DISCOS
«Llama la atención el tono de los textos, rebosantes todos ellos de una indisimulada épica caballeresca. Ese carácter encaja a la perfección con la forma de ser de Loquillo»
Loquillo
Europa
WARNER, 2025
Texto: JAVIER ESCORZO.
El año pasado, Loquillo celebró los treinta años de su proyecto de poesía contemporánea. Lo hizo por todo lo alto: por un lado, publicando un lujoso y completo libro disco que resumía el trabajo que, a lo largo de tres décadas y con la ayuda de su fiel amigo Gabriel Sopeña, el del Clot ha ido desarrollando en álbumes como La vida por delante (1994), Con elegancia (1998), Mujeres en pie de guerra (2004), Su nombre era el de todas las mujeres (2011), Loquillo en Madrid (2012) y La vida es de los que arriesgan (2023); por otro lado, emprendiendo una gira que suponía una importante apuesta escénica y artística. Un prolijo material, y más si se tiene en cuenta que se trata de un proyecto paralelo, elaborado en los tiempos muertos de su carrera principal como artista de rock.
No se trataba, ni mucho menos, de un punto final. De hecho, el libro disco (Transgresiones. Antología poética 1994 – 2024) ya incluía tres cortes del que iba a ser su próximo trabajo, que acaba de ver la luz. Se titula Europa y está dedicado al poemario homónimo de Julio Martínez Mesanza. El álbum, que ha sido producido por Josu García, reúne nueve poemas musicados por Gabriel Sopeña. Lo primero que llama la atención es el tono de los textos, rebosantes todos ellos de una indisimulada épica caballeresca. Ese carácter encaja a la perfección con la forma de ser de Loquillo, que siempre ha promulgado su fidelidad a una serie de valores que la modernidad parece querer relegar al olvido.
«En las manos de Dios está la vida / prepara siempre el último combate». Así comienza un disco que utiliza términos como yelmo, victoria, justicia, espada, guardia, torre, ballesta, arco, flecha, asalto, armadura o cota de mallas. Todo ello remite directamente a la época medieval, pero no parece probable que sus autores hayan pretendido construir un cantar de gesta en pleno siglo XXI, sino más bien utilizar estas imágenes como símbolo de algunos combates que se siguen librando en nuestros días. Seguir sacando discos de poesía puede ser uno de ellos. Hacer las cosas a la manera de cada uno, decir siempre lo que se piensa o defender un personal código de valores frente al relativismo reinante serían otros. No olvidemos que hablamos de un artista que ya en 1985 cantaba aquello de «yo me quedo con los radicales / orgullosos de mirada altiva / regidos por leyes naturales / que el tiempo hará insobornables / Código de honor / lealtad o muerte». Las ilustraciones, obra de Fernando Pereira (portada y contraportada) y de Miguel Quesada (cuadernillo interior), indicen en esa misma línea heroica, con estampas de caballeros en diferentes lides del combate. Estas ilustraciones solo se pueden disfrutar, obviamente, en la edición física, en exquisito vinilo blanco.
Musicalmente, el álbum supone un paso más en el proceso de fusión entre las facetas rockera y poética de Loquillo. Así, mientras los primeros discos se abrían a una mayor variedad de estilos (chanson francesa, fado, son cubano, swing…), este Europa se centra en el rock. Un rock adulto y lleno de matices, como los de ese órgano hammond que, de tan presente que está en “El último combate”, hace recordar al de “A whiter sade of pale”, el clásico inmortal de Procol Harum. Hay momentos de mayor potencia (“De amiticia”, electrificada oda a la amistad), y otros más sutiles en los que asoma el viejo cantautor (“Asedio”). Hay saxos que estremecen (“También mueren los caballos en combate”) y cuerdas que arrullan (“La huella”). Hay gritos desgarrados (“Después de Hattin”) y un recitado que cierra con autoridad el trabajo. «Hay espadas que empuña el entusiasmo / y jinetes de luz en la hora oscura». Hay, en definitiva, un artista cantándole al fulgor de un mundo que se extingue sin remedio. Mientras algunos lo habitemos, seguirá existiendo.
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Anterior crítica de discos: Emocional, de Victorias.