Este devenir, de Karmento

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DISCOS

«Un disco emocionante, en el que se demuestra que las palabras antiguas y gastadas son las que más flechas tiran al corazón»

 

Karmento
Este devenir
EL TRAGALUZ, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

El tratamiento que Lorena Álvarez le da a la canción tradicional de sus tierras del norte, ese respetar su transparencia mientras se la viste de un manto pop, parece haber abierto cauces por los que otros músicos se adentran a explorar. Únicamente hay que detenerse en el segundo elepé de Karmento, escuchar “Cri, cri” y ya esos primeros tambores anuncian que vamos a encontrarnos con un alma de música popular, en este caso orientada el sur, pero desde una perspectiva muy actual.

Es el segundo tema, porque la cantante de Albacete es valiente y abre el disco con una verdadera preciosidad. “Danzar sobre la tierra” es un implacable ejercicio de nostalgia, de cuando la vida era sencilla y feliz con una bici, noches de luna y árboles a los que trepar, manejado con una dulzura estremecedora en la voz.

El objeto de “El amor y la esfera” es el sentimiento amoroso, pero no le va a la zaga a la anterior en delicadeza. En ella, aunque la voz siga siendo dúctil, lo que estremece son los arreglos de cuerda. Mesurada y lírica, las letras de Karmento nunca son empalagosas y poseen la dosis justa de suavidad y consistencia. Tanto es así que consigue la historia de amor entre una octava que se enamora de un La en “La m” tenga plasticidad y fuerza lírica.

La parte más arraigada a la tierra la encontramos en “La manchega en la azotea”, una seguidilla casi preparada para Nuevo Mester de Juglaría, Manuel Luna o grupos de repertorio tradicional. No se puede decir nada más de ella: es, simplemente, adictiva. También, en parte, “Bienmesabe”, más reposada, parece tener esa solera de la tierra y poco a poco, mientras avanza, parece más sureña.

Hay otra Karmento, más cercana a las cantautoras, y que se sitúa cercana a Rozalén o a Rocío Márquez. Es la de “Que vuelva la magia”, medida en su estructura para hacerla actual, o “Qué feo”, con unas originales percusiones que derivan de una estancia en Malta en la que convivió con músicos de diferentes culturas. Pero la que destaca en este ámbito es MarEa, en la que la percusión aparece después de unas cuerdas que lo han dejado todo dulcísimo.

Un disco emocionante, en el que se demuestra que las palabras antiguas y gastadas son las que más flechas tiran al corazón. Como recrea en la mencionada “Danzar sobre la tierra”, y no se puede decir de forma más bella y escueta, «Todo lo que somos, ya lo fuimos». Tendríamos que recordarlo siempre.

Anterior crítica de discos: Gary Olson, de Gary Olson.

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