CINE
«Una biografía cinematográfica muy alejada de lo esperado»
El vicio del poder
Adam McKay, 2018
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
Tras el intento de contextualización y explicación de algunas de las causas detrás de la crisis financiera de 2008 que fue la exitosa The big short (2015), el guionista y director Adam McKay decide enfrentarse en esta ocasión a una tarea no menos complicada: desentrañar la posición política y estratégica de Dick Cheney, burócrata de la ciénaga de Washington D.C. durante décadas, vicepresidente durante la presidencia de George W. Bush y considerado habitualmente el principal responsable del fiasco de la invasión de Irak en 2003.
Aunque se trata de un filme que gira en torno a una única figura histórica, sería ingenuo pensar que este va a ser un biopic al uso. Numerosas y variadas estrategias permiten a El vicio del poder alejarse de algunos de los estereotipos más manidos y maniqueos de uno de los géneros fílmicos más predecibles. El uso de un improbable narrador, de una estructura no lineal y de gran cantidad de rupturas de la cuarta pared (desde unos títulos de créditos a media película hasta un espeluznante y falto de remordimientos monólogo final) hacen de esta una biografía cinematográfica muy alejada de lo esperado. El obvio desdén que la propia obra siente por su protagonista ofrece tanto momentos de humor negro como oportunidades para la rabia y evita el sentimentalismo y la hagiografía que ciertas figuras históricas han recibido en la gran pantalla a pesar de no merecerlo (véase La dama de hierro, biopic de Margaret Thatcher protagonizado por Meryl Streep).
Sin embargo, y a pesar del buen funcionamiento de la estructura narrativa no cronológica, hay ciertos elementos que no terminan de cuadrar. Por un lado, si bien gran parte de los recursos absurdistas y ridiculizantes resultan hilarantes y bien encajados, otros son aburridos, sobrios e incluso demasiado simplistas. Por otro, allí donde The big short ofrecía un aspecto de la crisis financiera desconocido para el gran público (aquellos que no solo sabían lo que se aproximaba sino que obtuvieron grandes beneficios gracias al colapso), casi todo lo narrado aquí es aceptado y consabido, si bien eso no lo hace menos reprobable. El vicio del poder no consigue alcanzar el equilibrio que busca entre la seriedad de una narración histórica y basada en los hechos y el humor de una comedia negra, y nos deja con la duda de si quizás a la hora de representar la corrupción política y económica no sería mejor pensar en Teléfono rojo o los más recientes trabajos de Armando Ianucci (la teleserie Veep y el filme La muerte de Stalin) y darse cuenta de que la absurdidad y la barbaridad de aquellos que forman parte de las altas esferas de poder es tal que no son dignos ni de la más mínima gravedad, mereciendo solo la burla más salvaje.
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Anterior crítica de cine: Spider-Man: Un nuevo universo, de Bob Persichetti, Peter Ramsey, Rodney Rothman.