LIBROS
«El libro es necesario por la clarividencia de sus ideas sobre la escena»
Ramón de España
En la cresta de la nueva ola
EFE EME, 2022
Texto: CÉSAR PRIETO.
Cuando se estaba en plena producción de esta nueva edición de En la cresta de la nueva ola, el autor mandó un mensaje al editor planteando si tenía sentido volver a las palabras de un joven de veinticuatro años, edad a la que Ramón de España hizo un temprano esbozo de memorias musicales. No se preocupe, editor, ya le contesto yo. Tiene todo el sentido del mundo. En primer lugar, porque da cuenta de primera mano de un periodo de la música de nuestro país que no ha sido suficientemente estudiado. Pensemos que, aunque el libro fue editado en 1981, su campo de estudio es una música que había empezado a surgir un lustro antes, justo cuando el crítico se iniciaba también en el negocio desde el otro lado de los vinilos, el de escribir sobre ellos. De hecho, presentó la obra como el colofón a su carrera de periodista musical, sobre todo la que se presta a revistas, porque siguió escribiendo libros sobre Roxy Music o Buddy Holly. Pero lo cierto es que justo, al publicar este análisis del estado de la música en 1981, se desvió a los guiones de cómic —obras magníficas reeditadas también en nuestros tiempos—, a las novelas y a los ensayos. En todo caso, sigue escribiendo y publicando, y continúa haciéndolo sobre música cuando puede. Presumo que es lo que más le sigue gustando.
En segundo lugar, el libro es necesario por la clarividencia de sus ideas sobre la escena. Han pasado cuarenta años y un criogenizado que volviera desde 1980 no entendería nada de lo que se cuece en las listas de éxito; sin embargo, el libro de Ramón de España aporta una visión transparente sobre lo que iba a pasar en los años venideros. La viabilidad de los conciertos de rock, la dicotomía entre músicos que generan música y músicos que generan ideas, el público que se va convirtiendo poco a poco en turba, la proyección que iba a tener la nueva ola madrileña, la validez del punk.
Un tercer valor —el más necesario, apunto— que hace al libro imprescindible es su absoluta falta de pretenciosidad. Acostumbrado uno a que los artículos y reseñas sobre música se vean aquejados de banalidad o de pedantería, enfrentarse a Ramón de España es ponerse de cara a la sencillez y la cercanía. Ramón de España escribe —incluso hoy— como si le hablara a un amigo, y como tiene un gracejo natural en que sus dardos, con vitriolo incorporado, atacan sin esperarlo, de una frase a otra, el interlocutor —que somos nosotros, lectores— acaba obligado a reír.
Este cronista tiene el libro desde que se editó. Era muy joven entonces, y apenas conocía nada de lo que allí dentro se cocía, pero sentía una enorme curiosidad por esas nuevas músicas —a veces no tan nuevas, pero sí para él— que entrevió al hojearlo. Lo leyó enseguida y, aunque las canciones y los artistas se le escapaban en su resolución práctica y sonora, sí que entró fácilmente es ese estilo que le parecía tan de conversación de colegas. De hecho, en estos cuarenta años, de vez en cuando —en momentos de aburrimiento—, se iba acordando de esas escenas y anécdotas con el Sisa lleno de acción, con La Banda Trapera del Río aún más llena de acción, con las fans de ídolos teenagers a punto del big bang y la risa le florecía esperando al autobús, por ejemplo, consiguiendo un significativo alejamiento espacial del resto de viajeros de la parada.
A través de esta fascinación, mi criterio musical se fue asentando con las bases que media docena de aseveraciones de este libro ponían sobre la mesa. Ineludiblemente. Supongo que, siguiendo las clasificaciones entre tipologías de las que el autor es devoto, existen dos tipos de seguidores de música: los que tienen claro qué es lo que buscan —que puede ser variado o hasta incoherente— y los que asumen lo que les echen. Así que, aunque lo tuviera presente durante todos estos años, me ha gustado releerlo y sé con seguridad que cualquier persona que lo coja sin conocerlo —sea joven, viejo o mediopensionista—, se sentirá fascinado.
El espectro musical que recorre el autor ya está totalmente superado, pero el catálogo de filias y fobias y la convicción que se desprende de ello en forma de ironía son totalmente actuales. Nada tiene de actualidad en su contenido, pero en sus formas todo apunta a que es un libro de hoy, o que por lo menos define cómo se ha de escribir sobre música.
Yo no voy a decir que es lo mejor que ha escrito Ramón de España, porque no es cierto y porque si me lo cruzo algún día por nuestra ciudad de Barcelona puedo verme en un brete si considera que ninguneo el resto de su producción, pero lo cierto es que el periodista catalán se mueve mejor en las distancias cortas y, sobre todo, que es de los libros que más perduran, especialmente si lo lees a los quince años, con todas las maravillas del mundo por descubrir.
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Anterior crítica de libros: ¡Vamos a morir todos!, de Pedro Delgado Cavilla.