso no te puede engañar nadie. Luego el disco sale, la gente lo comenta, unos te dicen que es igual que el anterior, otros que el anterior era mejor, otros que no, que el primero era el mejor, otros que todo mal, que Platero era lo bueno… Pero a ti, al final, solo te queda una sensación, y es cuando compones una canción, si te da esa energía que luego requiere para recorrer todo el proceso hasta que acaba en un disco. Porque al hacer las canciones las haces tú solo en tu casita, y todo lo demás, todo ese proceso de preparar un disco, es un trabajo muy colectivo que requiere de mucha energía, y si tú no estás convencido de que ese trabajo primero que has hecho no te va a dar esa energía, no te podrías ni plantear hacerlo.
¿Eres de los que necesitan aislarse para componer o lo haces en cualquier circunstancia?
Desde hace años necesito estar en casa, y no lo digo en plan bien, porque creo que he perdido facultades. Lo digo en serio, antes podía componer en cualquier lado. Pero creo que es normal: con Platero, mientras hacías una gira tenías que ir preparando el siguiente disco, porque como habíamos firmado un contrato por tantos discos, tenías que cumplir, y no parabas de hacer giras y grabar discos para salir de nuevo de gira. Digamos que con esa necesidad, estabas todo el día pensando en canciones nuevas, en el hotel, en la furgoneta. Ahora puedo parar, no necesito pedir un anticipo de autores todo el rato, como antes, y como te da tiempo a disfrutar de cada cosa, lo disfrutas. Ahora disfruto mucho más las giras y los discos porque me concentro mucho más estrictamente en cada cosa que estoy haciendo: cuando estoy de gira, estoy de gira, es como que vivo en otro país, en una nube: «estoy de gira, no me molestéis.» Es como que pongo el salvapantallas y no quiero pensar en canciones: «no me molestéis, que todavía tengo por delante cuarenta y tantos conciertos.» Y cuando estoy haciendo un disco, ahora que estoy preparando canciones nuevas, es «no me habléis de tocar en ningún lado, que estoy haciendo canciones».
Llevas sin sacar disco de estudio desde 2009, que publicaste «Antes de que cuente diez». ¿No es mucho tiempo?
Sí, pero es lo que me cuesta. No sé si es mejor tener muchos discos o pocos… no le encuentro mucho sentido. Sí, vale, si grabara muchos pensaría que soy un tipo supercreativo y muy prolífico, pero en el fondo también me da mucha pena cuando grabas un disco y hay que volver a grabar otro al año siguiente porque eso parece que anula rotundamente todo lo que has hecho antes. Me gusta hacer un disco y disfrutar de él mucho tiempo. Pero quizá no me importaría tener escondidas unas doscientas maquetas.
Pero no es el caso, ¿no?
No, qué va, ni pa’ dios.
El éxito que llevas viviendo desde hace ya una década, ¿te impone mayores exigencias a nivel compositivo?
No, no creo que sea una cuestión de éxito. Porque en el primer momento de un disco, que es cuando estás tú solo con tu guitarra intentando escribir una canción, es lo único que no ha cambiado nada desde que empecé, y eso cuando hablo con otros músicos, siempre me lo confirman. Porque es verdad que pueden cambiar muchas cosas: antes vendías doscientos discos y ahora vendes doscientos mil, vale, antes tocabas en bares y ahora en pabellones, o antes no eras nunca portada de una revista. Es decir, cambian muchas cosas, pero, en el fondo, lo único que no ha variado es ese momento que estás tú solo tratando de escribir una canción. Eso sigue siendo exactamente igual que cuando comenzamos con Platero o como cuando cualquier chaval empezó. Por eso no creo que haya una responsabilidad mayor en cuanto a composición, por lo menos en ese germen primero, luego es verdad que cuando el disco sale y le quitas el celofán todos estamos pendiente de si funciona o no funciona, porque si tú haces un disco y va bien, lo que te está diciendo es que tu gira va a ser más fácil.
Y al final los músicos vivís esencialmente de eso, de las giras, de los bolos, que es el trabajo de todos los días.
Sí, eso siempre ha sido así. Claro, que si vendes un mogollón de discos sacas dinero de ahí, pero en el fondo todas las bandas de rock, todas todas, hemos vivido siempre de tocar.
Has comentado que estás componiendo, es decir, hay en perspectiva un disco, ¿o todavía no?
Sí, en perspectiva sí, lo que pasa es que… joder, llega un momento que tienes que ponerte una fecha, porque yo, bueno, cualquier músico, podríamos estar con diez canciones seis años más.
Como le pasaba, precisamente, a J.J. Cale.
Sí, sí, lo mismo. Mira, desde que acabamos la gira nos pusimos con todo el trabajo de edición de este disco y deuvedé, y hace un par de semanas que me reuní con Carlos Raya, subió a casa y le enseñé el material que tengo. Con él es muy fácil, porque siempre me echa un cable que no sabe ni el favor que me hace, porque no es solo su implicación en la producción, lo que se implica en los discos y en directo, Carlos siempre viene y me echa un capote. Todas esas cosas que para mí son muy difíciles, porque para mí es un caos organizar y sacar conclusiones de ideas que todavía no son canciones, Carlos viene, en diez horas lo mira todo y cada uno con un guitarra nos ponemos y vemos qué funciona y qué no funciona.
Después de lo que estás contando, hay que preguntártelo: ¿el álbum del Arriaga lo has sacado para ganar tiempo hasta el próximo disco de estudio?
[Risas] No, de verdad que no, te lo aseguro. Cuando empezamos la gira de conciertos en teatros todavía no estaba la idea de publicar un disco, era una gira de sastre, un lujo hecho a medida, era un capricho, y cuando empezamos a ver lo bien que nos lo pasamos, fue cuando comenzó a rondar la idea de grabarlo.
Pero, ¿tienes una fecha para sacar ese próximo disco de canciones nuevas?
La idea es grabar este verano, puede ser en junio o en agosto, eso no lo sé, no hay una fecha cerrada. Pero mi único proyecto en este momento, el único que tengo en la cabeza, es grabar un disco.