CINE
“Pertenece a esa cada vez más abundante estirpe de obras parcial o enteramente biográficas en las que la imagen del mito solo se conjuga para reafirmarlo y pasar de largo”
“Elvis & Nixon”
Liza Johnson, 2016
Texto: JORDI REVERT.
Siempre tensando la cuerda entre el mito y el realismo de su inserción dramática, “Vinyl” (Rich Cohen, Mick Jagger, Martin Scorsese y Terence Winter, HBO: 2016) se atrevió en el episodio titulado “The King and I” a abordar la figura de Elvis sin complejos. Se trataba de un Elvis en decadencia, arrastrándose por los espectáculos de cartón piedra de Las Vegas. Un rey caído fugaz pero eficazmente incorporado por Shawn Wayne Klush y sometido a los dictámenes del Coronel (Gene Jones). En un rápido encuentro a solas con el astro, Richie Finestra (Bobby Canavale), a punto estaba de devolverle el brillo en la mirada, proyectaba en el futuro la recuperación de una carrera fulgurante antes de que el atroz representante apareciera de entre el oropel para aplastar cualquier atisbo de esperanza.
En apenas unos minutos, la ya extinta serie de Scorsese, Jagger y compañía realizaban una descripción sintética y magnética del ocaso de la carrera del rey. “Elvis & Nixon”, en hora y media, es incapaz no solo de ofrecer su propia versión sobre el desencanto de Elvis, sino de siquiera ir más allá de la foto de sus dos grandes protagonistas. Película-foto a partir de un anecdótico encuentro ente el cantante y el presidente, nunca consigue convencer del interés real que justifique hora y media dedicada a contar la preparación del encuentro y la intrascendente reunión en sí. Antes al contrario, pertenece a esa cada vez más abundante estirpe de obras parcial o enteramente biográficas en las que la imagen del mito solo se conjuga para reafirmarlo y pasar de largo –de las que la reciente “El mayordomo” (“The butler”, Lee Daniels, 2013) podría ser compendio y parque temático a la vez−. La caricatura antes que la inspección psicológica. El episodio antes que el personaje.
Ni la mirada sobre Elvis tiene profundidad alguna más allá de esquivas menciones a sus horas bajas –el Coronel y Las Vegas apenas ocupan una línea de diálogo, escaso bagaje en el lado de las sombras– ni el propio Nixon escapa al tópico de presidente conservador, un tanto huraño y otro tanto carcamal. Tampoco Michael Shannon o Kevin Spacey consiguen hacer olvidar respectivamente la extraña elección de casting, en el primer caso, y la modulación a partir de Frank Underwood, en el segundo. Su encuentro, lejos de ahuyentar la esforzada caligrafía de lo cool –canciones que puntúan instantes banales como risas enlatadas en una mala sitcom– de la primera hora, confirma que, en realidad, “Elvis & Nixon” no tiene nada que contar más allá de lo que dice su sinopsis.
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Anterior crítica de cine: “Nunca apagues la luz”, de David Sandberg.