«Lograba que su fraseo, por comparación, no desentonase demasiado al lado del hieratismo de Marlene Dietrich o de ese desquicio exótico habitual en Eartha Kitt»
Honor Blackman with Patrick MacNee
«Everything I’ve got»
DECCA,1964
Una sección de VICENTE FABUEL.
Aterriza el nuevo film de la saga Bond 007, sin duda la más potente franquicia de toda la historia del cine. Y a pesar de que, como suele ser habitual, viene acompañada del ramplón pero efectivo eslogan publicitario, “probablemente la mejor entrega en muchos años”, el triste devenir de la serie no parece tener mayor objetivo artístico que apurar los cincuenta años transcurridos desde sus rutilantes orígenes a la inanidad actual. Brindemos, pues, por sus inicios y por las deslumbrantes chicas Bond, de menguante relevancia en cada nueva entrega. Las únicas chicas que podían hacer sombra en aquellos días a las chicas Bond eran las chicas de la serie televisiva británica de spy-fi “The Avengers» (aquí en TVE “Los Vengadores”). Era cuando la ciudad de Londres cuidaba los detalles.
Bulliciosa y excitante, London siempre parecía dispuesta a ganar cualquier competición que tuviese el pop más atrevido como meta. No solo había superado el escollo de que el beat llegase de Liverpool con los Beatles, que ya era superar, es que era una ciudad tan esnob que podía convertir en mito a un simple peluquero vendedor de champús (el caso de Vidal Sasoon), transformar en un héroe nacional a un televisivo y teñido DJ que iba a resultar uno de los mayores pedófilos del Reino Unido (Jimmy Saville), o lograr hacer estrellas por primera vez tanto a una modelo negra (Donayole Luna) como a otra completamente anoréxica como Twiggy. Debió ser por eso que al London de entonces le llamaban swingin…
En el umbral de la época más «fashion» e indolente de los años sesenta, cuando los sonidos del ye-yé inglés se situaban en la plataforma del programa televisivo ‘Ready, steady, go’, la bella Honor Blackman, la primera actriz que había protagonizado esa modélica serie de culto que fue «The Avengers», se decidió a grabar uno de esos discos perfectamente prescindibles en su día –de hecho, olímpicamente ignorado–, pero que con el paso del tiempo, su crecida proyección mediática hace de él y como sin querer, un reconocible icono simbólico. Miss Honor Blackman, la única protagonista de “Los Vengadores” que también llegó a ser chica Bond (memorable su agresivo personaje Pussy Galore en “Goldfinger”, si recuerdan la tórrida escena con Sean “Bond” Connery en el pajar), no fue la única «partenaire» que lució el veterano, flácido y al tiempo «supercool» Patrick MacNee durante la docena de temporadas que la serie aguantó en antena. Todas esas (malas) chicas grabaron (buenos) discos, desde la mítica Diana Rigg (Emma Peel) hasta Linda Thorston, e incluso la prota de la segunda parte de la serie, “Los nuevos Vengadores”, la pizpireta y setentera Joanna Lunley se descolgaría en 1994 cantando con los Pet Shop Boys en su “Absolutely fabulous”.
Sin embargo la más cantabile de todas ellas fue la Blackman, por cierto aún en activo a pesar de haber sobrepasado ampliamente los 80 años. HB grabó este razonablemente adorable elepé en 1964 intentando prolongar el éxito del primoroso single ‘Kinky boots’ (Decca, 1964), que había grabado con Patrick MacNee y que este long-play incluye, y con la ayuda de algunos buenos profesionales de la Decca (Ivor Raymonde, Mike Leander y Marcel Stellman) la estrella pop protagonizó un disco de sonido más adulto, algo así como de un refinado cabaret pop, tan alejado de la burbujeante frivolidad pop del single que lo había precedido, como de las adustas divas del cabaret que entonces funcionaban. Mucho más que una principiante, la Blackman se expresaba como si fuera una profesional de todo aquello. Lograba que su fraseo, por comparación, no desentonase demasiado al lado del hieratismo de Marlene Dietrich o de ese desquicio exótico habitual en Eartha Kitt. Ciertamente, una voz sorprendente para toda una profana en la materia. Cantaba –o susurraba, qué más da– a Lennon & McCartney (‘World without love’), a Aznavour (la excelente bossa ‘Tomorrow is my turn’) o a los clásicos americanos de siempre como Rodgers & Hart y Jerome Kern.
Además, ¡atención!… a la dama no le faltó su puntito visionario: atreverse con Serge Gainsbourg (antes que su colega Terry un año después con ‘Poupée de cire, poupée de son’, aunque convendrán que no es lo mismo) interpretando glamurosamente nada menos que ‘La javanaise’, bajo el sorprendente nombre inglés de ‘Men will deceive you’ (Los hombres te defraudarán siempre). Es de suponer que un chiste inocente sobre este inmaculado y oficioso himno nacional francés sobre el que nunca leí que su autor llegase a comentarlo. Volvamos al glamour originario de la saga Bond echando un último vistazo a esta bendita hembra en la portada de su disco: toma una copa al lado del Rolls y de la avioneta particular. El álbum se titula “Todo lo que tengo”.
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