“La música nos aporta esas preguntas que nos ayudan a avanzar explicándonos nuestra vida y lo que nos rodea, sin límites y sin compasión, como diría Federico Luppi”
El periodista Fernando Navarro se lanza a publicar su primera novela de ficción, “Martha. Música para el recuerdo”, un libro inspirado por la música con la que creció y aprendió a entender la vida. Arancha Moreno charla con él.
Texto: ARANCHA MORENO
“Háblame del libro”, le pedí a Fernando el día que me entregó en mano “Martha. Música para el recuerdo”. Entonces estaba a punto de llegar a las librerías y apenas había hablado de ello con nadie. Pensado en frío, debe ser muy extraño explicarle a otra persona en qué consiste el libro que has tardado dos años en escribir, más aún si estás en el otro lado, acostumbrado a hablar de las creaciones de otros y no de las propias. Es el caso de Fernando Navarro (Madrid, 1981), periodista musical de «El País» y antiguo colaborador de esta casa. Pero logró hablar del libro y despertar mi curiosidad sin develarme el verdadero sentido de lo que tenía en las manos: su primera ficción, pero con la música –inevitablemente– como telón de fondo. Lo que no sabía entonces es que al abrirlo realizaría la lectura menos silenciosa de mi vida. Había trama, había historia, había un personaje que se sentía perdido y una chica a la que no volvería a ver, pero sobre todo había canciones. Las páginas sonaban. Allí respiraba el Madrid de los 90, cuando sonaban Los Rodríguez, Platero y tú, Dover, Bob Dylan, Bruce Springsteen, Van Morrison… y, cómo no, Tom Waits. Pero las canciones no aparecían para analizarlas, sino para redescubrir la emoción que alguna vez le hicieron sentir. Tres semanas después, en un café frente al madrileño Teatro Lara, habla desde las entrañas y con un montón de estribillos, libros y películas escapándose en cada respuesta. Tal vez el libro cuente su historia, pero tal vez también cuente la tuya.
Te estrenas en el mundo de la ficción con “Martha. Historia para el recuerdo” (66RPM). ¿Qué te empujó a escribir esta historia?
Me empuja la realidad. Llega un momento en la vida, en mi caso hace unos dos años, que tengo la sensación de querer escribir algo, acercarme a emociones en relación con la música, y qué mejor que intentarlo con una historia que tengo la cabeza y me va rondando. Una noche, conduciendo con un disco de Tom Waits, pienso en el primer párrafo: ¿qué pasaría si dos personas estuvieran conectadas a través de la música, con muchos años de diferencia, y muchos kilómetros de distancia, en los que la música les uniese como un lazo de fantasía? La música tiene ese poder catalizador de conectar a las personas. Empiezo a recuperar canciones de mi adolescencia, de Los Rodríguez, Burning, Quique González, Ryan Adams…
¿Escuchar esas canciones te hace recordar tu pasado y te lleva a escribir esta historia?
Sí, por la rutina o ciertas circunstancias de la vida sentía cierto desapego a la música, o que ya no me acercaba a ella como en la adolescencia, como cuando descubres a Bob Dylan o a Burning. Cuando Bob Dylan descubrió a Hank Williams, dijo que había encontrado la luz y había creado toda su filosofía escuchándole. Y decía de Elvis Presley que parecía que te estaba hablando a ti. Eso te puede pasar más veces, pero como se escuchan las canciones en la adolescencia no se escuchan nunca más, se vive más apasionadamente, estás abierto a sensaciones nuevas, a la amistad, al amor. Empiezas a adentrarte en el mundo adulto, y si lo haces a través de canciones es un tránsito maravilloso, oyes verdades tremendas. La sensación de sentirme alejado de eso me hizo querer acercarme a las enseñanzas que te da esa parte de tu vida que es la adolescencia. Esa inocencia no deja de ser la inocencia del mejor rock and roll. El mejor rock and roll de los 60 y los 70 tenía un halo maravilloso, genera cierta capacidad de fascinarte y alumbrarte con cosas cotidianas. A veces perdemos esa capacidad de fascinarnos porque nos hacemos muy descreídos.
Quizá tenga que ver con el paso de ser tu pasión a convertirse en tu trabajo como periodista musical. Eso puede haberte generado cierta predisposición a caer en la rutina y despegarte de esa ilusión juvenil.
Cierto, sí, llega un momento que la haces obligación y es inevitable, tienes que aportar un criterio y mucha racionalidad. Está bien ser racional, pero hay una parte de pasión, de dejarte alumbrar por la música con una pasión desproporcionada que cuando eres crítico musical contrarrestas intentando poner cierta distancia con las canciones y con los artistas. No sé si es positivo o negativo, pero creo que esa pasión no hay que perderla, es como la necesidad de estar cerca de la música en toda su esencia, como cuando eres adolescente. Quique González dice que es muy fan de sus ídolos, que no quiere renegar de la gente que le marcó. Bob Dylan, en el discurso que dio en los Grammy hablaba de lo mismo, de la gente que le ha marcado y no reniega de eso. Antes de prescriptores o críticos, somos oyentes, y está bien conservar cierta pasión y cierta lealtad hacia esa música. Carlos Zanón, en el prólogo del libro “Berlín, capital Alaska” habla muy bien sobre la lealtad al rock and roll. Cuenta que, sobre todo cuando escribes sobre música, la vida es una negociación constante con las canciones, ser leal al rock and roll que te hizo persona. Aunque escribamos de música, o se te caigan algunos ídolos, ser leal a eso no quita que escribas desde un punto lo más objetivo posible.
En “Martha. Música para el recuerdo” la trama gira alrededor de dos amigos, Javi y Marta, pero la verdadera protagonista del libro es la música, la relación con las canciones.
Sí. “Martha” es un homenaje a lo que nos inspira, las canciones sacan lo mejor de nosotros mismos incluso en los momentos tristes. Hasta las canciones tristes te ayudan a amortiguar esa tristeza. Como dice Tommy, uno de los personajes del libro, son medicina para el alma. Otro personaje, Jero, habla de las canciones como “jodidas oraciones de la calle”, como verdades inmutables. Tenía presente una película de Jean Reanoir, “Esta tierra es mía”, un peliculón en el que Charles Laughton hace de librero al que van a condenar a muerte porque los libros difunden ideas, y hace un discurso maravilloso en el que dice que mientras no puedan quitar esa verdad de los libros, no podrán quitar la vida a la gente. Con las canciones pasa lo mismo: tienen una verdad, y nos acercamos a ella con la idea de que nos inspiren lo mejor de nosotros. Es un homenaje a la música, a través de las canciones y de los artistas que sacan verdades inmutables, más importantes a veces que el entorno que te rodea. En esta época de crisis hay muchos valores que se han perdido, por la corrupción, por la hipocresía política, porque da igual ser de izquierdas que de derechas porque todo está en el aire… Es como la canción de Bruce Springsteen sobre los buitres de Wall Street en “Wrecking ball”: hay unas verdades que tenemos que defender, y las canciones aportan valores a los que nos podemos agarrar como pilares existenciales.
El protagonista desnuda mucho sus emociones con las canciones en el libro. Como autor, ¿te libera, o te da cierto pudor?
Sí, es como eso de echar los demonios o dejar correr las musas. Tampoco lo piensas. Tú escribes para ti, no para el lector, sería una cosa de locos. La gente me pregunta si soy Javi, porque pongo elementos que se relacionan conmigo: la música, el periodismo… Pero lo importante no es cómo te abres o no, el propósito del libro es hablar de emociones que están ahí. Cuando escribes pierdes el pudor, es tan personal que dejas que vuele como sea. Te pueden acusar de cursi o de torpe, pero lo que deseas es hacer algo que tenga que ver contigo y con lo que te inspira la música.
“La vida está llena de preguntas, pero no siempre tienes las respuestas. En el libro la música es el detonante de la lucidez, pero también de explicarnos aquello que no sabemos decir con palabras. Las canciones hablan mejor por mí que yo mismo”
En el libro la música es sentimiento y emoción, pero también una forma de entender el mundo y de expresarse. Por ejemplo, hay un pasaje en el que Javi revive el asesinato de Miguel Ángel Blanco y se cuenta también a través de las canciones que escuchó esos días.
Sí, sin duda. El Javi de ahora no sabe lo que es el terrorismo porque no ha sentido su miedo, le es ajeno, su miedo ahora es encontrar trabajo, un futuro. Por eso en el libro se juega entre el pasado y el presente, ante los diferentes miedos, pero sobre todo ante la necesidad de que esas canciones nos expliquen el mundo. El historiador Tony Judt, en su libro “Postguerra”, cuenta que en los 60 los Beatles protestaban por nosotros, esa forma de protestar te está explicando un mundo que a lo mejor no tienes palabras para describir cuando eres adolescente. La vida está llena de preguntas, pero no siempre tienes las respuestas. En el libro la música es el detonante de la lucidez, pero también de explicarnos aquello que no sabemos decir con palabras. Las canciones hablan mejor por mí que yo mismo. Como cuando le das un disco a la chica que te gusta, que las canciones hablan mejor por ti, o cuando quieres decir a tus colegas lo que te aburre el mundo en el que vives, la hipocresía que te lleva a sentirte un extraño, y utilizas canciones como ‘Blanco y negro’ de Barricada para decir lo que quieres. Esa es la magia de la música y del arte. Aquí cito una película de Aristarain, “Lugares comunes”, una de las mejores películas de la historia, y Federico Luppi dice que no hay que buscar respuestas, hay que seguir haciéndose preguntas. Las grandes preguntas te persiguen toda la vida. La literatura nos tiene que ayudar a pensar, porque haciéndonos esas preguntas seguiremos avanzando. Él habla del dolor de la lucidez, porque el mundo es imperfecto. La música nos aporta esas preguntas que nos ayudan a avanzar explicándonos nuestra vida y lo que nos rodea, sin límites y sin compasión, como diría Luppi (ríe).
Hablando de intercambiar canciones, ya se perdió aquello de grabar una cinta al otro. Nosotros lo vemos con nostalgia, porque lo hemos vivido, pero lo más parecido que existe ahora es colocarle una canción a otro en una red social.
Sí, es tan loable como la cinta, pero pierde… Cada generación tiene sus códigos de acercamiento y de identidad. Nosotros venimos de esa generación, el libro es un homenaje a la generación del casete, ahora son elementos arqueológicos, es como si les hablases de una carroza, y ni eso, porque a lo mejor las ves en Sevilla. Es como si les hablas de faraones. El mero hecho de rebobinar con el bolígrafo era una ceremonia. Es un homenaje a la generación del casete, porque gracias a eso descubríamos muchísimas canciones. Tenía cierto romanticismo y cierta ceremonia religiosa que ahora se ha perdido. Simon Reynolds, en el libro “Retromanía”, dice que internet es nuestro paisaje, como lo era el bar o la calle. Todo pasa por internet, hasta las relaciones sociales, y se pierde cierto contacto con la música que le genera darle cierto valor. El hecho de tener en un click toda la discografía de Miles Davis es una locura, antes requería cierto esfuerzo. Cuando algo te cuesta le das más valor, cuando no te cuesta no lo interpretas igual, pero bueno, también te digo que tener toda la música disponible como ahora es mucho mejor que en nuestra época, y más en la época de nuestros padres, que les costaba un riñón comprar un disco.
En este libro hay varios personajes que ejercen de gurús musicales. ¿Tú has tenido gurús que te han guiado para descubrir música, o has ido buceando solo?
No, yo he tenido gurús, pero no un hermano de un amigo, ha sido a través de internet. Fui autodidacta, me empezó a gustar la música escuchando la radio, me marcaron Los Rodríguez, Platero y Tú, Rosendo, Extremoduro, para mí Robe Iniesta es uno de los cinco mejores letristas de todos los tiempos, a nivel de Serrat y Sabina, con su lenguaje, claro. Apareció internet, me metí en los primeros foros y eso era la panacea. En un foro de música conocí gente que me sacaba quince o veinte años que ya tenían el trayecto musical de su vida mucho más avanzado que yo. Me decía: “Si te gusta Lou Reed, vete a por Los Ramones”. Con el tiempo les conocí en persona, nos mandábamos discos por correo ordinario. Esos son los gurús que me marcaron en la adolescencia.
“Martha” tiene dos tramas: Javi recuerda lo que ha vivido con una chica que ya no está, y tiene que decidir qué hace con su trabajo. Ahí está el segundo mensaje del libro: proteger lo que más le importa, que es su trabajo como redactor musical, o ser fiel a sus principios y sumarse a la huelga.
Sí, Javi lo vive con canciones, no es casualidad que se mencionen canciones como ‘Ballad of a thin man’ de Dylan, no es casualidad, están pasando cosas. Como Bruce Springsteen con “Born to run” o “The river”, en los que hay muchas reflexiones sobre cuando el entorno es contrario, cuando te dejas vencer por la rutina o las promesas no se cumplen y se te viene abajo el mundo de valores, como está pasando ahora. La política es un fraude, los bancos juegan con tu dinero como una ruleta y lo invierten, lo hemos visto con Rodrigo Rato y con políticos de tu pueblo o tu ciudad… ¿Dónde encuentras el sentido? En las canciones. Eduardo Galeano, que ha muerto hace poco, tenía mucha conciencia contra las injusticias, decía que el ayer y el hoy se abrazan y se encontrarán en el mañana. La música te da eso: nos hace recordar lo que queríamos ser, nuestro mundo mejor, con el hoy, y nos proyecta hacia el mañana, a soñar que es posible mejorar las cosas. Yo utilizo las canciones como un chute de energía. Cuando estás decaído, te pones una canción de James Brown y tiras para arriba. Cuando te puede el desamor, te pones a Van Morrison. Cuando falleció mi madre me di cuenta de que la música de Van Morrison me colocaba en un estado emocional que no me había colocado la religión ni nada que se le pareciese. La música me transportaba al estado emocional adecuado para superar ciertas tristezas, con ‘Astral Weeks’ llevándote al estado de Caledonia que él decía, donde todo se vive tan intensamente. Esos paisajes emocionales son los que hay que defender. Hay una frase de Shakespeare…
¿Te refieres a la del libro: “Donde mueren las palabras, nace la música”?
Sí, y hay otra que dice “Sabemos lo que somos pero ignoramos lo que podríamos ser”. Eso es lo que nos pasa a todos. La música a veces te marca el camino con sus acordes, sus melodías, como si fueran artefactos mágicos, y a veces te proyectan hacia el futuro. Eso intento reflejar en el libro, encontrarte a ti mismo. Si crees en las canciones como creíste en su momento, “soy esto que canta Dylan, o esto que canta José Ignacio Lapido”, no lo abandones, tira hacia delante. No vales nada si no vives acorde con tu conciencia. La mayor enseñanza es vivir acorde a tu conciencia.
Una última reflexión: has creado arte a partir de arte. Todas esas canciones que has escuchado a lo largo de tu vida han desembocado en este libro.
Cortázar hizo “El perseguidor” inspirado por la música de Charlie Parker. “Rayuela” es un libro inspirado por el jazz, un laberinto literario que no se puede entender sin la música. Todo el que crea algo viene inspirado por la música con un montón de deudas a pagar. Sin las canciones este libro no tendrían sentido. No quería hacer una enciclopedia de canciones, quería hablar de las emociones que mueven a las canciones, que es lo que más nos debería importar. El arte solo puede trascender si te llega, te roza. Es un homenaje al rock en castellano, que no forma parte del mundo del indie ni de la radiofórmula y es trascendental para entender lo que ha pasado en este país, y un homenaje a grandes artistas de fuera que han hecho avanzar el arte de la música.
Fernando Navarro firmará su libro el domingo 7 de junio en la Feria del Libro de Madrid