DISCOS
“Disco de jazz tradicional, mecido en el swing pero abierto de miras, clásico pero con texturas contemporáneas y apreciables coqueteos localistas”
Andrea Motis
“Emotional dance”
IMPULSE!/UNIVERSAL
Texto: JUAN PUCHADES.
Las biografías de los grandes iconos más en el límite fijaron la idea del jazz asociado al desgarro y a la vida en el filo del precipicio. Tal es su magnetismo que por ellas hemos olvidado que la mayoría de jazzmen gozaron de longevas existencias y buscaron, esencialmente, que el oyente disfrutara con su música, que por un rato olvidara la grisura y el tedio y (antes de la era del hard bop) paladeara una música que acompañaba soledades o caldeaba ilusiones. Actitud que en los últimos años ha regresado con fuerza, con nuevos vocalistas que transitan épocas buscando la belleza de los días dorados del género. Y a eso precisamente es a lo que se dedica Andrea Motis, cantante, trompetista y saxofonista de exultante juventud en este estreno en solitario, aunque suma otros siete discos en los que ha colaborado con Joan Chamorro, su mentor en la Sant Andreu Jazz Band.
Celebremos que una chica de Barcelona, de 22 años (21 cuando grabó esta obra), sea ahora mismo una de las más grandes sensaciones del jazz internacional. Con flamante disco grabado para el sello Impulse! y una proyección que hace temblar los esquemas de los cabeza fría que entienden que el jazz es perderse en tropecientas mil tomas alternativas de Charlie Parker o Miles Davis. Aquí y ahora tenemos a una vocalista delicada y expresiva que, además, es instrumentista (siempre deja espacio para los solos instrumentales). Así que escuchemos y dejémonos atrapar.
Y para atraparnos está “Emotional dance”, diseñado prácticamente como una tarjeta de presentación o catálogo: como quien dice “esta soy yo. Esto es lo que puedo hacer. Estos son los distintos registros a los que me puedo aproximar. Confiad en mí, que no sé hacia dónde iré, pero prometo que intentaré dar lo mejor y el futuro será interesante”. De ese modo hay que entender un disco de jazz tradicional, mecido en el swing pero abierto de miras, clásico pero con texturas contemporáneas y apreciables coqueteos localistas pese a su vocación internacional (con grabación en Nueva York). Así, en ese intento de exponer una paleta variada, rubrica una entregada ‘Chega de sudade’ (el indestructible tótem de Jobim y Moraes) en la que se vuelca en el solo de trompeta, o se atreve con ‘He’s funny that away’ (el primer single del álbum), uno de los clásicos del cancionero de Billie Holiday, aunque su versión guarde mayor parentesco con la lectura sinuosa de Etta James. También se pasea con soltura por estándares como ‘Never will I marry’ (originalmente del musical “Greenwillow”, luego incorporado a repertorios jazzísticos), se muestra fantástica en ‘You’d be so nice to come home to’, de Cole Porter, magnética en ‘I remember you’, sobrada y electrizante en el difícil ‘Señor blues’ del gran Horace Silver, más próxima a Anita O’day que al propio Silver. Como vocalista, Motis no busca el alarde, al contrario, canta con naturalidad y cercanía, y ahí reside su fortaleza, ese es el motor que la impulsa como cantante y con el que consigue desarmar al oyente y que se ponga de su parte. Una cantante que se aferra a los cánones del género y abre espacios para que los músicos de la banda que suele acompañarla en directo se expresen: Joan Chamorro (contrabajo), Ignasi Terraza (piano), Esteve Pi (batería), Josep Traver (guitarra).
Pero “Emotional dance” deja tres versiones inesperadas: la mirada al jazz mediterráneo con ‘Matilda’, composición de Perico Sambeat (que toca el saxo en la grabación), y la excitante relectura de ‘La gavina’, la canción donde se torna más innovadora. Mención aparte para el otro tema en catalán, ‘Louisiana o el camps de cotó’, con el que Motis asume su edad aproximándose al cancionero de Els Amics de les Arts, uno de los grupos más destacados del pop catalán actual. Una canción hermosísima que en su versión —cerrando el disco— provoca que salten los fusibles de los géneros y poco importe discernir si esto es jazz o pop de altos vuelos porque, simplemente, su interpretación sobrecoge y sirve para confirmar que puede cantar lo que le apetezca. Pero no todo son versiones, Andrea también se atreve a firmar cuatro piezas propias, como avisando que sí, que recrear canciones conocidas está muy bien pero que está dispuesta a explorar y quiere escribir sus propias composiciones: las portentosas ‘I didn’t tell them why’, ‘If you give them than you can’, ‘Emotional dance’ y el sensacional instrumental ‘Save the orangutan’. Creaciones con regusto a jazz atemporal.
Hay que dejarse enredar por la belleza de “Emotional dance”, una obra luminosa que transmite alegría y ganas de vivir y que confirma que Andrea Motis, en contra de los titulares que tienden al tópico y a presentarla como “joven promesa”, es rotundo presente. Aunque, sí, lo mejor es que el futuro es suyo y está abierto.
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Anterior crítica de discos: “The Joshua tree”, de U2 (reedición).