Marisol / Juan Carlos Calderón
«Carola De Día, Carola De Noche»
LP: ZAFIRO, 1969
Texto: VICENTE FABUEL.
Cada vez resulta más complicado encontrar discos redondos. Entiéndase, formalmente suelen ajustarse perfectamente al «turntable»: mis vinilos (o CDs) actuales son circulares, cilíndricos, esféricos, redonditos si se quiere, pero… redondos, lo que se dice redondos (¿?)… Diariamente te enfrentas a discos dispersos, imprecisos, irregulares, tan sobrados de barroquismo como minutaje, valorables en momentos puntuales pero desprovistos del control necesario en términos de sonido, dirección y producción. Aunque esa percepción venga de mucho antes, la triste deriva actual de la industria discográfica ha propiciado indirectamente una evidente –y jamás declarada– guerra contra oficios históricamente tan respetables como el de productor, arreglista o A & R manager. En definitiva, todo indica que estamos asistiendo a la debacle de eso que globalmente se dio en llamar la producción ejecutiva. Cierto, no es nada agradable tener la certeza de que buena parte de la producción actual aparece como lastrada antes incluso de que sus supuestas prestaciones comiencen a aflorar. Si por un lado convives con una cierta sensación de vértigo ante un futuro musical que –por lo comentado– pudiera lastrarse en términos de creatividad, por otro, me tranquiliza pensar que es del todo improbable que toda una generación llegue a compartir mis particulares aprensiones. En cualquier caso, no parece un panorama muy halagüeño comprobar día a día cómo se trunca una forma de hacer discos con la que te has sentido familiarizado durante décadas y que, obstinadamente, los modernos sistemas de producción se obsesionan en bloquearte la conexión.
Pero no quisiera pecar de reduccionista, mentiría si les dijese que no dispongo de alternativas. Me siento tan afortunado descubriendo diariamente músicas rotundas, macizas y categóricas, de aquí y de allá, de ahora y de siempre que, sinceramente, me da vergüenza quejarme. Alguna veces les cuento sobre alguna de ellas. Otras, para que vean, se tropieza con otro tipo de disco más desigual, más endeble, de concepto vago y distraído podría decirse, y sorprendentemente compruebas alborozado que, a pesar de todo, el disco funciona igualmente. Como este olvidado LP de cuando Marisol era una joven estrella. Probablemente, los LPs de Marisol sean de los artefactos sonoros hispanos menos transitados por casi nadie, ¿alguien ha escuchado alguna vez y entero todo un LP original de cuando Marisol aún no era Pepa Flores? De haberse atrevido algún temerario, no parece probable que fuese con esta oscura banda sonora de su film “Carola de Día, Carola de Noche”. Disco y película se encuadraban ambos en ese periodo en que la estrella infantil dejaba de ser una niña y sus productores intentaban relanzarla –con desiguales resultados- al mercado juvenil y adulto, para lo cual la productora Goyanes encargó una banda sonora adecuadamente moderna a Juan Carlos Calderón. Y a fe que lo hizo.
Empezamos. El tema que lo abre vendría a demostrar cuán pocos han escuchado el disco. En rigor, se trataría nada menos que del verdadero debut discográfico de las Vainica Doble, un año antes de la aparición de su primer single, ‘La bruja’ (1970). Casi una fruslería de tonillo medieval que se crece bien mecida por la hermosa voz de Gloria Van Aerssen y que presumiblemente aparecería en los títulos de crédito de este film de Jaime de Armiñán, ya que en el álbum así viene acreditada: ‘Títulos’. Acto seguido, Calderón empieza su recital de música incidental con potentes instrumentales de corte groove-soul que, a deducir de sus títulos (‘Presentación’, ‘Encuentro en el Chez Nous’, ‘En la sauna’), amenizarían las escenas en clubs, discotecas y demás ambientes “in” del momento, y de los que habría que destacar el llamado ‘Marcha de Aida’, un enfebrecido exploito de la conocida marcha operística de Verdi, aquí trascendido por una guitarra desbocada de fuzz y demás efectos psicodélicos ad hoc. La estrella Marisol viene dosificada con cuentagotas: el pimpante número de ska ‘Una muchacha igual que todas’, la inevitable balada de corte Burt Bacharach que es la hermosa ‘Te amaré’ o el potente número de beat que aparece acreditado como ‘Plaisir d’amour’. Ni un solo tema que mereciese el honor de aparecer en single, ya ven, pero finalmente con otra de las grandes sorpresas del disco: la vibrante ‘Canción de la libertad’, bello midtempo de corte popsike y aire vainiqueño y al que esta mañana no ha habido más remedio que volver y volver varias veces. Inopinadamente hay incluso algún tema interpretado con una no identificada voz masculina (¿?) y por supuesto, el asiduo ladrillo con el que habitualmente castigaban a la estrella: unas inoportunas ‘Colombianas’ de imposible encaje en este frustrado proyecto de puesta al día y modernización, que nadie escuchó en su momento. Morbo extra, pues, a uno de esos discos tan irregulares como atrayentes, para mas inri con nula información sobre los músicos participantes, pero con los que a veces te tropiezas logrando que te hagan feliz.
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