LIBROS
“Aunque esté escrita hace más de un siglo, el tono resulta enormemente actual”
Jerome K. Jerome
“Ellos y yo”
MODERNITO BOOKS
Texto: CÉSAR PRIETO.
La novela humorística inglesa de la primera mitad del siglo XX goza del marchamo de su exquisita finura, en el estilo y en la trama. Evelyn Waugh o Wodehouse son tan neutros y pulcros en su tono que cualquier acción con un mínimo de hilaridad resulta tan absurda como deslumbrante; de esta misma estirpe es Jerome K. Jerome que en “Ellos y yo” –publicada en 1909 y con alguna esporádica traducción al castellano– moldea otro de los temas de honor para la literatura británica de esos años: una familia que decide trasladarse a vivir a la campiña, fascinada por todas las maravillas que parece poder ofrecerles. Así que ni corto ni perezoso, nuestro protagonista acude con sus tres hijos para supervisar las obras de la casa que ha comprado, mientras que su esposa permanece en la ciudad.
La búsqueda de la casa ya resulta épica, una casa que se va a convertir en la verdadera protagonista y que acaba siendo el túnel de la risa. Son especialmente divertidos los ruidos nocturnos de la primera noche, o la salida del protagonista –escritor y alter ego del autor– para observar el amanecer, tanteando las paredes y con un mordaz hilo narrativo al tomar notas sentado al fresco. De pronto, se vislumbra una vaca: la había comprado la hija mayor, Robina, simplemente para tener leche fresca; pero como es evidente nadie tiene ninguna idea sobre como ordeñar. En los tres hijos –ella, Dick y la pequeña Verónica que casualmente hace explotar la cocina– se sostiene parte de la trama con el chico trabajando en una granja y Verónica que maneja las situaciones a su conveniencia. Los vecinos raros, el arquitecto y los pocos personajes con los que tienen relaciones están esquemáticamente trazados, pero son muy efectivos.
Si algo tienen de ajeno al lector actual estos novelistas citados anteriormente es el uso indiscriminado de digresiones. Puede pasar páginas Jerome narrando una partida de billar, pequeñas “nouvelles” intercaladas que no tienen nada que ver con la trama principal, o haciendo reflexiones sobre el matrimonio o la pedagogía; pero al cabo siempre se regresa a los problemas de la familia y la casa. En algún caso, son de lo mejor del texto, como esa historia que casi lo cierra, de una mujer que espera a un hombre veinte años y que a su vuelta, solteros los dos, no quiere casarse con él, sólo ser su amante.
Aunque esté escrita hace más de un siglo, el tono resulta enormemente actual, en parte por la verosimilitud de los diálogos y en parte por la buena labor de la traductora; de la misma manera, la edición es cuidadísima y se acompaña de felices ilustraciones en blanco y negro que son a la vez precisas y sugerentes. En todo caso, la novela nos divertirá, y aunque es desde luego mucho mejor la parte amable en la que desmonta los tópicos sobre el campo; el regusto final participa de varios sabores, del teatro y la vida, de que se ha levantado la casa y de que todo ello es fruto del éxito y de la superación.
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Anterior crítica de libros: “Punk, pero ¿qué punk?”, de Tomás González Lezana.