En directo desde J&J / Grabaciones completas (1971—1993), de Tara

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DISCOS DESCATALOGADOS

«Y lo que fue la gran esperanza del soul español, la Janis Joplin de nuestro país, ha quedado como un sueño difuminado»

 

César Prieto abre una nueva puerta hacia el recuerdo, esta vez recuperando dos discos fuera de catálogo de la cantante Tara, que surgió en los setenta y se convirtió en la —fugaz— gran esperanza soul de nuestro país.

 

Tara
En directo desde J&J / Grabaciones completas
Polydor, 1971—1993

 

Texto: César Prieto.

 

En 1993, una Polydor en sus últimos estertores —antes de repartir su catálogo en sellos menores e integrarse en Universal— edita un cedé que recoge las grabaciones completas de Tara. Diecinueve canciones resultaron ser todo su legado: tres singles y un elepé de once cortes dan diecisiete, una inédita —“Mis pensamientos”— y una versión del “Never, never leave me”, un viejo éxito de Mary Wells en 1965, grabada en las sesiones de su primer single, completan las diecinueve existentes.

Por supuesto esté cedé ya no está disponible. Tampoco lo están sus vinilos originales, desde luego. Y lo que fue la gran esperanza del soul español, la Janis Joplin de nuestro país, ha quedado como un sueño difuminado, de esos que no se recuerda si se tuvieron o no. De hecho, en el estudio poco se registró de su voz, puesto que su disco largo fue grabado en directo, uno de los primeros directos españoles. Tenía sentido que la compañía apostase porque lo que iba a ser el primer hito de una larga carrera fuese grabado así, a pelo. Tara, en el escenario era imbatible. Pero tal como llegó, desapareció.

Pero realmente, ¿quién era Tara? De nombre real María Teresa Pérez Guerra, había nacido en A Coruña, donde a los once años ya ganó un concurso radiofónico. Tras estudiar decoración y cerámica, se traslada a Barcelona, donde trabaja en un taller de cosmética y empieza a ensayar como integrante de una banda: Los Boom. Así conoce a Maryní Callejo, que la pone en contacto con Augusto Algueró. Fue el músico catalán quien la lleva hasta Polydor que prueba con un primer single que explota en “Happy”, una versión de William Bell. Puro Norther Soul como nunca se ha hecho en nuestro país. Y la vigilancia en educar su voz y la presencia de Maryní se nota.

La repercusión, sobre todo en la crítica, hace que la compañía reserve la discoteca J&J para ofrecer un concierto el 5 de junio de 1970. Allí se grabó el directo. En portada, una Tara feliz con su traje de flecos y el micrófono como arma. Contraportada, una Tara entre canciones en el pequeño escenario circular y el público trajeado y sentado en el suelo. J&J era una discoteca de moda por aquel entonces. En los bajos del Palacio de la Prensa en la Plaza del Callao, con ese escenario circular que se ve en la carátula del disco, combinaba conciertos de estrellas emergentes y presentaciones de discos —los de Cecilia, por ejemplo— con programas de radio que se emitían en directo.

Si esa carátula es significativa de una época, el interior es impresionante. Con una osadía sin fisuras se atreve con el “Son of a preacher man” de Dusty Springfield o el “Think” de Aretha Franklin y no solo no desmerece, sino que las borda. La ayuda una labor importante del bajista en el “Think” y la sordina de la orquesta en la de Dusty Springfield que permite que su voz se explaye. En el apartado de canción en castellano interpreta “Él era mi amigo” de Massiel y “Es mi vida” de Shirley Bassey adaptada al castellano. Para el final, la traca: el “Oh happy day”. La orquesta no desmerece, veinte músicos que crean un fondo sublime, con violines, violas, chelos, trompetas y trombones. Tara pasa a ser presencia habitual en televisión y en los medios.

Antes de que termine 1970, el año lanza otro single, acompañada por el grupo Spain, la única apuesta fallida de Maryní Callejo. También excepcional, pues las dos composiciones de Teddy Bautista lo son de por sí. Pero es que en “Somebody” grita, se deshace, sostiene la tensión desde el primer segundo y poco a poco la va subiendo, elevada por el coro. A medida que avanzan los cuatro minutos, el mensaje es la voz, alocada pero contenida. En cualquier país anglosajón esa canción sería un icono. Incluso llega a estar preseleccionada para el Festival de Eurovisión, y con una insulsa “Palabras” participó en la gala que se emite por televisión el 27 de febrero del 71.

Y de golpe, tras presumirse en ella una carrera brillante, abandona el mundo del disco de la noche a la mañana. Nunca se supo por qué, lo cierto es que se había casado ese año, y además de ello se comentaba su miedo escénico. Quizás fuera eso, quizás la voluntad de centrarse en su vida privada.

Aún cuatro años después lanza otro single, aislado. “Sálvame”, con unas guitarras densas, gritos desaforados y vientos de huracán, resulta en esencia y pese a ello mucho más rock que soul. Incluso la quiso rescatar el Teddy Bautista que le había compuesto el “Somebody” para un absurdo proyecto de 1978 en el que quería remedar a Pink Floyd y encajó en él la voz de Tara entre oleadas de sintetizadores. Hay algunas cuñas publicitarias y algunos jingles con su voz de esa época, pero a finales de los setenta el sonido en el que se movía Tara estaba desfasado. Había dejado pasar el tren. Con una carrera un poquito más asentada, hubiera podido ser una gran dama. Una posible gran dama de la que ni siquiera se puede escuchar su disco en ningún sitio.

Anterior entrega de Discos descatalogados: Canciones de miseria y soledad, de El Ejército de Salvación.

 

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