Elvis Presley
Almost in love
RCA, 1970
Una sección de VICENTE FABUEL.
“¿El Rey, qué Rey?
“El Rey del Rock, Sr. Presidente”.
Así se presentó Elvis Presley en la Casa Blanca solicitando audiencia al Presidente Nixon la mañana del 21 de diciembre de 1970. Acompañado de algún miembro de su equipo, vestido con uno de esos fachendosos trajes que usaba en sus actuaciones y golpeando la cancela de la residencia presidencial como si fuese un vulgar turista. Las noticias de aquel impagable encuentro entre dos pesos pesados de los paranoia norteamericano de la época, y que recientemente –fotografías y documentos– ha recogido una exposición en California, en modo alguno son nuevas. Lo sabían los acérrimos del rocker, en varios libros se había despachado el asunto, e incluso un descacharrante telefilm, Elvis meets Nixon (Allan Arkus, 1997), nos había llegado a dar buena cuenta de ello tras un intempestivo pase nocturno en Antena 3.
Más allá de superar con creces la categoría de lo anecdótico, el motivo de tan disparatada cita no fue otra que la de solicitar a Nixon le concediese la placa de Agente Federal. Elvis se había percatado de que el Presidente estaba obsesionado de forma paranoica con buscar enemigos de América debajo de la alfombra y en su ya inevitable deriva hacia las Vegas el rocker entendió que muchos de esos enemigos eran precisamente la competencia que le estaba arrinconando: por ejemplo, el comunista (¿?) Lennon y los Beatles, el soul y el black power o el auge del hippismo político y el consumo de drogas. Cuesta admitir tamaña indignidad en un artista que acababa de firmar algo tan sublime como “Suspicious minds”, pero el inclasificable personaje Elvis se desmonta por si solo si tenemos en cuenta que en esos días el rocker llevaba en su repertorio “Hey Jude”, acababa de redondear un magistral puñado de grabaciones en clave soul (Elvis in Memphis) y, según cuentan las crónicas, of course, en esa cita estaba dopado de pastillas hasta el culo. Como titulaba el film documental que se estrenaría ese mismo año, That’s the way it is. Elvis: Así es como es.
Por eso, los aún reacios en su estrafalario magisterio pueden valerse de uno de sus teóricamente más insignificantes LPs (uno de esos que recogían canciones de execrables films y fueran editados directamente en series baratas) para abdicar de su solemne terquedad y comprobar la riqueza, ambivalencia y complejidad que habita oculta tras la supuesta vulgaridad cotidiana del gran artista. En su inquietante enfrentamiento a cualquier canción, Elvis podía encontrar cualquier cosa menos el sentido del ridículo, podía alternar el cool con la histeria sin inmutarse lo más mínimo. Igual daba el dopante northern soul high class de “Little less conversation” o “Rubberneckin” que el tremendismo barato de “Charro”, igualmente top en su desmedida hipertrofia. Quedaba claro que nunca debió bajar del Río Grande. Pero como la cita con Nixon, Elvis lo hizo más de una vez.