“Ya que haces canciones y te las sacas de la piel, es muy importante que todo suene en su sitio, sacar un disco con todas las de la ley”
Este jueves, Fabián tocará en la sala El Sol de Madrid, en un concierto con banda donde le acompañarán César Pop y Txetxu Altube. Es la segunda cita en la capital desde que presentó su último disco, “La fe remota”. Una entrevista de Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
Foto superior: RUBÉN D. CUESTA. Foto inferior: JUAN LUIS GARCÍA.
En sus inicios le comparaban con Quique González o Antonio Vega, pero a fuerza de canciones Fabián se ha construido una identidad propia, tanto como para marcar a otros que han llegado después. Ocurre con su quinto disco, «La fe remota» (La Viejita), un trabajo autoeditado que presenta este jueves en Madrid. Antes de hacerlo, y delante de una cerveza, el músico recuerda cómo empezó todo, cómo se sumergió en la tarea de componer canciones. “Al principio tocaba versiones de grupos que me gustan: Tom Petty, Dylan, Ryan Adams… y un día se me ocurrió hacer una canción. Fue por 2001, 2002”. De aquellos comienzos en su época universitaria recuerda un concierto en Biológicas con su compañero Mario Delgado, en el que se hicieron llamar Música de Cañerías, en honor a un libro de Charles Bukowski. “Nadie nos hacía caso, éramos malísimos”, recuerda dibujando una sonrisa.
Tras aquel primer directo infructuoso pasó a grabar demos con su compañero Mario y con Yuri Méndez, ambos de Pájaro Sunrise, y a presentar sus maquetas a concursos de cantautores. “Me cogieron en un par de ellos y los gané”, explica, refiriéndose a un concurso en Elche en 2004 y el Ceutí en Murcia, que le otorgaron nuevas opciones de tocar. Así dejó de actuar solo en el Café Lebon de su ciudad, León, y saltó a la costa mediterránea. Poco después se animó a grabar su primer epé, “Plegarias”: “Sorprendentemente funcionó muy bien a nivel pequeñito. En 2004, 2005 funcionaba bien Myspace, y me empezaron a salir conciertos en Madrid: El Rincón del Arte Nuevo, el Búho Real…”. Así llegó su primer disco, “Espera a la primavera”, que editó con Liliput Records, un sello que se hundió poco después. “Me desanimé un poco, porque tenía bastantes expectativas, parecía que todo iba a ir relativamente bien, y el sello dejó de funcionar de un día para otro”. Pero cogió fuerzas para grabar un segundo, “Adiós tormenta”, editado esta vez con Vicio Records. “Toqué mucho en Barcelona, pero en el resto de España era un poco cojo, y dejé de currar con ellos, el sello también quebró”, cuenta.
Con dos primeras experiencias discográficas un tanto tormentosas, Fabián se trasladó a Colombia para hacer una gira con Manolo Tarancón, y de aquel viaje surgió una amistad y una idea con la que ha reconducido su carrera: “Decidimos editar nuestros propios discos, creamos una asociación cultural, La Viejita Música. ‘Después del incendio’, ‘La brisa leve’ y ‘La fe remota’ los he editado así. Y estoy muy contento, con autoediciones, sin ningún tipo de promo, sin sello, sin editorial… vengo a Madrid y estoy llenando salas, y toco por toda España. Creo que es un logro bastante aceptable. Aún así soy consciente de que yo solo tampoco puedo llegar a mucho más. Pero estoy bastante contento”.
En pocos años, Fabián ha conocido lo agrio de dedicarse a la música, pero los sinsabores se han ido convirtiendo en alegrías, y “todo a fuerza de canciones. Inviertes algo de dinero en publicidad de Facebook, pero poco más [ríe]. Lo demás lo hace la música, son las canciones las que me han traído hasta aquí. Suena muy poético, pero es cierto”. Esa línea que defiende, y que se asociaba a Quique González y Antonio Vega, se amplía a otro tipo de artistas nacionales, como Cecilia, a lo que se suman muchas influencias internacionales: “Últimamente me da un poco de vergüenza decirlo, pareces un hipster, pero soy muy fan de Radiohead y Wilco, son mis grupos favoritos. Me gusta muchísimo Ryan Adams, Death Cub for Catie, Jeff Buckley, todos los cantautores anglosajones…”. Además, reconoce haber escuchado mucho a los cantautores franceses: “Mis padres tenían muchos discos de ese tipo, yo nací en Suiza”. De esa coctelera de influencias, algunas se cuelan en sus discos: “Yo hago canciones pop, pero canto en castellano, no voy a hablar del Misisipi. En ‘He quedado con los chicos’ hablo del Curueño, un río que pasa por mi pueblo. Hablo de las montañas de León, pero con un aire muy de música de raíz americana o de pop anglosajón”. En su música está lo que escucha, en sus letras, lo que vive.
“La fe remota”
En los diez temas de su quinto disco, “La fe remota”, Fabián hace un viaje estilístico que arranca con ‘Turista’, un tipo de canción nueva para él. “Tiene un funky muy suave, toca la música negra… y me parecía bien empezar con una letra censurándome a mí mismo, como a cualquier turista accidental se me conoce por mis vicios. Somos así, somos un poco horrorosos. Me hacía gracia empezar el disco diciendo eso. ‘Turista’ y ‘Sálvalo’ son dos tipos de canciones que no había hecho nunca”, separadas por ‘Herida y cicatriz’, una canción tremendamente envolvente, “muy típica mía”.
La otra innovación del disco, ‘Sálvalo’, “entronca con el progresivo, hay un solo de trompeta y de guitarra que tiran al free jazz, hay cambios de tono…”, explica. Ese solo de trompeta demuestra cómo cada elemento tiene su espacio en sus canciones, brillando sin tener que pisar demasiado el resto. “Desde el primer momento hemos hecho las cosas nosotros. Hemos aprendido a grabar, masterizar, tocar y escribir trabajando. Ya que haces canciones y te las sacas de la piel, es muy importante que todo suene en su sitio, sacar un disco con todas las de la ley. Si grabamos una trompeta, tiene que estar ahí porque significa algo, tiene que tener su protagonismo. Otras cosas están ahí porque sostienen otras”. Esa filosofía ha evitado que sus canciones estén llenas de ruido innecesario: “Si tiene sentido el ruido, sí, pero lo importante es que tenga sentido, lo que mandan son las canciones. ‘Sálvalo’ termina muy en alto, con un solo increíble de eléctrica y guitarras distorsionadas, y tiene sentido, pero ‘Los relámpagos’ es muy sencilla, con una guitarra acústica y poco más. A cada canción lo que le hace falta”.
El resto del viaje musical recala en temas más rock, como el eléctrico ‘Gorriones’, o ‘Premio y castigo’, en esa misma onda. “Lo bueno de estas dos canciones es que en acústico también suenan, o con formación chiquitita. Las canciones siempre están creciendo, son entes vivos”, aclara. ‘Camina conmigo’ lo enmarca entre los temas típicos de su factura, y lo relaciona con Simon & Garfunkel. “Se parece a los temas andinos, van por ese camino”, apunta. Al escucharlo, es fácil imaginarse la escena de un grupo de gente sentado en círculo alrededor de una hoguera a medianoche: “Tiene ese rollo de estar sentados, coger una guitarra y ponerse a tocar, esos temas folk de toda la vida”.
Editado también en vinilo, la cara B del disco arrancaría con ‘He quedado con los chicos’, “una canción muy pop, toca incluso el indie por la guitarra eléctrica que hay por detrás, aunque habla de León, fíjate qué indie es [ríe]. La escribí con el piano”. De ‘Las musas’ destaca cómo está tocada: “Tiene una afinación abierta, me gusta mucho tocar así y lo hago en los discos. La asocio con ‘La tempestad’, una canción de ‘Después del incendio’. Me recuerda a esas canciones pausadas, con toda la banda tocando en una sala grande”. En ‘La inmensidad’ se acerca más al blues y al soul, con una melodía melancólica: “Todas mis canciones tienen un punto de melancolía, de nostalgia, pero siempre tienen un punto esperanzador. ‘La inmensidad’ al final es una canción de amor”, advierte. Sobre la canción de cierre, ‘Los relámpagos’, aclara que es una canción de Carlos Madrid, “uno de los escritores de canciones más increíbles que conozco. Salía en el epé ‘El agua negra’, y me apetecía mucho hacerla. Tiene unas cuantas que son una pasada”.
La voz marca
Mientras sus canciones hacen un viaje del folk al blues o al soul, su forma de cantar, susurrante y calma, marca mucho el sendero. Reconoce que su voz ha influido mucho en su forma de construir canciones. “Cada uno juega con sus armas. Me gusta mucho que se me entienda cantando, me gustan los coros, las voces habladas, me gusta mucho Elliot Smith, mi forma de cantar influye en mi forma de hacer canciones. Me gustan los medios tiempos, las canciones pausadas”. En una crítica a “La fe remota”, nuestro compañero Eduardo Izquierdo definió así su forma de cantar: “En su voz está la cuestión. O te seduce, como es mi caso, o directamente te empalaga en ese eterno susurro. Y eso es bueno. Los artistas que no provocan sensaciones neutras son los que valen la pena”. Le preguntamos si está de acuerdo con esto. “Hombre, molaría provocar sensaciones a favor todo el rato. De todas formas, a medida que me voy haciendo un hombre, ya tengo que bajar canciones de tono [ríe], porque tengo la voz muy grave. Y no canto en medio falsete, pero llego a tonos muy altos y me encuentro cómodo en esos registros. Yo quiero provocar sensaciones, lo que hacemos es comerciar con sensaciones. Hablábamos de los artistas anglosajones, y eso es muy normal en el tipo de música que yo escucho. Creo que es influencia de ese mundo”. Quizá eso le distinga de otros músicos que cantan en castellano. “Puede ser”, reflexiona.
En los últimos meses, “La fe remota” ha viajado por España en conciertos en trío o con banda, y volverá a hacerlo este jueves 26 de mayo en la sala El Sol de Madrid. Le acompañarán Juan Marigorta a la guitarra y Alfredo González a los teclados, “dos cantantes muy buenos, hacen unos coros increíbles, cuidamos mucho eso”, además de David Nieto, “un gran bajista con el que llevo tocando toda la vida” y a la batería, Pepe López: “es un animal, es de los mejores baterías que han visto mis ojos nunca, y cuando coge la guitarra eléctrica lo mismo, y con el bajo igual”, afirma. Tras haber presentado el disco formalmente el pasado enero en la capital, esta vez hará un repaso de toda su carrera. “Llevamos un repertorio de unas veinticinco canciones preparadas, van a venir a tocar César Pop y Txetxu Altube, va a ser una fiesta”.
No hace mucho que Fabián se ha trasladado a Madrid, aunque no sabe por cuánto tiempo. “Me apetecía venir, era una espinita que tenía clavada toda la vida. Bueno, está muy bien, pero hoy en día tampoco es un punto de inflexión. Yo tengo mucho trabajo hecho de atrás, ya conozco a mucha gente aquí. Ha surgido la oportunidad de venir y estoy muy contento, aunque hoy en día se pueden organizar las cosas sin tener el campamento base aquí”, declara. Después de verano seguirá girando, dentro de la iniciativa Artistas en Ruta de la AIE. Y mientras tanto, sigue dejando que las canciones crezcan y tomen otras vidas. Contemplando la portada de su último disco, obra de su hermano Rubén, señala el camafeo que lleva puesto: “Es una pistola de juguete que me encantaba de pequeño, me lo compró mi hermano”, cuenta. No podemos irnos sin preguntarle el porqué de su fe remota: “El lugar más remoto es el que llevamos dentro y todavía no conocemos en realidad, muchas veces nos sorprendemos a nosotros mismos con una fortaleza que no sabíamos que teníamos. Nos vamos descubriendo, pero mientras no lo hacemos, el lugar más remoto es ese, porque lo llevamos dentro y no sabemos que lo tenemos. Tener fe en uno mismo es tener fe en lo remoto”, reflexiona. “Es un poco Paulo Coelho, pero es un poco cierto”, ríe.