FONDO DE CATÁLOGO
«Veloso, genial y ecléctico, recorre una serie de clásicos hispanoamericanos que constituyen una suerte de autobiográfica musical de sus años de infancia»
Rondando la cincuentena, Caetano Veloso se lanza a versionar un puñado de clásicos hispanoamericanos fijados en su subconsciente desde chiquillo. Un disco titulado Fina estampa que hoy recupera Luis García Gil.
Caetano Veloso
Fina estampa
POLYGRAM / PHILIPS, 1994
Texto: LUIS GARCÍA GIL.
Lejana ya en el tiempo la revolución de guitarra y voz que había supuesto el tropicalismo, allá por 1967, Caetano Veloso alumbró más de veinticinco años más tarde un proyecto muy personal, Fina estampa, su delicadísimo homenaje a la canción latinoamericana fijada en su subconsciente desde su nacimiento. Un disco trabajado en estrecha colaboración con Jacques Morelembaum.
Se percibe en este disco una sabia asimilación de un repertorio que a Veloso no le resultaba nada ajeno, más allá de enfrentarse a una lengua que no era la propia, pero hacia la que ya se había aproximado con anterioridad. Había grabado en una mezcla de portugués y español “Soy loco por ti, América”, compuesta por Gilberto Gil y Capinam, y también “Tres carabelas” e incluso “Tú me acostumbraste”, en el disco Araça azul, y hasta “Cambalache” de Discépolo, grabada en los albores de los años sesenta para su Álbum blanco, a imagen y semejanza de tonalidad con el ya grabado por Los Beatles.
Veloso, en la madurez rotunda de la cincuentena, genial y ecléctico, recorre con su voz una serie de clásicos hispanoamericanos que constituyen una suerte de autobiográfica musical de sus años de infancia en su locus amoenus particular, la pequeña localidad de Santa Amaro de la Purificación, colindante a la capital Salvador de Bahía.
Veloso ejecuta con maestría una quincena de piezas diversas a las que imprime su huella en un proceso de reinvención cercano, en algunos casos, al minimalismo. “Fina estampa”, composición de 1956 de la peruana Chabuca Granda, daba título al conjunto, en una brillante reinterpretación del original. Veloso se asoma al tango en “Vuelvo al Sur”, guiño a Piazzola, mecida por un cuarteto de violonchelos, y se pierde por los recovecos íntimos del bolero cubano con el clásico “Contigo en la distancia” de César Portillo de la Luz. El disco incluye al venezolano Simón Díaz con su “Tonada de la luna llena” que Veloso ayudó a visibilizar, creación hecha de silencios que también son música. Otro momento destacable de Fina estampa es la guaranía “Recuerdos de Ipacaraí” en la que la voz de Veloso y el bajo acústico de Zeca Assumpción se funden armoniosamente.
“Rumba azul”, “Pecado” o “María bonita” son otros astros que fulgen en el celaje de estampas musicales que es Fina estampa, que alcanza otro momento culminante en la interpretación de otro bolero canónico, “Vete de mí”, de los hermanos Expósito, Virgilio y Homero, ubicada en la recta final del disco junto a “La golondrina” y al suspiro final ya mencionado de “Vuelvo al Sur”. Entre medias Veloso se permite salir del arco temporal del disco para cantar “Un vestido y un amor”, de Fito Páez, que no desentona en esta antología personal del brasileño que incluye recreaciones como las de “Mi cocodrilo verde” y “Lamento borincano” del puertorriqueño Rafael Hernández que extienden el mapa sonoro del disco a otras latitudes.
Fina estampa tendría, como otros discos de Veloso de los noventa, su propia plasmación en vivo. En el mes de julio de 1995 lo presentó en Madrid en La Riviera con el acompañamiento de Morelembaum al chelo, Mo Brasil a la guitarra y Mingo Araujo a la percusión. En vivo y en directo Veloso no solo repasaba su disco, sino que ampliaba su mirada a ese repertorio esencial con versiones de “Ay, amor” siguiendo la pauta de la versión grabada por Bola de Nieve o “Mano a mano”, guiño porteño y gardeliano, fruto de un artista que caetanizaba en el buen sentido todo lo que caía en sus manos.
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Anterior Fondo de catálogo: Pensión Triana (1994), de Javier Ruibal.