COMBUSTIONES
«Pura tierra baldía, poblada de fantasmas, que Cave abre y cierra como una invocación al optimismo, sea lo que sea eso después de haber quemado todas las naves»
La reciente muerte del primogénito del músico australiano asola de nuevo su vida, ya truncada, y solo a media luz, tras la pérdida hace siete años de otro de sus hijos. ¿Qué será de Nick Cave?, se pregunta Julio Valdeón esta semana.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
Kisa sat down in the old village square
She hugged her baby and cried and cried
She said everybody is always losing somebody
Then walked into the forest and buried her child
Everybody’s losing someone
Everybody’s losing someone
It’s a long way to find peace of mind, peace of mind
(“Hollywood”, Nick Cave & The Bad Seeds)
¿Cómo sobrevives a la muerte de un hijo? La pregunta, inconcebible, renueva su urgencia para Nick Cave, que acaba de perder a su hijo Jetro Lazenby, de 31 años, por causas que no han trascendido. Hace siete años ya quedó huérfano de otro de sus hijos, Arthur, de 15 años, despeñado por un acantilado después de haber consumido LSD. La detonación encontró a Cave en plena grabación del burbujeante y ominoso Skeleton tree. El trance lo ha retratado Andrew Dominik en la descarnada y turbadora película documental One more time with feeling (2016). Tres años después Cave publicó, de nuevo junto a los Bad Seeds, el apabullante Ghosteen. Un disco majestuoso y atmosférico, con capas de sintetizadores, cortesía de un Warren Ellis enrachado, para vestir unas canciones torrenciales, hechizadas por la búsqueda, entre urgente y gélida, de una suerte de reconciliación con el mundo. Una pura tierra baldía, poblada de fantasmas, que Cave abre y cierra como una invocación al optimismo, sea lo que sea eso después de haber quemado todas las naves. Un viaje incierto, pero también indispensable, de la nada a la luz, que fue recibido con cierto desdén por los partidarios de su rock más feroz, y que poco a poco gana peso como uno de los grandes discos de lo que llevamos de siglo.
Lazenby, fruto de la relación de Cave con la modelo australiana Beau Lazenby, tuvo que esperar a cumplir siete años para conocer a su padre. Con el tiempo padre e hijo habían logrado robustecer el trato. Nick ya no era el ser atormentado, célebre su bulimia de drogas y excesos, sino un profesional hiperactivo, limpio de jaco y anfetas, casado felizmente con Susie Cave y padre de dos niños, el citado Arthur y Earl, que sobrevive, igual que su hermanastro Luke, hijo de Nick y su primera esposa, la periodista brasileña Viviane Carneiro. Dos días antes de morir, Beau, que arrastraba una politoxicomanía y, cuentan, sufría de esquizofrenia, había salido de la cárcel. Lo habían condenado por pegar a su madre. En 2018 ya hizo algo similar con una exnovia.
Hace siete años, tras la muerte de Arthur, Cave le dijo a Ellis que no quería parar, que iban a seguir con sus canciones, discos y giras fuera como fuera. Entrevistado en 2017 por Chris Health, para GQ, explicó que «si me acostara, nunca me volvería a levantar». Solo el tiempo dirá si el hombre orquesta, heredero, entre otros, de Screamin’ Jay Hawkins, Johnny Cash, Flannery O’Connor y Leonard Cohen, sigue adelante y cómo.
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Anterior entrega de Combustiones: El chicle de Nina Simone.