FONDO DE CATÁLOGO
«Otorga emoción y singularidad a todo lo que canta, en esa muy difícil sencillez de plasmar con naturalidad todo un mapa de sentimientos»
Luis García Gil recupera uno de los discos esenciales que José Luis Perales facturó en la década de los ochenta: Entre el aguay el fuego, aquel en el que incluyó su célebre “Y cómo es él”. Un ejemplo perfecto de su dominio de la cotidianeidad y la sencillez.
José Luis Perales
Entre el agua y el fuego
HISPAVOX, 1982
Texto: LUIS GARCÍA GIL.
Entre las canciones que formaron parte del disco Entre el agua y el fuego de José Luis Perales hay una que se convirtió en una de las piezas más célebres de todo su prolífico repertorio, la ineludible e inevitable “¿Y cómo es él?”. En los años ochenta, Perales se consagra como un gran autor de canciones que lo mismo compone para Raphael que para Isabel Pantoja. Alguien tan aparentemente atemperado al servicio de intérpretes más bien volcánicos. Es tal la magnitud que Perales alcanza a nivel compositivo que terminará la década fichando por la CBS a cambio de una suculenta cifra. En su propia trayectoria discográfica los ochenta es una década en la que, de una manera reposada, sin hacer mucho ruido, cultivando cierto perfil bajo, entrega algunos discos interesantes en los que confirma sus cualidades como retratista de sentimientos y como melodista.
“¿Y cómo es él?” se sitúa desde su aparición en la memoria popular de la gente. En principio no iba a ser una canción de Perales para Perales: fue compuesta con la idea de que la cantara Julio Iglesias, pero se lo pensó dos veces y decidió grabarla tras concebirla en su refugio conquense de Castejón. El éxito fue instantáneo. “¿Y cómo es él”? terminó revelándose como una de esas canciones que persiguen a su autor, para bien y para mal. Perales construye con indudable eficacia y sentimentalismo la imagen de un hombre que asume con resignación que su amada se vaya con otro y le pregunta quién es su amante, en qué lugar se enamoró de ella y a qué dedica el tiempo libre. Una canción tan emblemática como condenada a la nocturnidad y alevosía de los karaokes, al uso y abuso de los imitadores, como la recreación ornitológica del dúo Martes y 13, y a las versiones más variopintas, entre ellas la de Marc Parrot cuando se trasmutó en El Chaval de la Peca o la más reciente de Marc Anthony que la compartió con el propio Perales en directo en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar en 2012.
Entre el agua y el fuego, grabado en 1982, tenía una portada con un primer plano fuertemente iluminado del rostro de Perales. Es un tipo de portada que ensayará otras veces, como en el disco Con el paso del tiempo, grabado unos años más tarde. La contraportada de Entre el agua y el fuego mostraba la imagen elocuente del fuego ardiendo en la chimenea de un hogar visto desde una ventana con restos de agua de lluvia. Todo muy invernal y melancólico, como correspondía con el leitmotiv de las producciones de Perales, en esta época grabando para el sello Hispavox.
Más allá de “¿Y cómo es él”?, el disco poseía otras canciones de gran interés, con la producción experta de Danilo Vaona y Rafael Trabucchelli, tándem italianizante pero muy ligado a las producciones musicales del pop español. “Canción de otoño”, por ejemplo, es un magnífico ejemplo de la capacidad de Perales para dibujar la añoranza amorosa desde la descripción de un paisaje otoñal. Una canción de más de cuatro minutos en la que todo encaja de manera precisa, desde la instrumentación mesurada a la progresión melódica. Perales se mueve entre la evocación paisajística y amorosa de “Canción de otoño” y el paternalismo confeso de la preciosa “Canción infantil”, dedicada a su hijo Pablo, otorgando emoción y singularidad a todo lo que canta, en esa muy difícil sencillez de plasmar con naturalidad todo un mapa de sentimientos, sin que sean necesarios ni alardes vocales ni textos ambiciosos. Es ese el camino por el que transita el determinante Entre el agua y el fuego, grabado un año después de Nido de águilas.
El disco se abría con la anafórica “Por amor”, uno de los muchos himnos al amor como idea y concepto universal de Perales, y terminaba con “Como siempre”, sin apartarse de la declaración amorosa y lírica servida en tiempo de balada. Entre medias se sucedían canciones tan bien construidas como “Cuando vuelvas”, en la que la carnalidad del deseo se pinta sutilmente con versos tan afortunados como aquellos en los que Perales nombra las caricias dormidas que el amor pondrá en libertad. Otras canciones como “Y soñará” tienen algo de pincelada social, cierto dibujo de las aspiraciones de la clase media y de sus sueños y frustraciones. Perales se abre a otras canciones posibles y a sus destinatarios en “Cantar una canción”, en la que concluye que cantar una canción es transmitir lo que nos dicta el corazón. Ni más ni menos.
“¿A quién le importará?” o “Qué pasará mañana” son otras de las canciones incluidas en Entre el agua y el fuego. Ambas eclipsadas por el impacto de “¿Y quién es él?”, esa canción que inevitablemente se nos viene a la cabeza cuando pensamos en Perales, cuyo repertorio transitó otros muchos mundos desde que en 1973 iniciara su andadura artística con canciones como “Celos de mi guitarra” o “Cosas de doña Asunción”.
En la edición hispanoamericana de Entre el agua y el fuego “Dime”, subtitulada como “Pregúntale a Dios”, sustituía a “Y soñará”. Perales formulaba una serie de preguntas retóricas a Dios casi calcadas en intención a las que Atahualpa Yupanqui dirigiera en una de sus piezas más clásicas y atemporales, “Preguntitas sobre Dios”. Casi un preanuncio, por otro lado, con el subrayado de las voces infantiles, de otra de las piezas del conquense que se harán muy populares: la inefable y empalagosa “Que canten los niños”.
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