«Debajo del puente’ fue su carta de presentación frente a un público entregado desde antes del vamos: gritos, vítores y aullidos, merecidos todos, y a su vez bien recibidos por parte del protagonista»
Ayer, Ariel Rot actuaba por vez primera en Bogotá: allí estuvo Umberto Pérez (nuestro hombre en Colombia), para contarnos de esta noche para la historia.
Texto: UMBERTO PÉREZ.
Fotos: ANDRÉS WOLF.
Ariel Rot
8 de enero de 2014
Auditorio de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, Bogotá (Colombia)
Los colombianos dejan todo para última hora. Aunque el concierto se había anunciado casi ocho semanas atrás, el 30 de diciembre, cuando fui a asegurar mi entrada para ver a Ariel Rot en Bogotá, aún quedaban muchísimas. Pero el 8 de enero, faltando tres horas para el inicio del show, la taquilla de la sala colgó el cartel de agotado.
Una cosa rara, si se analiza con atención, pero fantástica a la vez. Porque, en honor a la verdad, las canciones de Ariel Rot nunca sonaron en la radio colombiana; acá, la cara visible de Los Rodríguez siempre fue Calamaro; y ni hablar de Tequila –¿de quién? Se preguntarán muchos–, pero hay momentos en que la vida es justa y en la noche de este miércoles que acaba de pasar la vida fue justa con los bogotanos y con Ariel Rot.
Primero pasaron muchas cosas debajo del puente: sus canciones a través de la internet más de manera ilegal que legal, un álbum de colaboraciones que, sin duda, le dio mayor visibilidad, intentos fallidos para que pisara suelo colombiano, su deseo de venir y el ímpetu definitivo de los empresarios colombianos para que fuera la cabeza de cartel de la quinta edición del Festival Centro y, finalmente, una hora y treinta minutos de retraso. Pasadas las diez y media de la noche, Ariel Rot, elegantísimo como siempre, se ponía al frente de su micrófono en el Auditorio de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño para saldar una vieja deuda.
Justamente ‘Debajo del puente’ fue su carta de presentación frente a un público entregado –e insoportable– desde antes del vamos: gritos, vítores y aullidos, merecidos todos, y a su vez bien recibidos por parte del protagonista. Una emoción compartida que creció con ‘Lo siento, Frank’ acompañado de su Gretsch marrón, con la que fue dejando las cosas claras: lo suyo en Bogotá iba a ser un show de rock and roll y música popular, aludiendo al tango y a Sinatra, por supuesto.
Y la cosa se fue calentando: saludó, agradeció y se confesó contento por estar en Bogotá a pesar del soroche –o mal de altura, Bogotá está a 2.600 metros del nivel del mar– y la burundanga –droga usada por los ladrones para adormecer a sus futuras víctimas–, bromeó. Luego de su versión, o perversión –como llama a sus interpretaciones en el formato “Solo Rot”– de ‘Baile de ilusiones’, bluesy pero ligera, se colgó una Gibson SG para electrificar ‘Felicidad’ aunque esta demandara teclados.
Una vez se sacó los lentes oscuros dijo ponerse serio, y lo hizo; ‘Sin saber qué decir’, la primera sorpresa de la noche, sonó profunda y transmitió impotencia, calando duro en quien esto escribe. No me falta el pudor para contar que las canciones de Rot me han endulzado las amarguras.
El concierto continuó con ‘La huesuda’ –antecedida por un comentario de agradecimiento socarrón a su disquera por animarse a editar el álbum en Colombia– que abordó con contundencia, haciendo un guiño directo al clásico de Burning ‘¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?’ y guiños guitarreros a Jaime Urrutia y Lou Reed; justo en ese momento tan ‘Velvet Underground’, tan electrizante al final de la canción, el sonido se fue brevemente pero él supo resolverlo con gracia, sin quejarse; al fin y al cabo “hay formas mucho más tristes…” pero el sonido volvió al instante y ‘La huesuda’ finalizó con altura. Después llegó la segunda sorpresa de la noche: ‘Los tipos duros no bailan’ o “la canción de Ariel Rot más cantada por este cronista en los últimos meses”.
Y llegó el momento del «piano man». Ariel se pasó a los teclados para cantar ese hit indiscutible que es ‘Para escribir otro final’, seguido de ‘Dos de corazones’, ‘Emociones escondidas’, el primer momento “Rodríguez” de la noche con una entrañable versión de ‘La mirada del adiós’, luego ‘Una casa con tres balcones’ que deja sentir cuánto disfruta tocándola en el piano, y finalmente ‘Pólvora mojada’, que presenta de forma simpática contando mitos y verdades de una estrella de rock. El set permite confirmar que Rot se siente cómodo al piano: es dúctil y versátil, juega con él mismo metiendo partecitas de clásicos de los Beatles o de ‘I will survive’, se recuesta, la pasa bien; tal vez sea su momento favorito del concierto.
Y mientras la gente gritaba, agitaba las manos, ¡sacaba banderas argentinas! y pedía canciones de todos los discos, Ariel se colgaba la guitarra Martin para cantar ‘El mundo de ayer’ y continuar, veladamente, con un repertorio que refleja las inquietudes del autor por el pasado y, al mismo tiempo, por el único futuro conocido: la muerte, quizás su mayor obsesión. Es impresionante la presencia de La Parca en el cancionero de Rot, más allá de que se lo tome con mucha mordacidad.
El final llegó con clásicos de Los Rodríguez a manera de gratitud: ‘Me estás atrapando otra vez’ cantada por todo el auditorio –y momento personal para recordar a Julián Infante–, y su versión tanguera de ‘Mucho mejor’. Ariel puso la acústica en su soporte, mandó besos y se despidió en medio de la algarabía del público bogotano, a la vez que hacía un gesto de “stop” para indicar que volvía en unos segunditos a hacer el bis; gestos que señalan que Rot descree, cada vez más, de los convencionalismos del rock.
El tramo final del primer concierto del hispano-argentino en Colombia fue en los teclados, cantando ‘Cenizas en el aire’, su declaración de principios personal, indispensable desde el mismo momento de su edición en 1999, y ‘Milonga del marinero y el capitán’, para dejar a todos contentos, oportunistas de siempre incluidos.
Una hora y treinta minutos después del comienzo, Rot desapareció satisfecho tras el telón de la Gilberto. Los discos y las camisetas se esfumaron, ojalá, como señal de un próximo y pronto concierto con su banda completa; porque se lo merece, porque nunca es tarde para el rock and roll y menos si se trata de un show de Ariel Rot en Bogotá, o en cualquier parte del mundo.