“Sin micro, acústica en mano, se baja del escenario y canta entre el público una ‘Alison’ que ojalá, sino estuviste allí, puedas experimentar alguna vez en la vida”
El pasado domingo, Elvis Costello trajo a Madrid su gira “Detour” en un directo que encaró sin más acompañamiento que su guitarra y su voz. En el Teatro Monumental estuvo David Pérez.
Elvis Costello
Teatro Monumental de Madrid
5 de junio de 2016
Texto y fotos: DAVID PÉREZ.
Tras el baño de masas de Sir Paul McCartney en el Calderón, bajo el huracán de un Primavera Sound que absorbe todos los focos y abre la veda de los grandes festivales, una repentina suerte de eclipse nos brinda la oportunidad de escapar a ninguna parte (durante poco más de dos horas), saboreando las raíces y la vida que brota de la música popular. Elvis Costello llega al Teatro Monumental de Madrid (segunda parada de tres en nuestro país), con su autobiografía bajo el brazo, “Música infiel y tinta invisible”, dispuesto a seguir desnudándose en esta gira “Detour” (filme de serie B de Edgar G. Ulmer), donde al más puro estilo “Storytellers”, intercala historias personales y desgrana a su antojo, tan solo acompañando de su voz, guitarra o piano, su oceánico cancionero.
De entre las sombras, con puntualidad inglesa, Mr. Costello aparece de elegante negro, gafas de sol incluidas y se hace la magia. Tarda escasos minutos en poner el teatro patas arriba con ‘(The angels wanna wear my) Red shoes’ o ‘Accidents will happen’, que suenan más vivas que nunca, arriesgando en cada fraseo y demostrando que, además de ser uno de los mejores contadores de historias de los últimos cuarenta años, posee una de las voces más genuinas y valientes del rock.
Le sobra carisma y tiene madera de «showman», entre tema y tema se mueve como pez en el agua, no olvidemos que tuvo su propio programa en el canal Sundance (“Spectacle: Elvis Costello with…”). La puesta en escena es sencilla, cálida y efectiva: piano de cola a la izquierda, abanico de guitarras alrededor, una bufanda del Liverpool, una silla de la que cuelga un sombrero y un par de luminosos que anuncian la gira y «ON AIR». En la parte central trasera, una gigantesca televisión retro que nos ilustra en todo momento con imágenes de décadas pasadas, de la infancia del pequeño Declan McManus, familia o amigos. Y no tardan en aparecer instantáneas de su querido Allen Toussaint, siempre presente de una manera u otra durante toda la velada, comentando Costello: “Cuando era un crío oía discos que sonaban diferentes a los demás, y en todos estaba el sello de Allen Toussaint, producidos, arreglados o interpretados por él. Y aquí estamos, en la ciudad donde le perdimos”. Los que tuvimos la suerte de estar en aquel último concierto de Toussaint en el Teatro Lara, aún nos frotamos los ojos para intentar borrar el final de ese mal sueño. Elvis le dedica una interpretación con guitarra de “Ascension day” en la que, a duras penas, conseguimos que no se nos fugue el corazón por la boca.
Siguen las anécdotas, los recuerdos y fotogramas impagables, como el de su padre, que cantaba en los bares de Blackpool y quedó por delante de los Beatles en un concurso de talentos, o la primera vez que llegó a Estados unidos y fantaseaba encontrarse con la «femmes fatales» que veía en las películas de «cine noir»… Suena ‘Church underground’ y tras darle algún que otro «zasca» a Donald Trump, se acerca con mucho cuidado al piano y nos cuenta que es de su mujer (Diana Krall), que se lo ha dejado y ha prometido devolvérselo sin ningún rasguño. Magistrales a las teclas ‘Shipbuilding’ y ‘Freedom for the stallion’, del revisitado «The river in reverse», de 2006, que grabó junto a Toussaint.
Retoma las seis cuerdas y hasta rasga como nadie un ukelele. Termina por calar el lado izquierdo del pecho de la ciudad con una intimísima y hermosa ‘She’, ya más suya que de Aznavour, y nos electrifica para siempre con una apoteósica ‘Watching the detectives’ que pone al teatro en pie, aplaudiendo como sino hubiera mañana.
Un pequeño respiro y Costello reaparece como los grandes, bailando y con chaqueta nueva. La conexión con el público es total, mires donde mires se adivinan sonrisas en la oscuridad. Le brinda a su abuela ‘Veronica’ y se vacía en ‘Jimmie standing in the rain’, y sin micro, acústica en mano, se baja del escenario y canta entre el público una ‘Alison’ que ojalá, sino estuviste allí, puedas experimentar alguna vez en la vida.
Y aunque fantaseamos con que Costello se cuelgue la Jazzmaster que luce al fondo y haga estallar todo con ‘(What’s so funny’bout) Peace, love and understanding’ de Nick Lowe, sabemos que es imposible tras haberse dejado el alma en una interpretación a tumba abierta de ‘I want you’. No se puede pedir ni dar más, esto es amar la música y lo demás es tontería.