ERA, de León Benavente

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DISCOS

«Ahora encuentran su forma de expresión en la unión de rock y electrónica, con temas impulsivos donde nos muestran que no han perdido un ápice de virtud pero han ganado en espontaneidad y riesgo»

 

León Benavente
ERA
Warner, 2021

 

Texto: SARA MORALES

 

¿Cuánto ha cambiado el mundo desde hace ya casi dos años? ¿Cuánto hemos cambiado nosotros desde que cambió el mundo? El análisis de nuestro fuero interno se entremezcla con la valoración de una antigua vida que terminó y el aprendizaje de otra que no será igual, porque nada ni nadie volverá a ser lo que conocimos una vez.

De esa metamorfosis impuesta, la de dentro y la de fuera, León Benavente han salido reforzados aunque pudo no haber sido así. Tras meses de indecisión, de caminos indefinidos, de futuro incierto y pérdida de horizontes, al final decidieron volcarse en un nuevo disco que reflejara todos estos cambios obligados y dirigidos a una nueva etapa vital. Una nueva franja de tiempo y espacio que nos sigue englobando a todos aunque ya no seamos los mismos, un nuevo entendimiento de la rutina, un nuevo orden mundial, una nueva era. Eso es, ERA. Que lo mismo hace referencia a un período de tiempo que se cuenta a partir de un hecho destacado, que al pasado del verbo ser. ERA. Todo encaja.

En ese desorden de lo que antes era habitual se han movido también León Benavente para construir este alegato sonoro al porvenir. Y aunque siguen siendo los cuatro leones de siempre, o no, traen giros e intercambios de roles para demostrarse y demostrarnos que el orden, aquel orden, ya no importa tanto. Ahora Luis ha soltado la guitarra a la que nos tenía acostumbrados en la banda, para centrarse en el que siempre fue su instrumento, el bajo. Edu, que le daba al bajo, se ha volcado esta vez en toda la sección electrónica y en las programaciones. César ha usado la batería en varios temas como complemento a las cajas de ritmos. Ya no hay guitarras guiándolo todo y hasta Abraham Boba, que se mantiene intenso, intelectual y venenoso en su psique y verborrea, se ha atrevido a introducir un piano acústico. Escuchad atentos “Líbrame del mal”.

El vértigo, la confusión, la nostalgia, el impulso y la esperanza rondan el contenido de este cuarto álbum de estudio. Precisamente todos los conceptos, y fases, que componen el propio hecho de cambiar.

Se han permitido sorprenderse a sí mismos para ver hasta dónde podían llegar. Se han dejado respirar, innovar, experimentar… y como la cosa, dentro y fuera, insisto, iba de mutar, han mutado. El resultado no puede ser más sugerente, quizá excéntrico e inesperado, pero sugerente y aventurero. Ahora encuentran su forma de expresión en la unión de rock y electrónica, con temas impulsivos donde nos muestran que no han perdido un ápice de virtud pero han ganado en espontaneidad y riesgo.

Encontramos en este repertorio de diez temas, en los que sobrevuelan interesantes referencias cinematográficas y literarias, algunos pasajes que nos muestran la cara más clásica de León Benavente, como “La cámara de ecos”. También su lado ciertamente oscurantista con “Di no a la nostalgia” y la presencia de un estribillo impropio en las formas habituales de la banda. “La gran muralla” pretende romper con todo y lo consigue; mientras que “Persona” rezuma influencias industriales, “Mítico” respira rollito urbano y “Viejos rockeros viejos” saca la sonrisa.

Pero ojo también a las canciones levantadas a partir de colaboraciones con músicos amigos, como es el caso de “Te comes mi corazón” –con Isa y Rodrigo de Triángulo de Amor Bizarro– o “Todas las letras” –con Miren Tulsa–. Dos auténticos atrevimientos y, quizá por eso mismo, sean también dos auténticos aciertos.

En general todo el disco lo es. Un atrevimiento y un acierto. Porque de eso van los cambios, de eso va ERA, de lo que fue y puede llegar a ser.

Anterior crítica de discos: Lo que te pide el cuerpo, de Las Dianas.

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