Extravagante: Jonathan Richman

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Extravagante: Jonathan RichmanJonathan Richman
A qué venimos sino a caer
LP / CD: MUNSTER, 2008


Una sección de: VICENTE FABUEL.


Quizás todo pudo comenzar cuando lo vimos cantar encaramado a un árbol en el divertido film de los hermanos Farrelly, Algo pasa con Mary (1998). Sirviendo de contrapunto en varias escenas de la película, y acompañado de su inseparable Tommy Larkins, el entrañable Jonathan contaba –casi más que cantaba– tres canciones que en su vulgar traducción “cantabile” por el doblaje español, aportaba un plus de comicidad extra a ese buen film sobrado de ella, y que indefectiblemente no iba a caer en saco roto en su trayectoria posterior. Definitivamente aparcados sus inicios de los primeros 70 cuando a bordo de The Modern Lovers pareció decidido a gestionar/redefinir el legado de The Velvet Underground, la desigual carrera del hombre que un buen día mutó de Lou Reed a Buddy Holly, a través de los 90 había comenzado a lucir la cara pansida de los que llevan tiempo aporreando una puerta y nadie de dentro se da por enterado. Miento (“¡sorry!”), la cara de este artista extremo puede haber mostrado los reveses encajados (¡cómo no!) pero ni todas sus arrugas juntas han dejado nunca de mostrar su apuesta vital por la misma música divertida, ingenua y apasionada de siempre, aunque el equivocado símil no esconda que aquellos años bajos estuvieron a punto de arrinconarlo definitivamente en términos de apreciación popular.

A qué venimos sino a caer (premio a quien hogaño supere tamaño titulazo) explica como nadie qué de magnífico y terrible le ha ocurrido al bostoniano en estos últimos tiempos. Esta exquisita colección editada con mimo por Munster Records (de espléndida y sugerente portada con un magnífico retrato del artista) recoge canciones cantadas en español, francés, italiano e incluso una en inglés, el rumboso número de northern soul “My baby loves loves loves me”. Casi todas ellas procedentes de discos recientes de los últimos cinco años, adaptadas con ese su particular calzador de métricas imposibles (por las que humildemente pide perdón a Espronceda) y grabadas aquí y allá desde Tarifa (Cádiz) a San Francisco (California). Todas al hilo de ese interés que a JR le ha venido por girar incansablemente por el sur de Europa, usar sus lenguas e incluso MODIFICAR las estructuras de las canciones cada vez que les pone palabras extranjeras.

Y ahí se llega al punto en que el disco pasa de ser una mera compilación a un trabajo autónomo en toda regla. Más allá de mostrar cómo suenan viejos temas adaptados a otras lenguas (el hilarante y feliz ejemplo de “Vampire girl” podría decirlo todo), esas canciones trasformadas revelan nuevas caras de esa –tan vitalista como fatalista– poética que este gran compositor de juguete viene expresando con brío, ternura y aún dueño de una determinación incombustible. No se olvide que a bordo de unos idiomas con los que el artista tiene una relación tangencial y que por ello, ni por asomo cae en la caricatura. Insólito. Si este prodigio llegase a interesarles en vinilo, dense prisa, pues, me dicen que la tirada de 500 ejemplares ha volado ni se sabe cómo.

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