El viaje a Roma de Galerna

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Galerna: «“Estáis locos. ¿Cómo se os ocurre hacer un disco con una sola historia unida en doce canciones?”, nos decía la gente cuando estábamos grabando Viaje a Roma»

 

Con motivo de la publicación de Viaje a Roma, el primer elepé de la banda vizcaína Galerna, Jagoba Estébanez charla con ellos, antes de su concierto con todas las entradas vendidas en Barcelona, y juntos desmenuzan las claves de su calurosa acogida.

 

Texto: JAGOBA ESTÉBANEZ.
Fotos: JAVIER ZUBIAGA.

 

Cerca de la tregua de un sofocante verano, cuando comienza a menguar el masivo turismo pero la canícula no cesa para quienes vuelven a la rutina en la ciudad, cientos de personas hacían cola desde Plaça Reial y hacia Carrer de les Heures para ver el debut de Galerna en Barcelona. Seiscientos kilómetros hacia el noroeste y atravesando los Pirineos desde el Mediterráneo, a un mar de distancia estarían dándose las condiciones propicias para que se desatara una galerna, esa tormenta marina intensa y repentina del mar Cantábrico que tantos marineros se ha llevado por delante, especialmente en periodo postestival.

«“Estáis locos”. “Esto es una cosa rarísima”. “Sois unos flipaos”. “¿Cómo se os ocurre hacer un disco con una sola historia unida en doce canciones?”. Esas son algunas de las cosas que nos decía la gente más cercana cuando estábamos grabando Viaje a Roma», me contaba el propio quinteto en el oscuro camerino del Club Sauvage (el nuevo nombre de la mítica sala Sidecar), momentos antes del concierto en el que lograron la proeza de colgar el cartel de sold out, pocos meses después del lanzamiento de su primer trabajo. «No pensábamos juntar ni cien personas aquí, lo cual habríamos calificado igualmente de un éxito total», proseguían emocionados pero seguros de sí mismos.

Mario, Miguel, Carlos, Lucas y Guillermo son los integrantes de Galerna y comparten cuadrilla de amigos desde la adolescencia, además de su pasión por el surf, deporte tan arraigado en la costa vasca de donde son oriundos. A pesar de aparecer de manera explícita únicamente en un par de ocasiones en el disco, el mar embriaga cada rincón en él de salitre, óxido, arena y barrón, como lo hace en el Wildflowers de Tom Petty, el Honey bones de Dope Lemon o en la novela gráfica La última rosa del verano de Lucas Harari. Porque, aunque lejos de él, su color sigue presente hasta en el cielo.

 

Mario García-Atucha: «La obra va mucho más allá de las historias románticas, de aceptar que la vida no son ideales, que nada trasciende como uno cree»

 

La intrahistoria de un viaje

Si algo destaca en Viaje a Roma (Subterfuge/Altafonte, 2024), por encima de todo lo demás, es que cuenta una historia de manera secuencial, con estructura clara de principio, nudo y desenlace. Una aventura con sabor a novela o largometraje que solo cobra sentido al digerirla a través de sus letras, al menos durante la primera escucha activa. Un viaje de ida y vuelta logrando algo tan difícil como que cada verso sea trascendental a pesar de anecdótico, magnificando la candidez de lo cotidiano en un contexto de mayor enjundia. Prueba de ello es el gusano auditivo generado por una frase tan sencilla pero eficaz como «y te acuerdas de esa pasta / y te acuerdas de ese vino». Tal y como Los Planetas lo hicieron con la canción “Un buen día”, Iván Ferreiro con “Turnedo” o Delafé con “Mixtape”; nuestros norteños lo hacen durante más de una hora. De Bilbao tenían que ser.

Pasajes donde los lugares prevalecen sobre los sentimientos, ¿qué perdura más que lo físico? Ya lo inmortalizó Jorge Manrique en el siglo quince: «cómo a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue mejor». Probablemente no lo fue, simplemente estabas absorto en tus propios sentimientos que terminarás por obviar frente a la perpetuidad de lo físico, tornándolo en recuerdo idílico. Es por ello que no es tarea fácil apreciar el momento, estos momentos, los cuales quedan retratados por Galerna en estas canciones como un director de fotografía seleccionando fotogramas de planos que cualquiera habría obviado, tal y como dice el propio protagonista de la historia: «veo en lo inútil la belleza». Un protagonista que, a medida que se van introduciendo más personajes en la historia, se va revelando frágil, melancólico, inseguro, leal y obsesivo; pero sobre todo pasional. Dicha personalidad brota vigorosa de manera antagónica al resto de personajes que van apareciendo en el relato, como los propios compositores indican: «Una galerna es un contrapunto: pura tensión tras la calma. Igual que los personajes del disco, donde vas conociendo mejor al protagonista a medida que contrasta con el resto de los personajes. Frente al “Guay” es un agonías, pero a lo mejor no lo sería tanto si lo pusieras junto a otro parecido a él. Todo es contextual, igual que cuando se muestra frágil con Marta, no habiendo brillado dicha faceta hasta ese preciso momento».

 

El sonido de camino

El punto de partida de esta aventura en coche es la despedida temporal de un viejo amor al que regresará al final de la misma. Luchando entre lo visceral y lo racional, se inicia una ópera verista colmada de acordes mayores y reprises en momentos de júbilo, en contraposición de medios tiempos, tormenta y apocamiento en las sombras. Una amalgama de melodías cabalgando entre Deluxe (Xoel López) y Julio Iglesias, Jack Johnson, funky y cuerdas eléctricas oníricas con sabor a McEnroe o Red House Painters. Todo ello acompañando a una adictiva voz de cabeza pecando de falsete, inventando el estilo barítono lírico indie, con potencia en el registro medio y capacidad en los agudos. Un canto que se desenvuelve ligero como una hoja cayendo de un árbol a merced del viento, con nostalgia pero sin penuria, siendo conocedora de que la próxima primavera volverá a florecer. Plagado de referencias culturales como la oscarizada La gran belleza de Paolo Sorrentino, El viaje de Chihiro de Miyazaki, Almodóvar o Garci, brinda una oda a Lost in translation de Sofia Coppola y Antes del Amanecer de Richard Linklater en “Villa Borguese”. Este noveno capítulo es una de las piezas más emotivas del elepé, conteniendo uno de los más excelsos e impactantes manifiestos de amor visceral hacia una persona que recuerdo: «Risueña del brazo, colgada de mí / te vi en el cristal de una tienda que se abría / y al verte tranquila sentí caber en ti», expresa el protagonista tras haber paseado toda la noche por Roma a su lado.

«La obra va mucho más allá de las historias románticas, de aceptar que la vida no son ideales, que nada trasciende como uno cree», confiesa Mario García-Atucha, vocalista y letrista de la banda, pensativo. Aquí nada es ficticio ni idílico: tumbarse en la hierba con tu amor platónico mancha la ropa, un free tour cansa y aburre o el sueño no es reparador cuando cenas demasiado. Además, puedes llorar en medio de una Toscana que se torna púrpura o hacer aquaplaning en Somosierra envuelto en un viaje pasional. Pero no por ello dejan de tener cabida escenas de amor a modo de hipérbole en el apogeo de las piezas centrales, como las noches llenas de besos entre portales en “Cena en Luzzi”. La madrugada de este séptimo capítulo queda inmortalizada ante los mismísimos santos de la catedral de San Giovanni o en presencia de un viejo espontáneo que hace la escena aún más bella, si cabe, al igual que la mujer mirando con reproche en el poema Cuesta de Atocha, de Joan Margarit.

 

Mario García-Atucha: «Si a la ópera hay que ir estudiado ¿por qué no a un concierto de música? Disfrutas más cuando conoces en avance lo que vas a ver»

 

Toda obra memorable se acentúa cuando tiene un final chocante, y Viaje a Roma supera las expectativas. «Mientras le das la cara a alguien, le estás dando la espalda a otra persona», reflexionaban nuestros entrevistados. Así que, cuando pensamos que ya no caben más giros de guion y musicalmente ya no van a sorprendernos, el previo amor bilbaíno reaparece en “Muriola” para poner el broche de oro cargado de emotividad y resignación, como “Words” lo hace en Harvest, de Neil Young, “Sad-eyed lady of the lowlands” en Blonde on blonde, de Bob Dylan o “Eskimo” en el O de Damien Rice. Con un nudo en el estómago y el corazón en la boca.

Replicando los segundos finales de la grabación de estudio, el sonido del corazón latiendo por los altavoces cerraba hora y media de un conmovedor concierto. Emoción a raudales y lágrimas en los ojos, especialmente en quien conocía previamente dicho trabajo —probablemente en menor medida para quien era su primera vez o no pudo seguir el hilo en directo—. «Si a la ópera hay que ir estudiado ¿por qué no a un concierto de música? Disfrutas más cuando conoces en avance lo que vas a ver. Mi sensación actual, quizá causada por los festivales, es que la gente va poco concienciada de lo que va a ver», cierra Mario tras divagar sobre la complejidad de los conciertos interpretando Viaje a Roma y el efecto que pudiera causar en los menos concienciados.

No cesaban las ovaciones para la despedida de Galerna, esos maestros del verismo. Los reyes de la mundanidad y buscadores incansables de la gran belleza. «Esta es mi vida y no es nada».

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