«Durante sus dos horas de concierto, Costello se convirtió en un perfecto maestro de ceremonias, ataviado con un sombrero que ya se ha convertido en parte de su imagen, junto a sus icónicas gafas de pasta»
El sábado, dentro de su gira española, Elvis Costello recaló en el madrileño Teatro Circo Price. Allí estuvo Héctor Sánchez para contarnos qué tal se portó el histórico estandarte de la new wave.
Elvis Costello and The Imposters
27 de julio de 2013
Teatro Circo Price, Madrid
Texto: HÉCTOR SÁNCHEZ.
¡Damas y caballeros! ¡Niños y niñas! Pasen y vean. Solo los más valientes se atreven a salir a la pista del circo para enfrentarse a las fieras. Aunque su música hipnotiza como lo haría cualquier encantador de serpientes, Elvis Costello no es un domador de leones. No obstante, la pasada noche del 27 de julio, Declan Patrick McManus se atrevió a bajar a la pista del Teatro Circo Price en plena interpretación de ‘She’. El cantante se recorrió la pista, plagada de público con una media de edad similar a la suya, como un espectador más. Él solo, sin personal de seguridad que impidiera a sus seguidores darle la mano. Cuando concluyó su versión del clásico de Charles Aznavour, el cantante aún continuaba entre la multitud y allí, comenzó otro tema más, ‘Episode of blonde’, que terminaría volviendo a subir al escenario. Gracias a ese baño de masas, Costello ya se había metido en el bolsillo al público que había acudido a verle.
Y eso que el concierto no empezó con buen pie. Apareció sobre el escenario con su correspondiente puntualidad inglesa, lo que siempre es de agradecer, y secundado por los miembros de su banda, The Imposters. Aunque Elvis entró con ganas, el tema elegido para comenzar la función, ‘Turpentine’, no parecía sonar como debería. Algo no encajaba. ¿El sonido? ¿El volumen? El cantante intentó animar con palmas a un público un poco frío y desconcertado. Con la siguiente, ‘Beyond belief’, la sensación fue parecida. Después de ‘Clubland’, la calidad del sonido parecía mejorar y la audiencia comenzó a entrar en calor coreando el estribillo de ‘Everyday I write the book’.
Durante sus dos horas de concierto, Costello se convirtió en un perfecto maestro de ceremonias, ataviado con un sombrero que ya se ha convertido en parte de su imagen, junto a sus icónicas gafas de pasta. Aunque su indumentaria era completamente gris, sus calcetines verdes le daban un toque de color. Durante toda la noche, se mostró afable y muy dicharachero. No solo tenía ganas de cantar, también quería narrar anécdotas antes de tocar sus temas y bromear con el público. Elvis Costello es uno de los intérpretes más mordaces. Puede ser divertido como un payaso gracioso y puede ser melancólico como un payaso triste. Pero como antes de cantante es humano, al igual que ya había hecho en los otros conciertos de esta gira española, realizó un homenaje a las víctimas del accidente de tren ocurrido en Santiago de Compostela, a quienes dedicó ‘Stations of the cross’. Pero no solo tuvo unas palabras para los afectados, sino que además dio una lección a los medios de comunicación al pedir que dejaran de emitir las imágenes del momento del descarrilamiento del vehículo por respeto a los seres queridos de los fallecidos.
‘My all time doll’, fue la segunda dedicatoria de la noche, ya que el tema está inspirado en su mujer, Diana Krall, quien también actuó en Madrid el pasado jueves 25. El resto del repertorio estuvo formado por canciones incluidas en su último trabajo de estudio, “National ransom” (2010), junto a piezas tranquilas como ‘Either side of the same town’, la clásica ‘Man out of time’, y su reflexión sobre el conflicto de las Islas Malvinas, ‘Shipbuilding’. Entre tanta serenidad, el ritmo aumentó gracias al reggae ‘Watching the detectives’, Costello se puso juguetón y echó mano de un megáfono que utilizó como si fuera un instrumento más accionando el botón de la sirena de policía. ‘Bedlam’ sirvió para presentar a The Imposters, que no dejan de ser dos tercios de The Attractions, el teclista Steve Nieve y el batería Pete Thomas, junto al bajista Davey Faragher. La puesta en escena de los músicos fue impecable, pero hay que destacar el talento de Nieve quien se pasó la noche alternando el piano y el órgano.
Aunque el público pedía a gritos canciones clásicas como ‘Alison’ u ‘Oliver’s army’, Costello prefirió silbar ‘A slow drag with Josephine’, versionar ‘Walkin’ my baby back home’ él solo y sin sus músicos y hacer un más difícil todavía con ‘Jimmie standing in the rain’, canción que finalizó cantando a capela, sin música e incluso sin micrófono, desnudo, confiando solamente en la capacidad de su voz, arriesgándose como un trapecista dispuesto a saltar sin red.
Tras hora y media del concierto, ahora sí, le tocó el turno a ‘Oliver’s army’. La media hora restante fue un festival de grandes éxitos dentro de la extensa trayectoria de MacManus. Le siguió ‘(I don’t want to go to) Chelsea’, con la que volvió a presentar a la banda. La exquisita ‘I want you’ y ‘Pump it up’ precedieron a ‘(What’s so funny ‘bout) peace, love and understanding’, el tema de Nick Lowe que hizo suyo. Probablemente en esta última media hora, Costello ofreció al Elvis Costello que muchos estaban esperando. Al músico que tomó prestado su nombre del Rey del Rock y se convirtió en el Rey de la Nueva Ola. Sin embargo, después de la paz, el amor y el entendimiento, Costello se despidió y ya no volvió a salir al escenario. Nada de bises. Aunque se encontraba en un circo, lo que no pudo hacer fue malabarismos para intentar evitar la norma que obliga al Teatro Price a terminar los espectáculos a las 23:30. Una lástima, la verdad, porque a partir de ese momento la euforia parecía despegar entre el público.
Son muchas las canciones ansiadas que se quedaron en el tintero. ‘Alison’, ‘(The angels wanna wear my) red shoes’, ‘Radio radio’, ‘High fidelity’, ‘I hope you’re happy now’… Con un repertorio que abarca más de una treintena de álbumes y con una sólida carrera de más de tres décadas en las que ha tocado todos los géneros posibles no resulta sorprendente que muchos temas se quedaran fuera. Y más teniendo en cuenta que Elvis no tiende a repetir el mismo listado de canciones noche tras noche; aunque ya no emplea aquella divertida ruleta que dejaba el repertorio en manos del azar. El resultado han sido dos horas de concierto y veintidós canciones en las que el músico no ha dado tregua y ha tocado de un tirón, alternando solo para echar un trago a la taza blanca que tenía detrás de él o para masticar algo que los ojos no alcanzaban a ver. Aunque la sensación en conjunto es satisfactoria y sus intenciones siguen siendo sinceras, Elvis Costello dejó a todos los presentes con la miel en los labios y con ganas de más. La función terminó de la misma manera que el truco del mago en el que introduce a una chica en el cajón y ya no vuelve a aparecer.