DISCOS
“Un músico inclasificable e iconoclasta, con unos intereses sonoros muy alejados de los que le convirtieron en una estrella”
Quimi Portet
“Festa major d’hivern”
QUISSO RECORDS/FINA ESTAMPA
Texto: ÀLEX ORÓ.
Décimo disco en solitario de Quimi Portet y décima ocasión para comprobar que es un músico inclasificable e iconoclasta, con unos intereses sonoros muy alejados de los que le convirtieron en una estrella cuando formaba tándem con Manolo García en El Último de la Fila. “Festa major d’hivern” («Fiesta mayor de invierno») arranca con un instrumental, ‘Cinc-cents metres’, de aires épicos y cinematográficos. Podría perfectamente formar parte de la banda sonora de una road movie y es por tanto un vehículo perfecto para adentrarnos en el universo cósmico de Portet. El disco es una amalgama de estilos desde el rock de aires rocosos (geográficamente hablando), pasando por temas de aires pop y electrónica para llegar hasta la psicodelia más surrealista emparentada con clásicos de la escena musical catalana como Pau Riba o Sisa o artistas más contemporáneos como Albert Pla, Joan Miquel Oliver o Adrià Puntí. Así, el segundo corte, titulado ‘Petita vida’ (‘Pequeña vida’), es un canto a la levedad de la existencia humana, a las pequeñas cosas que nos rodean: desde las tormentas con su rayos y sus truenos pasando por el amor y los pecados. Portet acaba pidiendo que alguien le explique qué quieren decir aquellos que dicen “que la tierra te sea leve”, o lo que es lo mismo, la máxima latina “sit tibi terra levis”, una frase que apela a la trascendencia de la vida y que los romanos utilizaban en sus ceremonias funerarias cuando cubrían con tierra a los difuntos.
De los requiebros existenciales pasa a cierta preocupación ecológica en la áspera ‘Central de biomassa’, en la que aparecen misses de polígono industrial, turistas asmáticos y en la que la afirma que “la vida grinyola y qui no corra vola” (“la vida chirría y quien no corre vuela”). ‘Ai, nineta’ es la primera apuesta psicodélica (cosecha del 67) del álbum y una ácida (en el sentido lisérgico de la palabra) declaración de amor, en la que confiesa que querría ser un “poeta efervescente como la gaseosa”. También flirtea con la psicodelia (cosecha siglo XXI) en ‘Pampallugues’, una canción en la que los amores platónicos viajan en vespinos supersónicos en la que apela a la imaginación afirmando “naixem sense res a dir, tot ens ho hem d’inventar” (“nacemos sin nada que decir, todo lo hemos de inventar”).
La pieza que da título el disco nos retrae a las fiestas mayores que en invierno celebran muchos pueblos que, contrariamente a las de verano, obligan a hacer muchas actividades a cubierto. También hay un homenaje a los músicos que trabajan en estos eventos, ya sea por motivos artísticos o simplemente pecuniarios, y tocan “les tonades del moment i el personal perd el senderi ràpidament’ (“las canciones del momento y el personal pierde la compostura rápidamente”). ‘Carta a ningú’ (‘Carta a nadie’) y ‘No fa el fred d’abans’ (‘No hace el frío de antes’) son algunos de esos temas de aire más pop a los que no referíamos antes y en los que aporta guitarras que en algunos momentos pueden recordar a sus punteos característicos en El Último de la Fila. Portet toca todos los instrumentos, y según los créditos, la única colaboración externa es la guitarra solista de Phil Manzanera en el instrumental ‘Pedalada popular’. El sonido más rugoso del disco lo encontramos en tema como ‘Pànic escènic’ o ‘Al tanto que va de canto’ (‘Agárrense que vienen curvas’). En este décimo trabajo en solitario se muestra como lo que es: un creador que está a gusto consigo mismo, que hace lo que le apetece y que se sitúa más allá del bien y el mal. Si te gusta, fantástico. Si no, peor para ti.
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Anterior crítica de discos: “¿Se enterarán en casa?”, de Coco y los del 1500.