«En los textos me he protegido menos que nunca, he ido con todo, y creo que se nota»
A punto de editar su cuarto disco solista, Leiva regresa con una docena de canciones confesionales sobre idas y venidas sentimentales y alguna que otra puñalada a la traición. Arancha Moreno habla con él.
Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: PATRICIA J. GARCINUÑO.
Leiva despierta en una falsa primavera con alergia. Se pone la chaqueta, se ajusta el sombrero y atraviesa el barrio de Chueca. Entra en una librería llamada Amapolas en octubre, recién llegada a la calle Pelayo, donde se dispone a afrontar la primera jornada promocional de su cuarto disco solista. Primero fue Diciembre, después, Pólvora, a continuación Monstruos, y ahora, Nuclear. Cada título en un solo disparo. Como si una sola palabra condensase todo lo que sucede durante un proceso creativo, o abarcase el espíritu que empuja una nueva colección de canciones. Se lo juega todo a una bala que, en este caso, dispara en varias direcciones.
A bote pronto, Nuclear nos suena a estallido, a explosión, a desastre. Una continuación de su «Guerra Mundial Zeta». A Leiva le recuerda, por un lado, a una noticia que le impactó profundamente el año pasado: «Alerta de misil hacia Hawaii. Busque refugio». Fue una falsa alarma, pero al escucharla, se quedó blanco. «Me impresionó que el ser humano tenga el poder de tener un botón nuclear», admite. Escribió la canción “Nuclear”, y después, comprendió que lo que realmente le interesaba de esa palabra «era el concepto del núcleo, no de la destrucción, que también, pero en este caso no es un disco tan destructivo. Creo que es un disco que tiene un amor muy poderoso, no es cortavenas, tiene mucha luz. Creo que es el disco donde tengo menos precipicios».
«El disco es un retrato de las idas y venidas con tu compañera de vida»
Para realizar el arte del disco, Leiva volvió a llamar a Boa Mistura, que huyeron del clásico libreto encuadernado y apostaron por un diseño muy potente: unas láminas de cartón que van dibujando un corazón con doce capas, una por canción del disco. Cada lámina muestra un pequeño agujero que deja ver la capa siguiente, hasta llegar al corazón del propio órgano. «Un corazón decapado canción a canción. No se puede explicar mejor. Han llegado donde yo quería llegar con el disco», confirma Leiva, sosteniendo su nuevo disco entre las manos.
Como cada obra que llega, hay algo de nuevo comienzo en esta colección de canciones. Cuando hablamos en EFE EME de su disco anterior, Monstruos, Leiva lo concebía como el final de una trilogía, y desconocía entonces hacia qué lugar iba a dirigirse en el siguiente. «Con la propia obra uno siente los cambios mucho más grandes de lo que en realidad son», admite, pero sí que concibe Nuclear «como si abriera otra ventana. No musicalmente, porque no me muevo de estilos de manera muy radical, pero sí creo que los otros tres formaban parte de una manera de vestir las canciones y en este lo hemos probado de otra manera. Hay una densidad emocional, hay un trabajo de espacios con guitarras, de efectos… lo que le diferencia es que hemos quitado elementos, en vez de poner». La economía frente a la acumulación. El leitmotiv musical era «qué podemos quitar», en vez de «qué podemos añadir». Y lo han quitado todo hasta dejar solo el bajo, la batería y dos guitarras, todo en directo. Han dejado las canciones en los huesos.
Cuenta Leiva que su idea inicial fue llamar a Rob Coudert, teclista y sintetizador del grupo francés Phoenix, para suplir una de las dos guitarras con ruido. Sin embargo, en los ensayos con su productor, Carlos Raya, decidió no meter nada más. Esta vez, los metales, marca de la casa, apenas aparecen en un par de canciones. Y al poner la lupa sobre las letras, percibimos una advertencia nada más arrancar «Expertos», el tema que abre Nuclear. El primer verso, «creo que fui demasiado sincero», no parece casual: «No lo es. Ese verso no era así, pero cuando decidimos que fuera la primera canción del disco, quise decirlo. Darle al play y que el primer verso avise». A partir de ese momento, nos encontramos a un autor que se refugia menos que de costumbre: «En los textos me he protegido menos que nunca, he ido con todo, y creo que se nota. Es el disco más a pecho descubierto que he escrito nunca».
«Vivo obsesionado con no convertirme en un oficinista de la música»
Ese camino, de hecho, no ha empezado por las melodías, que es lo primero que suele dibujar cuando comienza a preparar un disco. «Es la primera vez que empiezo por el texto, nunca me había ocurrido. Este disco he escrito mucho más. Creo que ese orden me ha llevado a otro lugar». Esta colección de canciones, además, está íntimamente ligada al disco anterior en el factor espacio-tiempo. «A mí me pasa una cosa muy extraña: cuando más escribo es cuando acabo de terminar un disco. Ahora mismo estoy escribiendo y maquetando muchísimo. Ya tengo un tipo de disco que quiero hacer, estoy escribiendo más que nunca. Desde que termino un disco hasta que empiezo una gira, como no hay una meta, me pongo a escribir sin pensar en nada, y salen las canciones». Se sentía «con la chispita encendida», y empezó a desbordarse: «Me vi un poco calamaresco, de tener cincuenta y cinco canciones y que me gusten cuarenta y pico. Por eso Raya me decía: «Hostia, Lei, para»». Por esa razón, muchas de las canciones de Nuclear vieron la luz antes de que empezase la gira de Monstruos, entre ellas «Superpoderes», «A ti te ocurre algo» o «No te preocupes por mí».
Aunque su fábrica de canciones está ahora mismo a toda máquina, Leiva no pretende ir de escritor –«mis recursos literarios son reducidos, no tengo tanta capacidad como para inventarme historias», sostiene-, pero sí busca creerse lo que está cantando: «Tengo que contar lo mío. Cuando cuento las cosas sin filtro las canciones me suenan más creíbles. Ese por el momento es mi lugar. Santi Balmes, de Love of Lesbian, tiene la capacidad de inventarse mundos y le queda guay, pero a mí, por el momento, si no cuento lo mío, no me suena creíble».
Y lo suyo, en este disco, «es un retrato de las idas y venidas con tu compañero de vida. Desde un lugar bastante saludable, sin resentimiento». En ese discurso solo se ha colado una vieja cuenta pendiente titulada «Lobos», una canción muy setentera que aborda la traición: «Eras uno más de la hermandad / pero tuviste que joderlo todo». Por lo demás, entre las idas y venidas asoma un autor que encaja los golpes, como plantea en «Superpoderes»: «Siempre vas a perder / siempre te va a doler». Parece que ya no vive latigándose por lo perdido, que lo afronta con más fortaleza. Pero debajo de todas esas capas siguen apareciendo letras llenas de «huesos», una de las imágenes que más usa en sus canciones. El símbolo de lo que nos sujeta, lo que nos hace fuertes, pero también frágiles. «No lo había pensado nunca», dice, tratando de recordar en qué canciones ha escrito esa palabra. Pero sí se reconoce en la imagen. «Fragilidad total», sonríe.
«Cuando cuento las cosas sin filtro, las canciones me suenan más creíbles»
Leiva ha confesado en alguna ocasión que suele concederse un capricho en sus discos. Al escuchar este cuarto trabajo, sospechamos que en esta ocasión sea «Costa de Oaxaca», quizá la más diferente de todo el repertorio. Y es distinta, efectivamente, porque apareció justo cuando terminó de producir el último disco de Joaquín Sabina, Lo niego todo. «Me fui a México, a un pueblo de la costa, y me di cuenta de que estaba impregnado de Joaquín. Lo que extraje de mi año con él se nota en esa canción. Me dejó muchas cosas. Estar un año con Joaquín todos los días juntos, escribiendo y grabando, me dejó muchísimas cosas. Curiosamente, es el disco en el que más textos he tenido, y he empezado por los textos, no por la música», reflexiona. A estas alturas del oficio, las influencias musicales más poderosas, a veces, viene de los músicos que tiene más próximos: «Es muy inspirador cuando un amigo saca un disco. Estoy seguro de que me dan cosas siempre. Iván (Ferreiro), Quique (González), Xoel (López)… le vas avanzar y te mueve cosas».
Su cuarto disco solista llega después de un año alejado de los escenarios, salvo conciertos puntuales con proyectos ajenos, como la banda de versiones Gran Cañón, donde toca la batería, o acompañando a su amigo Iván Ferreiro. «Eso es ocio, para mí es recreo. Cuando me pongo al frente de mi proyecto siento una responsabilidad mucho mayor, eso es otra cosa». De Monstruos se despidió en diciembre de 2017, con media docena de conciertos en pequeñas salas de Madrid, esquivando los grandes auditorios. «Vivo un poco obsesionado con recordarme por qué estoy en la música. Cuando se convierte en tu oficio, y tienes que estar a la altura del precio de una entrada, de los sueldos de tus amigos… a veces se convierte en un oficio que te asusta. Me gusta recordar por qué empecé, porque te puedes ver metido en esa maraña, mecanizarlo, y olvidar que empezaste en esto porque amas la música, porque no puedes vivir sin tocar. Para mí ese fin de gira era súper importante, volver a disfrutar de los sitios pequeños, de las cosas pequeñas. Vivo obsesionado con no convertirme en un oficinista de la música». Por eso toca cada vez menos: «Si se mecaniza un repertorio, me asusto mogollón. Por eso paré un año y pico. Es un privilegio muy grande vivir de la música como para que sea rutinario».
«No tengo una voz prodigiosa, ni una pluma prodigiosa, ni soy un prodigio tocando. Yo tengo que ir a por la canción»
Esa gira de despedida en garitos fue una vuelta a la raíz, a la esencia de su trabajo, como lo es Nuclear. «El disco está muy conectado con las cosas verdaderamente importantes, con la gente verdaderamente importante, con la música verdaderamente importante para mí, con el concepto de producción… he ido a lo importante. Lo demás, me he despojado de ello. Y no es fácil. Hasta que encuentras tu lugar tienes la necesidad de dejar muy claras tus referencias, ser un poco explicativo con el mundo, pero llega un momento que lo abandonas. Yo soy esto, esto es lo que hago. Al que me haya seguido creo que le va a gustar, y al que no le he gustado nunca, nunca le va a gustar». Al final, por lo que apuesta es por hacer lo que mejor sabe hacer: «Lo mío es escribir canciones. No tengo una voz prodigiosa, ni una pluma prodigiosa, ni soy un prodigio tocando. Yo tengo que ir a por la canción, ese es mi lugar. Tengo que ir a por la canción sin trampas. Sigo militando en las canciones». Y empatiza con algo que leyó en la autobiografía de Bruce Springsteen sobre la E Street Band: «La imperfección de mi banda fue la semilla de un estilo». Se identifica con ello, en cierto modo: «Creo que, de mis carencias, he ido encontrando mi lugar musical. Y me siento más tranquilo que nunca».
Por primera vez presenta una colección de doce canciones íntegramente suyas, sin una sola colaboración de sus socios habituales. Sí se rodea de sus escuderos de siempre en la instrumentación: Iván Chapo González se encarga del bajo, Jose Bruno de la batería y César Pop de las teclas. Las guitarras se las han repartido entre él y Carlos Raya. Los únicos invitados en el disco son Enrique Bunbury y Ximena Sariñana, que han prestado sus voces para «Godzilla». El disco lo ha grabado en Madrid, en Estudio Uno, y en la edición en cedé –ojo, no en el vinilo– ha incluido un extra muy especial: las notas de voz del disco. Las canciones a modo de maqueta, a solas con la guitarra, su voz y la de algunos de sus íntimos, como su hermano Juancho o su chica Macarena García. Una idea del propio Leiva, según nos revela el equipo de Sony, su discográfica.
«La promoción y la exposición me apetece menos que nunca, pero me apetece tocar más que nunca»
Nuclear ve la luz el viernes 22 de marzo, y saldrá de gira a partir de mayo. «Tengo muchas ganas de volver a tocar. La promoción y la exposición me apetece menos que nunca, pero me apetece tocar más que nunca». Volverá a los escenarios con su banda habitual y con una posible incorporación a los coros: «Estamos probando a meter una mujer en la banda. Me encanta como canta ella. Se llama Patricia Lázaro. Vamos a probar a ver qué tal, porque tiene buena pinta». En apenas 24 horas han volado las 15.000 entradas para verle el 29 de junio en el Palacio de Deportes de Madrid (Wizink Center), y la segunda fecha, la noche siguiente, va por el mismo camino. El éxito, sin embargo, le sigue sorprendiendo: «Ha ido muy bien, se ha triplicado de público con respecto al anterior, por alguna razón que desconozco. Nadie ha oído mi disco, a lo mejor defraudo a todo el mundo y devuelven las entradas (ríe). El público me ha mandado un acto muy bestia de fe».