Festival Balkan Trafik: Autenticidad para combatir tiempos difíciles

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«Cinco días en los que música, danza, cine, debates, artesanía y gastronomía del sudeste del viejo continente tratarán de insuflar algo de alma y sentimiento en el mismísimo corazón de la deshumanizada y agonizante Unión Europea»

Durante cinco días, Burselas se convierte en la capital musical de los Balcanes, con un festival que trae las mejores propuestas. Será la semana próxima y por él pasará de Goran Bregović a la mítica Fanfare Ciocărlia.

 

 

Texto: CÉSAR CAMPOY.

 

 

El Palacio de Bellas Artes de Bruselas vuelve a convertirse en el centro neurálgico de una nueva edición (y van siete) del Festival Balkan Trafik, una de las citas mundiales más completas y heterogéneas en torno a las diversas culturas que habitan los pueblos balcánicos. Será, entre los próximos días 17 y 21 de abril, cuando más de 170 artistas se dejarán caer por la capital belga. De la explosión festiva de la celebérrima orquesta de bodas y funerales de Goran Bregović y la mítica Fanfare Ciocărlia, a la puesta al día de los sonidos tradicionales turcos de Taksim Trio, pasando por el rock contundente de Jericho o el último proyecto del siempre inquieto Damir Imamović: Sevdah Takht. Cinco días en los que música, danza, cine, debates, artesanía y gastronomía del sudeste del viejo continente tratarán de insuflar algo de alma y sentimiento en el mismísimo corazón de la deshumanizada y agonizante Unión Europea.

«Son tiempos de crisis. Nosotros hemos tenido la suerte de contar, este año, con el apoyo de NIS, una empresa serbia. Sin ellos hubiera sido difícil haber seguido adelante. Crear un festival se ha convertido ya en una empresa más económica que cultural. Más todavía un festival como el nuestro, que ofrece entradas a veinte euros para poder asistir a más de diez conciertos por día», sentencia Nicolas Wieërs, uno de los máximos responsables de un evento que reúne, cada año, a más de 6.000 seguidores en torno al pintoresco centro artístico bruselense, y que sigue contando con la producción de 1001 Valises y BOZAR.

«Nosotros seguimos convencidos de que nuestro objetivo es el intercambio de experiencias, el descubrir al otro a través de su singularidad artística. Nuestros artistas, pese a ser ‘leyendas vivas’ es sus comunidades, son generalmente desconocidos por el gran público», afirma un Nicolas al que no le falta razón. En todos estos años, por Balkan Trafik ha desfilado lo más granado e interesante del universo cultural de la región. Además, el festival también se ha convertido en plataforma de proyección de artistas tan asombrosamente mágicos como sorprendentemente desconocidos. Este año, sin duda alguna, dos de los reclamos más importantes tienen que ver con filosofías netamente festivas, que tiran de los archipopulares vientos balcánicos. La organización ha echado el resto para que dos de las marcas más reclamadas de este tipo de sonido encabecen el cartel. Hablamos del universalmente popular Goran Bregović, y de los rumanos de Fanfare Ciocărlia, posiblemente, la mejor formación de estas características que ha dado la historia de la música.

 

[En la foto, Fanfare Ciocărlia.]

 

No son las únicas ofertas de este estilo. También tratarán de poner patas arriba el Palacio de Bellas Artes los integrantes de Barka Brass Band, la última formación ganadora del festival de trompetas de la localidad serbia de Guča (el más afamado de sus características), así como la combinación letal del sintetizador agitanado de Amza Tairov (unos de los dedos más rápidos de aquella orilla del Danubio) y la orgía festiva de ritmos Roma de los Seven Kadrievi.

Trompetas, fiesta, trombones, despiporre… Como era de prever, va a surgir el eterno debate en torno al efectismo de las bandas de viento balcánicas, y el efecto de simplificación que llega a causar en el gran público, que suele identificar, todo lo que venga del Sudeste de Europa, con fanfarrias y celebración. Nicolas coincide en que la orquesta de vientos sigue siendo uno de los mejores reclamos para el gran público: «La mayoría de los espectadores busca divertirse; de todas maneras, creo que desde Balkan Trafik también aportamos un elemento de reflexión, sobre este asunto, al público. Y sobre la simplificación de ideas sobre ‘el otro’. Nosotros le decimos que, ‘el otro’ no se basa, solo, en la fuerza de una banda de metales, sino también en la sensibilidad del blues, la sensibilidad del jazz; que este año tenemos a las mejores bandas de vientos, pero también el mejor jazz (Taksim Trio, Martin Lubenov & Nicolas Simion), el blues de los Balcanes, el rembetiko de Vinylio, el sevdah contemporáneo de Damir Imamović, el rock singular de Jericho, las composiciones teñidas de electrónica de Imam Baildi…».

Esto nos hace llegar a la madre del cordero, al venerado, por muchos, Goran Bregović, uno de los máximos responsables de que el sonido de las popularmente conocidas como bandas de bodas y funerales haya conquistado los oídos de medio planeta. Algo tendrá que decir, al respecto, ¿no?: «La música balcánica contiene ritmos muy complejos y duros. Eso es lo que a la audiencia le gusta de mi música. Lo bueno a la hora de diversificar la música de los Balcanes es que los pinchadiscos comienzan a interesarse por ella y se la ofrecen a la gente joven en las discotecas. Escuché que la mitad de la audiencia en mi concierto en el Lincoln Center de Nueva York eran pinchadiscos».

«Vengo de una cultura en la que los niños crecían con los jerseys de lana de su padre y de su hermano mayor. De una cultura en la que uno no puede permitirse el lujo de tirar nada. Para mí, deshacer una vieja canción y tejer una nueva es bastante natural. Así me he criado» Goran Bregović

Bregović llega hasta Balkan Trafik para presentar su último disco, «Champagne for Gypsies», un tributo a la cultura Roma que cuenta con la colaboración de artistas como Gipsy Kings, Selina O’Leary, Florin Salam o Eugene Hütz (de Gogol Bordello): «Este disco es una reacción hacia la extrema presión que los gitanos (Roma) han sufrido últimamente en Europa: Expulsados de Francia e Italia, casas quemadas en Hungría… Es injusto que se cubran los problemas reales con otros inventados. Los gitanos no son un problema para este mundo, son el talento de este mundo. En el fondo, a la mayoría nos gustaría ser gitanos. Quiero creer que el mundo está cambiando para mejor, que los jóvenes son más abiertos y que acabaremos apreciando lo que los gitanos tienen que enseñarnos».

Precisamente, con Gipsy Kings, Goran repesca aquel ‘Ovo je Balkan’ que compuso para que Milan Stanković representara a Serbia en Eurovisión. La eterna y continua pasión de esta megaestrella por recuperar antiguas piezas para remozarlas (también, el ‘Be That Man’ de este disco recuerda, claramente, a ese ‘Ako ima Boga’ de los Bijelo Dugme de 1988): «Vengo de una cultura en la que los niños crecían con los jerseys de lana de su padre y de su hermano mayor. De una cultura en la que uno no puede permitirse el lujo de tirar nada. Para mí, deshacer una vieja canción y tejer una nueva es bastante natural. Así me he criado», sentencia un Bregović que parece no mostrarse preocupado por las críticas que, de vez en cuando, surgen sobre su figura: «No hay una persona en la Tierra que agrade a todo el mundo. Yo tampoco lo pretendo. Tengo de 100 a 120 conciertos por año, no paro de grabar, de gestar nuevos proyectos… No tengo tiempo para pararme a pensar en eso. Se lo dejo a los historiadores y a los críticos de arte».

Mientras confirma que la reunión, de 2005, con los míticos Bijelo Dugme (la banda más importante de la historia de Yugoslavia, y aquella que le catapultó a la fama siendo un veinteañero), no despertó en él el deseo de retomar aquella esencia netamente rockeera («Fue algo meramente sentimental, una especie de fiesta de graduación que no tuvimos en su momento, porque todos nos convertimos en estrellas demasiado pronto; aquellos tres días en Belgrado, Zagreb y Sarajevo descubrimos que gente de aquellos tres pueblos que habían vivido una guerra podían volver a convivir, a vivir aquellos conciertos juntos: bosnios, croatas y serbios por igual. Esto no cambia la realidad política de la región, pero el hecho de que todavía queden algunas canciones que podamos cantar juntos ya significa mucho para mí»), Goran nos descubre qué sonidos y músicos de los Balcanes le interesan, hoy por hoy: «El rembetiko griego es, probablemente, la mejor música que existe en los Balcanes: Esa mezcla natural de sonidos otomanos y ortodoxos. En cuanto a los músicos, nadie puede con los gitanos».

Rembetiko, sin duda, uno de los estilos más reivindicados por los amantes de los sonidos de la zona. De hecho, como en años anteriores, el definido como «blues heleno» dispone de un espacio específico, el llamado Rembetiko Kafe donde, a lo largo del festival, el lamento griego no cesará. Además, muchos serán los que dirijan sus miradas al escenario cuando hagan acto de presencia Imam Baildi, el proyecto de los hermanos Falireas, muy popular debido a sus originales remezclas de piezas clásicas del rembetiko. Sus espectáculos en directo incorporan un elemento festivo que pretende actualizar el folklore de aquellas tierras.

 

[En la foto, Taksim Trio.]

 

Otras opciones más sofisticadas e innovadoras, de la edición de este año, que también consiguen poner al día o incorporar elementos jazzísticos a ritmos tradicionales son las de Aka Balkan Moon (en esta ocasión, inspirados en sonidos provenientes de Bulgaria); la cantante albanesa Eda Zari; el dúo de lujo compuesto por el imaginativo acordeonista búlgaro Martin Lubenov (virtuosismo y mestizaje a base de elementos balcánicos, swing, tango, jazz, salsa…) y el contrastado saxofonista rumano Nicolas Simion; la embriagadora e hipnótica revisión sonora, a la turca, de Taksim Trio, y, sobre todo, el enésimo proyecto del sarajevita Damir Imamović que, con su Sevdah Takht (en compañía, ahora, del percusionista croata Nenad Kovačić y el bajista serbio Ivan Mihajlović), sigue ahondando en las infinitas posibilidades de la música tradicional bosnia: «Me encanta la dedicación a la música de Nenad e Ivan y su deseo de llegar a lugares donde la mayoría no se atrevería. La idea de Sevdah Takht es la de abrir más los horizontes rítmicos y tratar de ver cuáles son las posibilidades de las melodías tradicionales en este nuevo contexto rítmico».

Sin duda, una de las características singulares de este sorprendente intérprete, hijo y nieto de conocidísimos músicos bosnios, es el inconformismo. Su necesidad de emprender innumerables proyectos, casi sin descanso (en solitario, como trío, tirando de colaboraciones…) es constante: «Bueno, tengo ideas de hasta dónde ir como artista: qué investigar, en qué trabajar, cómo encuadrar lo que hago. Después de los conciertos con Bojan Z [el vanguardista músico serbio] quedé bajo la influencia de su tipo de ritmo y sentí la necesidad de trabajar con una sección rítmica. Eso sí, una sección rítmica diferente, que pudiera acercarse al sevdah [la música tradicional bosnia] de manera diferente a la que nadie lo hubiera hecho antes. Para ser honesto, no me di cuenta de este inconformismo del que hablas, hasta que comprobé lo difícil que resulta para la audiencia, festivales y la mayoría de periodistas, entender y aceptar estos cambios. La mayoría de la gente suele conformarse con vivir en la costumbre. Eso es muy aburrido para mí».

Como incansable investigador de los antiquísimos sonidos bosnios, Damir siempre se ha debatido entre tradición y modernidad. ¿En qué punto se encuentra esa cruzada por transmitir el espíritu sevdah? «Nunca estoy seguro. Cuanto más me sumerjo en las formas tradicionales y más versiones olvidadas de canciones tradicionales encuentro en colecciones privadas, más acabo conectándolas con la evolución de otros estilos. Además, descubro algunos ritmos y melodías que la gente piensa que son de mi invención y lo llaman ‘moderno’, pero, en realidad, son una repetición de algunas viejas fórmulas olvidadas», sentencia un Imamović que, sobre el futuro cultural de la otrora floreciente Sarajevo, se muestra optimista, «al menos, en cuanto a la recuperación de la música tradicional, el sevdah. Hay una generación joven, aunque pocos son profesionales. Estoy trabajando en un proyecto para presentar a estos jóvenes cantantes».

Fanfarrias, rembetiko, ritmos sofisticados, sevdah actualizado… Por si esto fuera poco, después de que, en la edición anterior del festival, la absurda burocracia evitara que reventaran el escenario con su rock contestatario, por fin este año los kosovares de Jericho tratarán de sorprender con su incendiario directo, mientras Kalotaszeg Trio, en compañía del incomparable Tcha Limberger y la clarinetista Aurélie Charneux brindarán al respetable una buena dosis del siempre mágico klezmer (embriagadoras melodías judías de Europa del Este). Todo ello, por supuesto, sin olvidarnos de los pases de los documentales «Balkan Melodie» (Stefan Swiertert) o «Ion» (Olivier Magis), y los imprescindibles largometrajes «Circles» (Srdan Golubović), «Everybody in our Family» (Radu Jude) y «Beyond the Hill» (Emin Alper); numerosos debates sobre el presente y futuro de lo cultural en los Balcanes, o el ya clásico ir y venir de los asistentes por las diversas opciones gastronómicas que pueblan el laberíntico edificio construido por Víctor Horta.

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