“Las letras se entonan con admiración, con cariño y añoranza. No las canta quien debiera, y sin embargo no podrían tener mejor relevo en escena”
Andrés Lewin, fallecido hace dos meses, recibió el pasado miércoles un homenaje muy sentido de sus compañeros de profesión, que presentaron por él las canciones de su disco póstumo. Entre ellos, Luis Ramiro, Conchita y Marwan. Allí estuvo Marta Sanz.
Texto: MARTA SANZ.
Algunas despedidas no son tristes. La noche podría haberse vestido de pena, si no hubiera sido por un puñado de buenos amigos que la convirtieron en un digno homenaje lleno de risas, abrazos y música. La música de un cantautor que se fue demasiado pronto, antes de ver terminado un disco que merecía la presentación que tuvo: con una sala repleta de gente, en un Madrid cercano a la primavera y con el abrigo de unos músicos prodigiosos. Entre los asistentes que atestaron Galileo, se encontraban los de siempre, los que se reconocen y se abrazan. Y los nuevos, los que llegan para descubrir al que tantos lamentaron dejar ir.
La primera guitarra que habla es la de Pablo Cebrián, responsable del último disco de Andrés. Los primeros en acercarse al micro, Conchita y Luis Ramiro. Sonríen, cantan y bailan una canción llena de esperanza, ‘Correr’, y empiezan a dibujar en el aire “La tristeza de la Vía Láctea”. Presentan el disco póstumo de Lewin, pero las palabras no suenan con miedo. Las letras se entonan con admiración, con cariño y añoranza. No las canta quien debiera, y sin embargo no podrían tener mejor relevo en escena. El siguiente en tomar las riendas es Tontxu. “Es muy difícil hablar, y solo podemos brindar por nuestro querido Andrés, que está aquí”, susurra, y se une a él Marino Sainz, pura emoción, para cantar la bellísima Emotravel. Otro baile se suma a la coreografía de la noche, y un atronador aplauso da paso a un silencio. Y el silencio, a la caricia de una voz. Alejandro Martínez cuenta la historia de amor en Israel de ‘After the war’. “Desde hace un tiempo intento no sentir. Borraré muy pronto esta huella y dejaré de repetir tuve un amor en Tel Aviv”. Los ojos se cierran y la ternura del autor que falta inunda el escenario.
Siguiendo la estela de esta fuerza, aparece María Valverde, enorme, y echa la vista atrás para sacar el grito que la humildad de Andrés muchas veces le negó a ‘Vuelve’. Porque era un gran hombre, que no dejaba a oscuras su vulnerabilidad, y a veces la hacía ironía en canciones como ‘Manifestación contra mi depresión’. El público empieza a buscarse en los ojos de quien le acompaña, empiezan los abrazos largos, sonrisas que de grandes dejan escapar un poco de tristeza. La velada pide refuerzos, y suben a bordo el resto de pasajeros para este viaje sin billete de vuelta. Conchita y su cuerpo de baile, el mar de Diego Ojeda, y los ojos de Marino. Cuando le llega el turno a Marwan, llegan también las palabras. «Es una alegría increíble que esto esté a reventar. Lo que tenía Andrés en el pecho y en la cabeza solo lo tenía Andrés, una de las personas más especiales que hemos conocido. Gracias por venir a escucharle”. Las manos se entrelazan tras los asientos, el consuelo del relevo empieza a disiparse. Los que estuvieron siempre no pueden creer que sea una despedida. Los que llegan tarde no saben cómo asimilar tanta ternura.
Luis Ramiro anuncia la penúltima canción, que canta un niño desde Buenos Aires en 1986, que prometió celebrar el 2061. Y los músicos dan otra lección de talento, de entrega. No acaba el aplauso cuando se apagan las luces, y por fin suena su voz. Acompañando un vídeo de carreteras, de vías de tren sin destino, Andrés trae la calma y el llanto a Madrid. La canción que cierra un disco maravilloso, que no mereció ser el último, también nos guiña un ojo. “Propongo un brindis por todos los que estamos aquí, un brindis por la felicidad que siempre quisiste para mí”. Pero si hubiera terminado así, se habría mostrado a un Andrés incompleto. Así que la misma imagen nos trajo al cantautor gamberro, con una copa en la mano, provocando carcajadas. «Yo necesito llegar a un concierto y que la gente sea receptiva desde el principio. Yo no quiero ganarme a ningún público, sino que esté ganado ya. Yo necesito que esté todo hecho”. Las risas se juntan con las lágrimas, y no se puede echar más de menos a alguien.
La última canción vuelve a la voz de todos los amigos que han hecho posible esta bienvenida disfrazada de adiós, porque siempre fue eso, la presentación de una obra exquisita, de unas canciones que llegan para quedarse. Y la sala se convierte en una fiesta, que al son de Iluminados llora, ríe y baila, con toda la verdad que esa letra cumple. Las palabras de Andrés Lewin: “Van a quedarme muchas cosas que decirte, pero esta despedida es imperfecta”. Pero por una vez, y a pesar de ser injusta, y demasiado temprana, no fue triste.
El último ruego desde el escenario viene de la voz de Luis Ramiro, que pide a un público conmovido que se unan para comprar “La tristeza de la Vía Láctea” en Itunes al día siguiente, para que su nombre se lea, para que todos los que no le conocieron sepan que se estaban perdiendo algo. La buena noticia la daba Marwan veinticuatro horas después en las redes sociales. “Ayer salió el disco de nuestro querido amigo Andrés Lewin, que falleció hace dos meses antes de poder verlo terminado y hoy, esa maravilla póstuma, uno de los mejores discos que he escuchado en mi vida, se ha puesto número uno de ventas. A pesar de la tristeza la felicidad es brutal. ¡Gracias a todos por este regalo! Ojalá Andrés esté feliz en las estrellas, viendo lo que ha conseguido: tocar otra vez los corazones”.