Depedro: «Si no te mueves, estás muerto. Hay que moverse física y mentalmente»

Autor:

«Los grandes sentimientos no son solo hacia personas, sino a actitudes o movimientos que nos llevan a acercarnos más y a valorar las cosas que tenemos en frente»

 

Acaba de ver la luz su noveno álbum de estudio, Un lugar perfecto; un disco con sabor a folclore latinoamericano y africano del que hoy Depedro habla en profundidad con María Canet.

 

Texto: MARÍA CANET.
Fotos: JUAN PÉREZ FAJARDO.

 

La perfección suele asociarse a lo artificial, a lo prefabricado, a aquellas cosas que no muestran ni un atisbo de error. Sin embargo, Un lugar perfecto (Calaverita Records, 2024), el nuevo disco de Depedro, muestra todo lo contrario. En su noveno trabajo de estudio, Jairo Zavala baja el ritmo y el volumen para ensalzar lo realmente importante: nuestro alrededor. Un nuevo álbum bajo la producción de Gustavo Guerrero que huele a madera y ahonda sus raíces en la tierra, en la música popular latinoamericana y africana, para recordar que los errores hacen del camino un proceso más interesante que la meta.

 

¿Cuándo nacen estas canciones?
Siempre hay ideas del disco que son muy antiguas o que no se desarrollaron previamente. En esta ocasión, aunque me cuesta mucho componer, el disco empezó a fraguarse hace año y medio y ha tenido un desarrollo de producción y trabajo que es la vez que más he trabajado. Gustavo me ha exprimido (risas). Ha sido un proceso que ha durado casi año y medio.

¿Todos los temas corresponden a un mismo periodo vital o profesional?
Más bien, retazos.

En tu método de trabajo en la fase compositiva, ¿qué surge primero, melodía o letra?
Es completamente anárquico. Me puede inspirar una frase que me dice un amigo o, como ocurrió en el disco anterior, que tenía muchas referencias literarias, alguna lectura; cada vez es una cosa diferente.

En esta ocasión, Gustavo Guerrero se ha encargado de la producción ¿cómo ha sido trabajar con alguien con quien nunca lo habías hecho?
Yo siempre me he autoproducido, son muchos años dirigiendo el camino estético de las canciones, así que te ayuda a abrir cajones que no había abierto nunca. Necesitaba aire fresco, porque al final tiendes a abrir siempre las mismas puertas, tomas las mismas decisiones. Gustavo, además de su trayecto descomunal, tiene una capacidad tremenda de hilar fino y poner el foco en la emoción, en que las canciones transmitan.

¿Te ha costado dejarte producir, delegar?
No, porque mi cabeza asume que va a producir él. Si hay éxito es su responsabilidad, pero si es fracaso ya sé a quién echarle la culpa (risas).

¿Han evolucionado mucho las canciones desde su versión original?
Todas las maquetas eran voz y piano o guitarra y piano. Él ha sido el responsable completo de meterle color al disco.

 

«En esta ocasión había una clara intención de hacer un homenaje al folclore latinoamericano y al bagaje africano»

 

Metiéndonos en la sonoridad del álbum, tu música siempre ha tenido esa impronta latina, pero, en esta ocasión, se percibe mucho más.
Sí, porque en esta ocasión había una clara intención de hacer un homenaje al folclore latinoamericano y al bagaje africano. Son músicas que tienen el componente que más me interesa a mí: lo popular, la música popular. Como no voy a cambiar el curso de la música a nivel vanguardista, quizá voy hacia el otro lado con más firmeza.

El sonido, comparado con tu anterior trabajo, Máquina de piedad (Warner Music, 2021), es mucho más orgánico…
Sí, el anterior era más pop, preciosista, abierto… Este tiene más tierra, madera, la voz te habla de cerca, desde una habitación pequeña y no un gran estadio, y eso va a potenciar la honestidad de las letras.

Esa sonoridad más templada o suave, a pesar de los matices, parece que pretende resaltar el mensaje que contienen las letras, ¿no?
La lírica, totalmente. Creo que el acierto de un productor es que la canción brille, que llegue al receptor, creo que Gustavo lo ha conseguido.

¿Has meditado mucho el orden de los temas? En alguna ocasión has mencionado que eras muy anárquico de cara a los conciertos.
En directo, sí, pero en el disco hay mucha reflexión. Tengo una edad, me gusta escuchar los vinilos, y esa diferencia entre la cara A y la B pretende invitar al oyente a tomar una pausa.

Es un disco muy complejo a nivel instrumental: hay cuarteto de cuerdas, vibráfono, melotrón, diferentes tipos de percusión… ¿Investigas mucho con los instrumentos antes de entrar al estudio?
Sí, tengo una ambición artística total, lo que haga falta para la canción. Es mi profesión, estudio música, sigo estudiando. Hemos contado con Juanma Trujillo, un arreglista venezolano que ha hecho un trabajo magnífico con O Kwarteto, que tiene entre sus filas a unas mujeres que son de las mejores instrumentistas de cuerda flotada que hay en el mundo.

Además de las cuerdas, la percusión también tiene un protagonismo notorio en el disco…
Por supuesto, la madera, el tambor, el cuero… Hace referencia a la música popular, al folclore latino que tanto me interesa y me emociona.

En cuanto a la temática de los temas, abordas distintos lugares de esa «geografía humana»: decepción, confusión, los grises que todos tenemos, pero, al final, siempre hay esperanza…
Como dice Luis Alberto González en la nota de prensa, etimológicamente «esperanza» incluye la espera y es algo que siempre ha movido nuestros pasos. Al margen de que sea naif o no, tiene mucho poder, me apoyo en eso porque lo necesito para dar pasos adelante en la vida.

Metiéndonos con las canciones, el disco arranca con “Un lugar perfecto”, un regreso a lo importante, un lugar que estamos poniendo en riesgo en cuanto a las relaciones humanas o el cuidado al planeta…
Al final ese lugar perfecto es un estado de ánimo más que un lugar geográfico. Los grandes sentimientos no son solo hacia personas, sino a actitudes o movimientos que nos llevan a acercarnos más y a valorar las cosas que tenemos en frente. Es una idea romántica de llegar a ese sitio.

La melodía arranca con una melodía pausada, guitarra hawaina casi paradisíaca, pero en realidad, estás intentando animar a la gente a actuar, hay un contraste interesante ahí.
El movimiento es importantísimo, si no te mueves, estás muerto. Hay que moverse física y mentalmente. Tengo que hacer ese trabajo día a día, no puedo estancarme en hábitos o comportamientos que igual, sin darte cuenta, hacen daño al que tienes al lado.

¿“La gloria”, segundo corte del disco, es una chacarera? Hace poco vi La estrella azul (película de Javier Macipe sobre Mauricio Aznar, líder de los zaragozanos Más Birras) y me ha recordado mucho…

Es más bien un festejo peruano, un ritmo que es primo de la chacarera. Hay un homenaje a la sangre porque soy medio peruano. Ahora que la mencionas, recomiendo a todo el mundo ir a ver esa película. Es de las más emocionantes que he visto recientemente.

En la letra, hablas de la fragilidad de la memoria y del orgullo.
La memoria es muy tramposa, nos autoengaña muchas veces. A nivel individual, pero también colectivo. Y el orgullo… ¡qué peligroso es!

En la letra dices que «es el disfraz del inseguro».
Una cosa es lo que digo y otra lo que soy; ojalá me convierta en un personaje de mis canciones (risas).

Pero sí que haces mucha autocrítica…
Claro, por supuesto, son caminos que transitamos o transitaremos. Parte del proceso de aprendizaje está en el error, aunque ahora parezca que todo tiene que ser perfecto, formidable, pero no es así.

 

«La voz te habla de cerca y eso va a potenciar la honestidad de las letras»

 

En la percusión aquí introducís un cajón peruano, ¿no?
Hay una quijada de burro disecada. Los esclavos peruanos, como no les permitían tocar instrumentos de los españoles, tocaban cajitas, que eran cajas de fruta; la caja con la que pedían limosna a la salida de las iglesias con un palo para llamar la atención, se convierte en un instrumento de música. Los dientes vibran cuando lo golpeas y se convierte en un instrumento de percusión.

“La siembra” tiene mucho de folclore popular también. ¿Hay una voluntad expresa de reivindicar la humildad en este tema?
Una parte está sacada de los pueblos originarios de Latinoamérica. Voy mucho, hemos hecho documentales, intento aprender todo lo posible. Cuando hay pueblos que han sufrido opresión, un genocidio, tienen un dicho «nos enterraron, pero no sabíamos que éramos semilla». Pero cuando tú creces, para llegar a árbol, hay todo un proceso de trabajo personal. Esta canción se apoya en eso.

¿Bebe del bolero?
Más bien de la bachata. El trabajo de Juanma con la percusión y las cuerdas saca el tema de la bachata más clásica.

Pasamos a “Habilidad”, quizás el tema más pop del disco…
Sí, a nivel lírico es de mis favoritas, está coescrita con Gustavo. Me gusta el concepto de que la responsabilidad es un derecho, no una obligación, y también que la habilidad tiene peligro, porque cuando tienes talento en algo, no profundizas. En nuestra profesión pasa mucho, músicos que tienen mucho talento, pero no profundizan para romper la esfera y se quedan en la estética, en la superficie. Yo estudié bellas artes, pintura, y me pasaba exactamente eso, tenía mucha habilidad haciendo retratos, pero mis dibujos no transmitían absolutamente nada porque no trabajaba lo suficiente.

También hablas del error. Qué importante es equivocarse ¿no?
Es una constante en este disco.

Últimamente parece que escasea el mostrar que fallamos o que nos frustramos si no obtenemos algo de forma fácil. ¿Crees que es fruto de esta sociedad que vive en lo inmediato?
Toda acción tiene su respuesta y la acción de lo inmediato, lo que genera es una frustración tremenda, lo veremos de aquí a diez años con esta generación. La gente dice «no he llegado», pero es que no tienes que llegar. El proceso es lo único interesante. Hace poco me preguntaban por la inteligencia artificial, a nivel artístico no me interesa nada porque solo te da un resultado, el resultado puede ser la hostia, pero ¿cómo has llegado ahí? Eso es lo bonito del proceso artístico. O como cuando lees una novela, ¿quieres saber el final nada más? Qué pena.

En esta letra te planteas,«¿de qué me sirve la tristeza si nunca puedo llorar de emoción?», no sé si alguna vez has tenido reparos en mostrar tus sentimientos…
No no, soy superllorón, como te decía, las letras dicen una cosa, pero luego… (risas)

En “Coreografía” te aproximas a lo funky, lo tribal.
Ahí colabora Kilema, un músico de Madagascar. Acabamos de hacer un documental allí a través de una ONG que se llama Agua de Coco, que trabaja desde la docencia el desarrollo de la vida de la gente de una ciudad del sur de Madgascar, en Tulear. A Kilema le conocí ahí y toca el arpa de Madagascar, un instrumento basado en la imaginación, porque es una caña de bambú rodeada de alambres que se tensan y hacen que suenen de esa manera tan maravillosa. Saldrá a finales de año, estuvimos unos dieciocho días. Madagascar es el segundo país más pobre del mundo. Conocí a una señora que tenía ocho hijos, el marido les había abandonado, y el hijo de nueve años estaba preparando la comida para todos, que era un plato de saltamontes. En diciembre hice una gira con un coro de niños que salió genial para recaudar fondos, ahí se rodó el final, que es la conclusión que ese niño de la calle de Tulear tiene algo que le puede llevar a otro lugar del mundo.

Es un tema muy rockero, con una pata en Vacazul, en la que hablas de no encontrarte en los tiempos que corren…
Cuando tienes que afrontar un nuevo comienzo, es duro. Me pasa a nivel profesional cuando voy a Colombia y tengo que empezar tocando otra vez para el camarero. No somos infalibles.

 

«Quizá en directo es de los discos que más se van a parecer al disco»

 

“Ojalá el amor nos salve” también bebe mucho de la música negra…
Sí, hay una guitarra fuzz tratada como unos vientos que hace que se apoye en lo soul.

Es un cántico a la empatía…
La referencia de Silvio (Rodríguez) está siempre ahí en cuanto pones un «ojalá», pero sí, es un tema más reflexivo.

Tiene un poso alegre, pero quizá, “Niño con piel de cuero” sea el tema más festivo del álbum…
Es un homenaje a Latinoamérica pasando por África. También está Kilema. Es la idea del héroe mitológico mesoamericano.

También ese componente de la infancia a la que das tanta importancia desde hace tiempo en tu obra…
Cuando eres niño, eres inmortal. De mis hijos me sorprende su equilibrio, su claridad, su mirada, intento de aprender de ello.

Es curioso, cuando empezabas con Vacazul, hablabas de Aluche, tu barrio. Ahora tienes una mirada mucho más global…
Al final el nexo es la identidad, lo que te forja, lo que te edifica como persona. Siempre tengo esa referencia para entender, «vengo de aquí, me voy a mirar en otro espejo, pero vengo de aquí», ¡menos mal que pasan cosas diferentes!

En este tema nombras muchos elementos geográficos de la naturaleza…
Quien tenga la oportunidad de ver la inmensidad de América es sobrecogedor, tiene mucha simbología de accidentes geográficos inmensos que te hace imaginar qué habrá en el otro lado.

Esa festividad rompe con la cara B, que es más melódica, como un cuento, como ocurre con “Fábula de la diferencia”.
Hay una melodía a rabanera que me interesaba resaltar por la mirada trágica que entronca con la letra, que es una declaración de intenciones: cuestiona por qué no se acepta la diferencia si la diferencia nos hace enriquecernos como cultura. Sigue siendo un problema enorme, solo hay que poner la televisión.

Lo entroncas con un vals, un final orquestal, has explorado mucho esa vertiente, ¿no?
Me ha exprimido Gustavo, tengo agujetas todavía (risas).

¿Cómo vas a trasladarla al directo?
Ha sido complejo llegar ahí, pero el resultado es sencillo. Hay un trabajo muy exhaustivo de quitar capas, quizá en directo es de los discos que más se van a parecer al disco.

“Lo que va pasando” es un tema muy emocionante. Parece que habla de una relación amorosa, pero, en realidad, podría ser una relación de amistad o familiar, ¿cierto?
Aquí «nosotros» somos todos. En Latinoamérica hay un concepto, «nosótricos» que tiene que ver con la cosmovisión de los pueblos originario; se basa en las culturas animistas que hemos tenido en Europa y que han sido soterradas por los monoteísmos. Puedes llevártelo a tu relación de pareja, pero si te lo llevas a lo general también es interesante. Puede ser un nieto y su abuela.

“Niebla” es un final crudo, íntimo: guitarra, voz y teclado y vibráfono…
Aquí hice un trabajo a nivel lírico sobre la fragilidad de la mente. No hay nada más excluyente que no seas apto, me ha tocado en amigos y familiares y es muy dudo, es una realidad que está ahí y nos puede tocar a cualquiera.

Para terminar, ¿cómo se avecina la gira de presentación?
Con mucho movimiento y ganas. Llevo de gira treinta y tantos años. Sí que es verdad que en esta ocasión ha habido un parón más grande, pero no he parado. Ahora vuelvo a Liverpool, a la LIPA (escuela de Paul McCartney); estuve hace catorce años y me hace mucha ilusión.

Artículos relacionados