DISCOS
«Sobre todo, son reconfortantes canciones»
Paul Kelly
Fever longing still
COOKINF VINYL LIMITED, 2025
Texto: CÉSAR PRIETO.
Me gusta imaginar la carrera de Paul Kelly como paralela a la de Elvis Costello. Semejantes en edad, con leves toques que hacen asimilable la carrera del uno y del otro, y con la enorme distancia que separa Adelaida (Australia) de Londres, sus lugares de nacimiento. Kelly, como Costello, ha publicado montones de discos, casi treinta —no cuento las bandas sonoras para cine y televisión— a su nombre y con otros proyectos desde finales de los setenta, cuando comenzó en bandas de pub rock, y en todos nos ofrece canciones llenas de energía y elegancia.
Este Fever longing still está plagado de indagaciones en el pasado, tanto en las letras como en las músicas, que se sostienen en el decorado sonoro que se ha ido desplegando en sesenta años de pop y de rock. “Double business bound” se nos aparece en la estela de Bob Dylan, con todo el sabor de la tierra que ahoga a alguien que vive de llevar carretas mientras se despide de su amada. “Let’s work it out in bed”, por el contrario, tiene todo el aire de Joe Jackson, con sus fondos más sofisticados, su colchón de elegancia y el mensaje que apoya al amor para triunfar.
También “Back to the future” tiene este aire de canción íntima, sostenida en la acústica y con una voz esperanzada. Su increíble trompeta, y su letra llena de metáforas y paradojas, podría estar perfectamente en el repertorio del mismo Joe Jackson, de Graham Parker, de Tom Petty o de Ron Sexsmith. Incluso se desliza hasta el country en “Harpoon to the heart”, que posee soltura pop y una letra, con alusiones a Moby Dick, que habla de las telas del corazón. O en la también íntima “Eight hours sleep”, que me ha recordado a esa serenidad en las canciones que Gram Parsons cantó con Emmylou Harris —“Love hurt”, concretamente, aunque la original sea de los Everly Brothers—. Lo que ocurre es que se trata de una irónica oda a la falta de sueño.
También country, pero atípica, es “Love has made a fool of me”. Está basada en contrapuntos y en cierta oscuridad, pero con cierto deje de western —crepuscular, claro—, algún wah-wah y teclados que lo cubren todo. No deja de ser un experimento que le sale bien, cada vez más crecido y allegándose un poco a Nueva Orleans.
Sobre todo, son reconfortantes canciones. Lo es “All those smiling faces”, con su tópico carpe diem cuando nos enfrentamos a las viejas fotos, con padres sonrientes y palabras que se han quedado en el aire y, sobre todo, “Tought by experts”. ¡Qué maravillosa canción! ¡Qué riff más adictivo y serpenteante! ¡Qué melodía más cuidada!
Para quien no conozca a Paul Kelly —en su Australia natal es una figura—, se trata de una buena introducción, actual y a la vez devota, del rock clásico de sus orígenes, porque a principios del milenio se embarcó en álbumes de soul, de poesía —es acólito de Shakespeare, de hecho, el título del álbum está tomado del soneto 147— o de bluegrass, de jazz o de canciones navideñas. Ahora, vuelve al amor y a la nostalgia, y al sabor pedregoso del camino.
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Anterior crítica de discos: Acts of faith, de Sault.