Extravagante: Dave Pike Set

Autor:

Extravagante:<br /> Dave Pike SetDave Pike Set
Noisy Silence-Gentle noise

LP, 1969 / CD, UNIVERSAL



Una sección de VICENTE FABUEL.


La música alumbra el mundo. Es luz, color y energía. A veces basta una sola canción, apenas unos segundos, para definir una época. Mad Men, la nueva serie del guionista de Los Soprano Mathews Weiner que semanalmente emite Canal Plus, es modélica en ése –y otros– sentidos. Podría definirse como una prolongación televisiva de El apartamento, el clásico de Billy Wilder. En clave dramática aunque igual de mordaz que su modelo, suele mostrar coincidiendo con los créditos finales un extracto de una canción de la época en que trascurre la serie, el Manhattan neoyorkino de 1960 habitado por tiburones del negocio publicitario para, a modo de pincelada final, ayudarnos a recapitular esos guiones maestros sobre historias de sexo, arribismo, poder y supervivencia.  Potenciadas por sus impactantes imágenes, ha habido ocasiones en la que alguna de esas clásicas (el “Botch-A-Me” de Rosemary Clooney, el “My Special Angel” de Bobby Helms o incluso el “Let´s Twist Again” de Chubby Checker) me han parecido dotadas de extraños significados no captados en docenas de anteriores escuchas. Misterio, casi para jurar que se trataba de otras versiones. Debe de ser ese extraño poder mutante de la música capaz de lucir caras distintas en cada nueva audición. De cualquier modo, extrañas sensaciones a la altura misma del tono profundamente insano que destila esta fascinante serie. Punto y seguido.

Por esos mismos años comenzaba su andadura en solitario el vibrafonista norteamericano Dave Pike. Ignoro si en su día los discos de este jazzman oscuro y misántropo ofrecían el mismo caudal de información que ahora muestran, aunque se duda, pero en la actualidad, con la oportuna distancia que a veces otorga el tiempo, sí se puede afirmar que su música define como pocas los ambientes mundanos y cosmopolitas (en su versión más “engagé”) de la sociedad  neoyorquina intelectual y chic de esos años. Tras doctorarse acompañando a figuras como Paul Bley, Dexter Gordon o Herbie Mann inició carrera en solitario, en realidad con su combo el Dave Pike Set, un selecto cuarteto de superdotados a los que por si hiciese falta se sumaban a la fiesta en puntuales ocasiones colegas como Herbie Hanckock, Bill Evans o Kenny Burrell. ¿Se imaginan el sarao? No debería de costarles mucho porque su obra esta perfectamente reeditada. Aunque plenamente intensa, una más bien corta discografía con esa capacidad innata que tienen las obras maestras para impregnar con especial hondura el sonido de una época. Hasta hace nada, los discos de Dave Pike no fueron más que un secreto entre “coinnesseurs” que nunca trascendieron el pequeño cenáculo de aficionados y los propios músicos. Dentro de su aparente clasicismo formal, Dave Pike hizo discos singulares, individualistas y en cierta forma osados, discos que discutían esa ley no escrita –aunque inexorable en el mundo del jazz–  que si no llegaba a excluir, en cierta forma marginaba la obra que no rebosaba negritud, marginación y desobediencia. Claro que Pike era blanco, físicamente incluso  podría decirse que le daba un aire al lado mezquino del actor Michael Caine, y sus pletóricas demostraciones de ese sofisticado psychedelic jazz que igual incluía guiños al pop que al soul, a la bossa que a los experimentos ácidos, lo mostraba como un artista autosuficiente que marcaba con criterio su propio camino. En cualquier caso, y ahí se va, escuchar hoy álbumes como Jazz for the jet set (Atlantic, 1965), Manhattan latin (Decca,1965) o The doors of the perception (Vortex, 1970) revela el enorme poder de la música para mutar y sobrevolar de nuevo incluso a mayor altura que cuando se creó. Como ventanas a través del tiempo, estos discos sugieren unas perfectas vacaciones mentales por las que escudriñar una época que nunca vas a ver. Como se decía más arriba, acompañadas de unas buenas imágenes, la capacidad de estas músicas para explicar aquellos días no tiene  precio.

En 1968 el músico marchó a Alemania, incluso formando parte de la banda del baterista Kenny Clarke no descuidó sus propios discos entrando en la efervescente y libérrima factoría del sello MPS. Enseguida se descolgó con este gran Noise Silence-Gentle noise (1969) dando una vuelta de tuerca más en su afán por explicar con sus baquetas de cabeza de lana la turbulencia de aquellos años revueltos. Rodeado de excelentes músicos alemanes (un saludo al gran Volver Kriegel, su guitarra y su sitar) el disco proponía un recorrido jazzy y trippy sobre sonidos de la vanguardia del momento (incluía una rutilante versión del “Mother people” de los Mothers de Frank Zappa), recogiendo la excitación que el reciente radical Festival de Essen (con la actuación de The Mothers of Invention a la cabeza y la plana mayor de rock alemán de esos días: Amon Düül, Guru Guru o Tangerine Dream) había sembrado un año antes en la elite musical germana que preparaba el lanzamiento mundial del glorioso kraut-rock bajo el lema de “Let´s take a trip to Asnidi”.  Probablemente de éste u otro trip, el vibrafonista y su set se sacaron de la manga uno de los grandes ases de finales de década, el corte más valorado del disco, ese santo grial de la fusión sitar.rock.jazz que bajo el nombre de “Mathar” hoy vende adrenalina y agiganta la categoría visionaria de este LP mutante que hoy me sirve para recordar al gran Dave Pike e intentar de paso aumentar su escasa feligresía.

En :

Artículos relacionados