Escalera interior, de Almudena Grandes

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LIBROS

«El lector ha seguido las andanzas de Almudena Grandes, de su familia, de su barrio. Y llega al último artículo. Y es entonces cuando el lector se estremece de verdad»

 

Almudena Grandes
Escalera interior
TUSQUETA EDITORES, 2025

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

La narrativa de Almudena Grandes se caracteriza por el relato íntimo, lo que pasa por dentro, lo individual, el paso de la historia por las gentes. Este espíritu interior se ve reflejado en el título de esta reciente publicación, que alude a esas escaleras que conectan las diferentes plantas de un edificio, que a la par conectan a los vecinos y sus vidas en un ámbito de comunidad, pero apartado del alud de movimientos de la calle. Algo común y privado a la vez. El título no es solamente el del volumen, sino también en de una serie de artículos que la escritora madrileña publicó en El País Semanal entre 2005 y 2021.

Curiosamente, su último artículo es una crónica costumbrista que enfoca el revival de la moda quinqui, con alusiones a El Lute o Los Chunguitos, porque lo normal en el volumen son las historias sentimentales, tiernas, que ponen al lector al borde de la dulzura de las lágrimas. Historias dramáticas o felices, llenas de ilusión o de vidas malgastadas, que a veces se resolvían en pequeños cuentos en los que con toda seguridad algunos lectores se reconocen. Son estampas mínimas, cuyo recorrido daría para una novela corta: historias de reparto de herencias, mujeres ahogadas por las rutinas de sus casas, maridos inútiles, niños que se hacen mayores.

Y muchas historias de amor tristes porque ni comienzan. Desfilan, pues, en las páginas de los artículos, colegios, escritores jubilados y padres de familia, como si la escritora fuese una moderna diabla cojuela que abriese los tejados del gran pastelón de Madrid. Y también hay relatos absurdos y crueles de lo que ocurrió durante el franquismo. Y los adjetivo así por atenuar la calificación, porque muchos de ellos son atroces.

Capítulo aparte son los textos que dedica a su propia familia. Es celebrada la cordialidad con que Almudena celebraba la camaradería. Su casa estaba siempre llena de amigos y alegría, tanto en Madrid como en Rota, donde veraneaban. Su pequeña huerta, la presencia constante de comidas, como su ritual de creación del gazpacho, el mercado, todo eleva a los textos hasta el optimismo más placentero. La historia de su gato, Negrín, ilumina una selección cronológica de artículos en los que la autora vuelca su rechazo —cuando lo rescató su hija, perdido bajo un coche—, su progresivo enamoramiento y el dolor de su fallecimiento.

Como no, sus mundos literarios —la literatura que la hizo crecer a ella como escritora— conforman un apartado precioso para los lectores letraheridos. El elogio de la novela de aventuras —considerada erróneamente juvenil— o de Galdós define, y explica, sus propias coordenadas de escritura.

Todo ha discurrido con placidez. El lector ha seguido las andanzas de Almudena Grandes, de su familia, de su barrio. Y llega al último artículo. Y es entonces cuando el lector se estremece de verdad. En “Tirar una valla” revela su enfermedad y su voluntad de superarla, de «permanecer juntos». La mala suerte, o el destino, hizo que lamentablemente no fuera posible. Muy lamentablemente, porque seguimos necesitando a Almudena Grandes.

Anterior crítica de libros: Arderá el viento, de Guillermo Saccomanno.

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