“Esto no es Hawaii”, de Jesús Ordovás

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“Sin dar claves para desentrañar lo oculto sí que habla de algunas cosas que no habían salido a la luz y, en el estilo habitual de Ordovás, enreda todo para desplegar algunas luces nuevas”

 

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Jesús Ordovás
“Esto no es Hawaii. La historia oculta de la movida”
EFE EME

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Jesús Ordovás lo ha vuelto a hacer. Convertido ya en cronista oficial de la movida, repasa en un nuevo libro lo que significó, su alcance, sus antecedentes y sus logros. Cierto es que básicamente recoge entrevistas, en gran parte inéditas y la gran mayoría antiguas, más que acudir a textos recientes, pero son tan jugosas y de tanta locura, espolea tan bien al entrevistado, que logra extraerle ideas y episodios que ni había sistematizado ni recordaba. Casi 300 páginas dan mucho de sí, pero ni se hacen pesadas ni resultan vacuas, simplemente van discurriendo con fluidez, artista a artista.

El libro, editado con total pulcritud, tiene secciones, desde luego. Seis en concreto. Y en la primera aborda los antecedentes que, pocos años antes, crearon el caldo de cultivo. Activo ya en esos años anteriores, Ordovás sabe perfectamente que Gong o Chapa se han disociado siempre del hedonismo que caracterizó a etapas posteriores, pero crearon un espacio de transgresión por el que se pudieron abrir camino estéticas posteriores. No olvidemos tampoco que Kaka de Lux grabó con ellos, de hecho –como Tequila o Moris– fueron un descubrimiento que Jesús le pasó al Mariscal Romero, quien se lleva de paso algún palo. De entre los entrevistados, los primeros son –nobleza obliga– Burning, a los que todos tenían como referente entre los mayores. También aparece Ramoncín, recién fichado por EMI, o Rosendo (Leño). Quizá el que mejor ilustra esa primera etapa primigenia sea Ariel Rot, con buenas descripciones del Madrid de los últimos setenta. Tras ello ya aparece la nueva ola, y el que define mejor la locura de la época es Almodóvar; pero la característica de estas conversaciones es que muchas están escritas muy a posteriori, así que también nos habla de la música de sus películas o reflexiona sobre el pop en el cine, de la misma manera que Santiago Auserón nos comenta cómo fue la génesis de Juan Perro. Si de datos se trata, Eduardo Benavente y Ana Curra ofrecen precisiones muy jugosas sobre la grabación de discos de Alaska.

Pero quien tiene historias, el primer entrevistado no músico que aparece, es Miguel Ángel Arenas, el “Capi”. Atentos, secretos de McNamara y Tequila, asombroso cómo conoció a los Pecos, desmesurada su verborrea, pasa de Vainica Doble a Mecano, de estos a Victoria Abril y a Alejandro Sanz en una fracción de segundo. Este sí que echa veneno por la boca.

El tercer capítulo va dedicado a las «provincias» –elude entre las importantes al País Vasco–. El primero, Sabino Méndez, que, como en sus libros, indaga en las relaciones del grupo; la actitud: depura experiencias para convertirlas en ideas. Loquillo –que también aparece entrevistado– hace al contrario: depura ideas para convertirlas en experiencias. En todo caso, Manolo García habla con enjundia de lo más interesante que hizo: los Rápidos.

Entrañable también es la entrevista a Mario Pacheco, aunque tampoco habla de la movida. A partir de este momento la pluma de Ordovás está más presente y relata con prestancia una historia de Radio 3 y aún mucho más jugosa es la parte en la que hace una crónica de la aparición de las primeras independientes y de cómo los grupos, unos con otros, se iban abriendo camino y ayudándose unos a otros; la historia la resume también Servando Carballar que pone como ejemplo las vicisitudes de DRO. Y aún mejor que esto es la crónica de la génesis y la producción de los programas musicales de televisión, especialmente de “Popgrama”, cuya historia se recupera desde un artículo de “Disco Exprés”.

En definitiva, abordamos un volumen que sin decir nada nuevo recrea todo como si fuera nuevo, que sin dar claves para desentrañar lo oculto sí que habla de algunas cosas que no habían salido a la luz y que, en el estilo habitual de Ordovás, enreda todo para desplegar algunas luces nuevas. 

 

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Anterior crítica de libros: “La vida cotidiana del dibujante underground”, de Nazario.

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