«Definitivamente, vivo entro lo eléctrico y lo acústico, ambos mundos forman parte de mi manera de entender la música. Nunca me pareció un problema combinar sensibilidad y energía»
El veterano cantautor rock estadounidense afincado en París publica un disco homónimo producido por su hijo, con el que inicia una nueva etapa en su larga trayectoria. Eduardo Guillot Entrevista a Elliott Murphy.
Texto: EDUARDO GUILLOT.
El pasado marzo celebró su 61 cumpleaños. Elliott Murhpy, nacido en Nueva York, pero afincado en París, lleva desde la primera mitad de los setenta dando sentido a la figura del cantautor rock. Formó parte de la escena neoyorquina de mediados de los setenta, la que pululaba en torno a clubs como el Max’s Kansas City y el Centro Artístico Mercer, donde compartió barra y escenario con Patti Smith o los New York Dolls, y debutó con un disco sobresaliente, “Aquashow” (1973), aclamado por la crítica, pero que no obtuvo el respaldo del público, una constante en su carrera, marcada por la influencia de Bob Dylan, pero también por una búsqueda musical compartida con coetáneos como Bruce Springsteen, Lou Reed o David Byrne. Otros de sus mejores discos de los setenta, como “Lost generation” (1975), “Night lights” (1976) o “Just a story from America” (1977), volvieron a ser fracasos de ventas, y ante la indiferencia general, en 1980 puso en marcha su propio sello discográfico.
Cansado del escaso reconocimiento obtenido en su país de origen, en 1990 decidió trasladar su residencia a París, donde continúa viviendo actualmente. En Europa fue acogido con los brazos abiertos, y es el lugar donde también desarrolló su carrera literaria, que se inició en 1989 con “Frío y eléctrico” y que incluye otros volúmenes traducidos al castellano como “El león duerme esta noche” (Stultifera Navis) o “Donde las mujeres están desnudas y los hombres son ricos” (Celeste Ediciones). También ha ejercido como periodista, escribiendo las notas interiores para discos como “1969 Live” (The Velvet Underground) o “Add it up” (Violent Femmes) y artículos para las publicaciones especializadas «Spin» y «Rolling Stone», pero su figura sigue siendo la de un poeta maldito del rock, como lo definió Alberto Manzano en un libro publicado en 1986, donde compartía protagonismo con John Cale, Kevin Ayers y Lewis Furey. Un disco homónimo, recién publicado, le mantiene en la brecha.
Es un lugar común, pero cuando un artista publica un disco con su nombre como título se considera que está marcando el comienzo de una nueva etapa. ¿Es tu caso?
Quizá es que me ha costado treinta y cinco años llegar a ser Elliott Murphy. Pero siento que este álbum es el inicio de un nuevo ciclo en mi trayectoria, porque el productor ha sido mi hijo Gaspard. Creo que ha aportado unos oídos nuevos a mi música. Cuando toco en directo, siempre me fijo en la gente joven del público, necesitamos que nuestra música siga siendo relevante para las nuevas generaciones y no se quede en los museos. Cada disco es un nuevo comienzo, pero éste lo es más que cualquier otro. Estoy entrando en la segunda mitad de mi carrera.
Como has comentado, el productor es tu hijo. ¿Cómo has acabado trabajando con él?
Gaspard empezó a tocar la guitarra a los doce años, como yo, y a esa edad ya se subió al escenario para cantar ‘Gloria’ conmigo. Ahora es un veinteañero que ha estudiado producción musical en la universidad, en Estados Unidos. Ya tocaba la guitarra en mi anterior disco (“Notes from the underground”, 2008), pero esta vez le he permitido ponerse al frente de la grabación con todas sus consecuencias, porque parecía entender perfectamente lo que yo quería. Además, el año pasado estuvo de gira durante varias semanas como ingeniero de sonido de Bruce Springsteen, y aprendió mucho. Estaba preparado para una responsabilidad de este tipo. Yo lo tuve más difícil: ¡Tenía que obedecer órdenes de mi hijo!
¿Cómo se desarrolló el trabajo?
Grabamos el disco entre Le Havre, París y Nueva York, así que el reto para él consistía en lograr que el sonido fuera consistente. A veces me pedía que cantara una canción de manera diferente a como lo hago normalmente: “Papá, no pronuncies tanto las palabras”, y cosas así. Su grupo favorito es Nine Inch Nails, así que intentaba lograr ese tipo de intensidad en algunos de los temas.
Otras cosas no cambian nunca, como la presencia a tu lado del guitarrista Olivier Durand. ¿Puedes definir vuestra relación profesional?
Olivier ha estado tocando conmigo quince años, y los otros componentes de los Normandy All Stars [el batería Alan Fatras y el bajista Laurent Pardo] llevan ya cinco años en la banda, así que la formación es muy sólida. A veces tengo la sensación de que me pueden leer el pensamiento. No es raro que, en un concierto, me ponga a tocar una canción que no hemos ensayado nunca y ellos sean capaces de seguirme sin problemas. Es, probablemente, la mejor banda que he tenido nunca.
En este disco firmas dos canciones a medias con Iggy Strange-Dahl, miembro de Dogboys, un equipo de compositores profesionales que, por ejemplo, han escrito la canción con que la sueca Hanna Lindblad participó en el Festival de Eurovisión. ¿Cómo acabaste trabajando con ellos?
En realidad, hay un error en los créditos del disco. Sólo “Take that devil out of me” está escrita con Iggy. Compusimos otro tema juntos en Estocolmo, pero al final no se incluyó en el álbum. Le conocí en la capital sueca cuando fui allí para trabajar con un cantautor del sello Paladium, y la verdad es que congeniamos rápidamente y nos resultó muy fácil colaborar. Iggy me comentó que su padre era un gran fan mío, así que todo acabó siendo otra historia intergeneracional.
Háblame de los músicos que han participado en la grabación. No es fácil tener en el mismo disco a Kenny Margolis (Cracker, Mink De Ville) o Lisa Lowell (Bruce Springsteen), especialmentye cuando vives en Francia. ¿Cómo lo hiciste?
Bueno, grabamos aproximadamente la mitad de las bases de las canciones en Nueva York, y Lisa Lowell se acercó al estudio. La conocí a través de Bruce Springsteen, cuando ella estaba en la banda con la que hicieron la gira de versiones de Pete Seeger. Tiene una voz magnífica, y me encanta su entusiasmo. Kenny fue grabado directamente por Gaspard algún tiempo después, porque yo me encontraba de gira. Actualmente, las sesiones de grabación se pueden extender por todo el mundo.
¿Piensas volver a Estados Unidos? ¡Casi eres ya ciudadano francés!
¡Lo soy! Pero regreso con bastante frecuencia a Estados Unidos desde que Gaspard estudia allí. Este mes de diciembre daré seis conciertos en Nueva York y Nueva Jersey. Es sorprendente ver cómo muchos viejos fans vienen a las actuaciones. Me siento realmente afortunado de que me recuerden.
La canción que abre el disco, ‘Poise’n grace’, es una de las más dylanianas de tu carrera. ¿Era tu intención hacer un homenaje?
Creo que la carrera de cualquier cantautor rock posterior a Bob Dylan es un tributo a su figura, ¿no crees? Él nos abrió la puerta a todos, y especialmente a mi generación, repleta de una gran lista de candidatos a “nuevo Bob Dylan” que me incluye a mi, Bruce, John Prine o Loudon Wainwright. Yo no diría que “Poise ‘n grace” sea especialmente dylaniana, pero la canción contiene muchas referencias geográficas y cinematográficas, y eso es algo que Bob también hace a veces. Y, con el paso de los años, nuestras voces han bajado algunas octavas. Son los remordimientos los que llevan la voz hacia tonos bajos.
Otra canción se titula ‘Rock’n roll’n rock’n roll’. ¿Es una celebración de la cultura rock?
Yo diría que es la segunda parte de ‘Last of the rock stars’ (incluida en “Aquashow”). Una celebración del río del rock and roll, en el que mi propio barco ha estado flotando durante bastante tiempo. Sí, el rock puede ser pura diversión, y eso es lo que sugiere la canción. Para mí, supuso el modo de escapar de mis difíciles años adolescentes, y me sigue conmoviendo de manera profunda.
El disco se cierra con ‘Train kept a rolling’, un tema original, pero con el mismo título que el estándar que han tocado The Yardbirds y otras bandas. ¿Eras consciente cuando lo escogiste?
Más o menos, aunque la canción es producto de la escritura automática, porque tanto la música como la letra surgieron de manera muy natural, y antes de darme cuenta ya estaba cantando “Train kept a rolling all night long…” Me pareció que era el título obvio. En mi caso, es un tren de pensamientos, no como el que versionearon The Yardbirds y otros, escrito por Tiny Bradshaw, líder de una banda de rhythm & blues americana de principios de los años cincuenta. Yo pensaba más en el sonido repetitivo de las ruedas de acero del tren a lo largo de los raíles.
El álbum combina tus dos facetas conocidas: La eléctrica y la acústica. ¿Es el terreno en que te sientes más cómodo?
Definitivamente, vivo en esos dos mundos, y defiendo ambos, porque los dos forman parte de mi manera de entender la música. Nunca me pareció un problema combinar sensibilidad y energía.
¿Tienes previsto girar por España?
Iré el próximo mes con Olivier Durand, para ofrecer cinco conciertos. Tocaremos mucho material nuevo. Siempre hacemos esta gira en enero y luego cambiamos el repertorio para el resto del año.