“Esta canción me recuerda a mí”, de Joe Pernice

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“Sería una agradable novela si no apareciese el personaje de Marie, que da hondura a la ligereza del resto y sufre, esta sí, un verdadero drama

 

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Joe Pernice
Esta canción me recuerda a mí
BLACKIE BOOKS

 

Texto: CÉSAR PRIETO. 

 

Debería existir un género narrativo que respondiese al nombre de “músico perdedor en crisis frena su vida”, tal es la abundancia que en los últimos años ha tenido esta caracterización. Si el autor es, a su vez, componente de algún grupo –indie, a ser posible– se  le añade un plus de presunta autenticidad y se intenta vislumbrar que es lo que hay de autobiográfico. Todos estos componentes concurren en “Esta canción me recuerda a mí”, en que el miembro de los Pernice Brothers se estrena en el campo de la novelística. No podemos desvelar si son realmente sus relaciones familiares lo que encaja en el texto; pero, qué curioso, el grupo del protagonista recibe una carta de Sub Pop en que lo defenestran. Precisamente la misma compañía de discos del autor.

En este caso, el retiro del protagonista es a la infancia, a la casa familiar, lo que le alivia de un matrimonio frustrado y de la herida que no logra superar. Jovencísimo, pasa las tardes con su cuñado James que, también separado, al tener que trabajar le endosa al sobrino –Roy, de casi dos años– en su periodo de custodia. Con su tío vive una especie de marabunta aventurera, a veces hilarante y a veces trágica. Imagínense a la pareja de excuñados que apenas saben cuidarse a sí mismos, cuidando a un niño.

Sería una agradable novela si no apareciese el personaje de Marie, que da hondura a la ligereza del resto y sufre, esta sí, un verdadero drama. Su hijo, con la edad de Roy, se ahogó hace unos años. Es, desde luego, el personaje mejor trazado, con su inseguridad y sus miedos, su capacidad de empujar la vida y sus inseguridades. A su lado, el resto parecen meros fantoches.

Marie quiere rodar un documental sobre su hijo y enreda al narrador para que la ayude al otro lado de la cámara. La idea es que la habitación de su hijo, repleta, se vaya vaciando hasta que quede absolutamente desnuda; es, claro está, la misma terapia que quiere alcanzar Marie: quitarse el dolor. Y nos fijamos mucho más en eso que en la breve relación amorosa que, era previsible, surge.

Lo demás, previsible de la misma manera: trabajos en restaurantes, pisos cochambrosos, escenas en gasolineras… Y sobre todo, mucha música –describe gratamente un concierto de Lou Barlow, de Sebadoh–, hecha sobre todo de nostalgia. Para el que guste de estos mimbres esta es, desde luego, su novela.

Anterior crítica de libros: “Repelencias”, de Rafael Azcona.

 

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