FONDO DE CATÁLOGO
«La variedad de sus registros y esas conjuntadas voces les convertían en candidatos seguros para competir en las listas de popularidad musical»
Los Mitos
Es muy fácil
Hispavox, 1969
Texto: CÉSAR CAMPOY.
No por previsible (en su momento), deja de ser sorprendente el nivel de éxito y efectividad conseguido, en tan poco tiempo, por aquel conjunto bilbaíno capaz de idear estribillos tan pegadizos como pasajes de variado estilo y depuradas voces. En cuanto supo de ellos, el mismísimo Rafael Trabucchelli lo tuvo claro. Por eso convenció a Hispavox para que los atara rápidamente y con ellos se puso a trabajar, sin descanso, con la connivencia (faltaría más) de Waldo de los Ríos, en aquel magno Estudio 1, ante cuya apariencia catedralicia aquel quinteto apenas se amilanó.
Corría el año 1968. En ese momento, Los Mitos, surgido de las cenizas de Los Famélicos, Los Tañidores y Los Espectros, y tras algunas idas y venidas, estaba integrado por Carlos Zubiaga, José Ignacio Millán, Óscar Matía, Francisco García y el vistoso y llamativo vocalista José Antonio Santisteban, posteriormente conocido como Tony Landa. El evidente buen hacer sobre el escenario y la solvencia compositiva de sus integrantes, hizo que Trabucchelli confiara en ellos, de manera tan definitiva, que convenció a la compañía para que financiara y publicara, sin escatimar en gasto alguno, aquellos temas creados por ellos mismos que olían a descaro y éxito seguro.
La variedad de sus registros (se movían con pasmosa facilidad tanto en la balada romántica, como en el rock consistente o el éxito de verano) y esas conjuntadas voces que evocaban, sin remisión, a los Beach Boys más lúcidos, les convertían en candidatos seguros para competir en las listas de popularidad musical con los, por entonces, todopoderosos Fórmula V de la Philips. Además, de paso, Hispavox seguía armando un catálogo de referentes modernos, ciertamente, imperial: Miguel Ríos, Pekenikes, Los Ángeles, Los Pasos, Karina, Pic-Nic, Raphael, Módulos…
En apenas unos meses, desde abril de aquel 1968, el combo ve publicados tres sencillos. Seis temas originales, arrolladores, de progresiva capacidad atrayente. Con el segundo de aquellos discos pequeños, encabezado por “Cantemos así (Aleluya)”, Los Mitos, recién llegados a la industria musical, se convierten en imprescindibles. Ya inaugurado 1969, con el tercero, “Es muy fácil”, devienen eternos. En Torrelaguna, el poderoso mandamás José Manuel Vidal Zapater, que incluso llegaría a entregarles una adaptación al castellano del “I got rhythm” de Gershwin, apenas duda cuando se le plantea la opción de que el conjunto firme un elepé. Estaría compuesto por aquellos tres sencillos, además de alguna adaptación y temas inéditos.
Sin duda, aquella primera media docena de composiciones se convertían en reclamo perfecto para un público que ya había caído rendido ante la solvencia del proyecto. De aparente sencillez, letra inmediata y cantinela pegadiza, “Es muy fácil” no resultaba, en cambio, burdo. Además, los arreglos, aupados por la depurada producción de Trabucchelli y la inconfundible orquestación de De los Ríos conseguían cincelar una tonada brillante. “Cuando vuelvas”, de introducción etérea y voces angelicales, desembocaba en un estribillo agridulce sustentado en una sección rítmica vibrante y unas transiciones ensoñadoras. “Este es mi llanto”, por su parte, certificaba la facilidad del quinteto para moldear composiciones abrumadoramente románticas que encontrarían, en la épica “Si te acuerdas de mí”, su techo interpretativo a partir de un crescendo inolvidable sublimado por una guitarra y unos bajos perfectos, unos teclados gloriosos y un Tony Landa inspiradísimo, cómodo, cobijado en unos violines irrepetibles. Eso sí, lejos de encasillarse, Los Mitos eran capaces, a la vez, de mostrar su vena más contundente en números inolvidables del estilo de una inconfundible “Cantemos así (Aleluya)” de potentes arreglos, inteligentísimas combinaciones de acordes menores y mayores, y certeras guitarras que, en “Coge mi mano”, de nuevo, mecido en un Hammond celestial, transitan por terrenos soul abrazadas en batería y vientos implacables.
Completaban aquel elepé dos canciones, también propias, inéditas, además de cuatro versiones. De optimismo inusitado, “Soñando” se balanceaba entre la inmediatez y la estructura trabajada, otra vez, rebozada de cobertura soulera; mientras “Luces” ahondaba en la emotiva vertiente baladística de calidad, engrandecida por los inapelables fondos orquestales de De los Ríos. En cuanto a las revisiones, Los Mitos ampliaban su abanico: del respetuoso homenaje del “Everybody knows” (“Todos lo saben”) que popularizaron The Dave Clark Five, en el que se sentían como pez en el agua sacando pecho con su celebrada capacidad coral, al energético “Mony, mony”, de Tommy James & Shondells, pasando por (ya interpretados en inglés) una sorprendente y explosiva “Ciudad india” (“Indian giver”) y una (discreta en lo instrumental, pero lúcida en lo vocal) “Elenore” (sustituida por la festiva “Me conformo” en su edición norteamericana) para mayor gloria de los incomparables The Turtles.
La repercusión de aquel elepé fue más sonada en Latinoamérica y los Estados Unidos (a esas alturas, algunos sencillos de Los Mitos, incluso, habían invadido el espectro europeo) que en el mercado español, donde apenas tuvo difusión. Curiosamente, sí trascendió, mucho más, una reedición de 1981. En aquel momento, el conjunto ya había dejado de existir. Tras aquel bombazo inicial, y hasta 1975, siguió publicando sencillos cuya repercusión popular fue menguando con el transcurso del tiempo. Lo hizo, desde 1970, sin el concurso de un Tony Landa al cual Hispavox y Trabucchelli, siguiendo la moda imperante en aquellos momentos basada en descabezar grupos en beneficio de la carrera en solitario de su vocalista, habían echado toda la carne en el asador apostando en un cantante que, en los años siguientes, se codearía con los incontables representantes patrios de la canción melódica, logrando, en tierras sudamericanas, una repercusión inapelable.
En la banda, pese al favor del respetable conseguido con temas como “Suena una guitarra” (ya con Ramón Elorrieta como vocalista), las salidas son constantes. A Tony le siguen Francisco y, en 1972, un Zubiaga que se incorporaría a los gloriosos Mocedades del “Eres tú”, convirtiéndose en pieza esencial de la formación vasca durante sus años más fructíferos y recomendables. Iniciado el siglo veintiuno, parte de la banda recuperó el nombre y giró por España y Estados Unidos. Los acordes de aquellos primeros temas seguían resonando. El legado de aquella hazaña, lograda en apenas un par de años, permanecía intacto casi medio siglo después.
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Anterior entrega Fondo de Catálogo: Cerrado (1997), de Christina Rosenvinge.