LIBROS
«La historia del catalán Eugenio, uno de nuestros mejores cómicos, quien zarandeado por la vida, lo tuvo todo y todo lo perdió»
Gerard Jofra Alcaide
Eugenio
LIBROS CÚPULA, 2018
Texto: César Prieto.
La figura del payaso triste se ha convertido en un arquetipo transversal a cualquier manifestación artística. Cuadros, alguna ópera, películas… beben de esta imagen que suele aprovecharse con sensiblería y casi con morbosidad. El problema se presenta cuando este arquetipo resulta que se ancla en la realidad, que en ocasiones sucede, porque entonces el dolor también es real. Así fue la historia del catalán Eugenio, uno de nuestros mejores cómicos, quien zarandeado por la vida, lo tuvo todo y todo lo perdió, como revela esta biografía escrita por su hijo Gerard, sucinta en hechos y datos, pero desarrollada con morosidad en ciertas escenas trágicas, hirientes para el lector, casi leídas con pudorosa molestia.
Eugenio Jofra irrumpió como humorista en esos confusos televisivamente años 80 y se hizo fuerte en el mercado de gasolineras, desde el que despachó millones de copias cuyos derechos nunca fueron abonados, según señala el libro. Los largos veraneos a mil kilómetros del domicilio en coches que circulaban por carreteras de dos carriles exigían la salsa de un humor que desvaneciera el aburrimiento. Había sido descubierto como humorista casi por casualidad, porque Eugenio venía de una carrera artística que en la que había formado dúo con su mujer, Conchita, y ambos habían grabado algún disco con adaptaciones musicales de poetas catalanes o canciones tradicionales. Incluso en el año 70 quedaron cuartos en la gala que escogía el representante para acudir a Eurovisión tras Julio Iglesias —el representante—, Nino Bravo y Mocedades. Ello le lleva a actuar en pubs con pequeños escenarios en Barcelona —eran muy comunes— e incluso a comprar uno: el Sausalito.
Allí, en los descansos de las actuaciones, contaba chistes con tanto éxito que pensó en hacer una autoedición de sus historias y venderla entre el público. Dio la casualidad de que una noche acudió a Sausalito un gallego que le compró el casete y se lo dejó a un amigo, locutor de radio, para que la escuchara.
La primera vez que la voz de Eugenio sonó en un medio fue en la radio gallega. E inmediatamente en la televisión, actuaciones por las que cobraba cantidades desorbitadas. Su humor, si lo escuchan, era lo que los ingleses llaman «humor seco», sin lenguaje corporal y sin comunicación no verbal. Pero la zona de confort en que aparentemente se encontraba, había sido resquebrajada brutalmente. La muerte de su mujer fue el primer golpe y resulta estremecedora la imagen de Eugenio, un hombre roto por el dolor, que tras el entierro coge el coche, monta en él a sus hijos y enfila para Alicante porque tiene una actuación.
El ámbito profesional, sin embargo, seguía siendo dulce, pero cuando se apagó su estrella, no hubo nada que pudiera sostenerlo, y los últimos años fueron de progresiva y lenta autodestrucción: la vida con una mujer —según su hijo— poco adecuada, su bancarrota económica y sentimental, su entrega a las ciencias ocultas… Una sombra. No se explica con detalles este proceso, no es una biografía cronológica, ni siquiera se comentan las causas y los hechos, pero sí que es un volumen de escenas. Y una de ellas resulta más impactante que cualquier episodio de novela. El autor del libro llama a su padre para decirle que ha nacido su primera hija, que vaya al hospital, y Eugenio acude. Su semblante es de ilusión y fracaso a la vez. La coge en brazos. Se está presentando y despidiendo en la misma mirada. Y su hijo lo ve marchar desde la ventana, con su andar desgarbado. Ese hombre que fue el más querido de España, ahora es una sombra shakesperiana que ha de fallecer pocas horas después.
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Anterior crítica de libros: Historia ilustrada del rock, de Susana Monteagudo y Luis Demano.