LIBROS
«Cada página requiere que se viva en ella, que el adulto lo proyecte hasta hacer sonar las canciones y darle sentido»
Javier Becerra
¡Esto es rock!
HÉRCULES EDICIONES, 2022
Texto: CÉSAR PRIETO.
Si ustedes son aficionados a la música —lo doy por supuesto si están leyendo esto— y van a tener un hijo o lo tienen ya, pero es de corta edad —esto no lo doy por supuesto, aunque suele acontecer—, quítense de la cabeza una cosa. Y mi argumento es la experiencia. Seguro que piensan que escucharán música con su hijo y se emocionará con lo mismo que ustedes. No digo que no sea posible, pero plantéense que es difícil. Las estéticas que dominarán de aquí a unos años y sus redes de distribución son tan difíciles de adivinar como la lotería primitiva del próximo sábado.
Este libro, y el anterior del autor sobre el mundo del pop, le puede ayudar a reconducir la situación. Javier Becerra pertenece a esa generación de periodistas musicales que está encarando el nuevo milenio con ideas propias —las propias del nuevo milenio, claro—, pero que conoce a la perfección todo el pasado. Libros sobre grupos escondidos como los Eskizos, sobre francotiradores de calado como Xoel López (Atlántico. El disco de la liberación de Xoel López, 2022) o sobre el papel que ha de tener la música en la vida diaria (La música no es lo más importante, 2021) asientan las bases de una crítica que cuenta con el pasado para explicar el presente.
Vamos al libro que le presento. Es un libro infantil. Su formato y la indicación del autor lo proclaman a voces desde la primera página, pero no es un libro que se deba dejar a un niño sin más, no es un libro sobre trenes o muñequitos. Cada página requiere que se viva en ella, que el adulto lo proyecte hasta hacer sonar las canciones y darle sentido. Si el propósito es que nuestro niño conozca lo que es el rock, ha de escuchar rock.
Para ello, se escogen veintiséis figuras de primera línea y se dedica a cada uno de ellas una página con hechuras de libro infantil. Dos o tres párrafos que se acompañan de deliciosas ilustraciones de Catuxa Alonso y que presentan algún dato significativo de los artistas, el más definitorio, el que resulta tópico, pero necesario para que los infantes sitúen y al ver el vídeo tengan una primera visión. Porque cada página necesita completarse en las plataformas de internet. Sin ellas, no es nada, únicamente un muy cuidado volumen que habla de unos personajes que al niño se le olvidarán en cuanto vea un móvil para jugar. Si quien lo lee con él va proyectando los vídeos, pudiera ser que no se le olvidaran.
La selección, pues, es justa y necesaria, no tanto por el pedigrí de los que aparecen —en el fondo, es indiferente que aparezcan unos u otros— sino porque veintiséis es el número exacto. Menos, resultaría demasiado pobre; más, empezaría a marear al público al que está destinado. Por otra parte, el que se dedique un espacio similar y breve a cada grupo ayuda a evitar el marasmo. No se pueden imaginar lo que ayuda a captar el conjunto la regularidad rutinaria.
No deja el autor, como prólogo, de marcar —también en una página— la diferencia entre el pop y el rock. Para un adulto viene a ser lo mismo, lo que importa son las canciones, pero al niño puede ayudarle a entender que hay un amplio espectro de tonalidades, texturas y encuadres que sostienen esas canciones y les crean un decorado. Un decorado, unas texturas y unas tonalidades que pueden hacer recordar al adulto que lo que recoge este libro posee verdadera pasión, si acaso lo hubiera olvidado. Parafraseando al autor, la música no es lo más importante, pero nadie puede negar que es bastante importante.
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Anterior crítica de libros: Lonely boy. Historias de un Sex Pistol, de Steve Jones.