El tesoro perdido de Bob Dylan

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COMBUSTIONES

«Springtime in New York está llamada a ocupar un lugar de honor en el podio de las Bootleg series»

 

Horas antes de que se publique el nuevo volumen de las Bootleg Series de Bob Dylan, el número 16, titulado Springtime in New York —que abarca la época entre 1980 y 1985—, Julio Valdeón reconstruye sus sensaciones tras asistir a una escucha del disco hace un par de meses en Nueva York.

 

Una sección de JULIO VALDEÓN.

 

Hace dos meses tuve la oportunidad de escuchar (una pequeña parte de) la nueva entrega de las Bootleg series, de Bob Dylan. Titulada Springtime in New York, abarca grabaciones, entre covers, inéditas y etcétera de los discos Shot of love (1981), Infidels (1983) y Empire burlesque (1985). Lo presentó, de forma telemática, Jeff Rosen, mánager de Dylan y cerebro detrás de la monumental serie de archivos dylanitas, a un grupo de periodistas de todo el mundo. Son cinco discos aunque apenas dispusimos de cuarenta minutos. Lo que pude escuchar te aplasta. Resulta incluso más interesante al recordar que el músico atravesaba un teórico bache creativo, mientras su popularidad languidecía en horas bajas.

Entre los discos religiosos, que lo enemistaron con parte de la audiencia, sus dificultades para adaptarse a las nuevas tendencias sonoras y su probada perversidad a la hora de descartar algunas de las mejores canciones, Dylan estaba muy cerca de convertirse en una gloria ajada. Una leyenda deslucida por el tiempo y sus destrozos, condenada a emitir un brillo cada vez más tenue y a regurgitar sus viejos éxitos para un público de nostálgicos y oldies. Por supuesto, eso nunca ocurrió: con mejor o peor fortuna, los ochenta lo vieron girar con Grateful Dead y Tom Petty y los Heartbreakers, reunirse con Roy Orbison, George Harrison, el citado Petty y Jeff Lynne en los Traveling Wilburys y rematar la década en el estudio con Daniel Lanois, en Nueva Orleans, para grabar el fabuloso Oh mercy (1989), antesala de lo que sería un regreso a la primerísima división, a partir del incandescente Time out of mind (1997), con algunos de los mejores discos de su carrera.

Que Bob, a principios de los ochenta, insistía en no usar algunas de sus mejores composiciones recientes lo supimos de primera mano en 1991, gracias al primer volumen de las Bootleg series, que incluía monumentos como “Foot of pride”, “Blind Willie McTell”, “Angelina”, “Tell me”, “Lord protect my child”… Pero lo que ahora descubrimos, gracias a Springtime in New York, supera en varias magnitudes nuestras mejores fantasías. La nueva caja rebosa descartes magníficos, canciones limpias de todos los afeites, arreglos y producciones ochenteros, versiones de góspel, rock and roll, soul y pop absolutamente memorables, y el añadido, impagable, de escuchar por vez primera muchos de los cortes de Empire burlesque libres de las maquinitas y los ecos que perpetró el productor Arthur Baker (siguiendo instrucciones, ojo, que para eso lo contrataron).

Repasando mis notas encuentro anotaciones entusiastas para los descartes de Rundown Studios, en Santa Monica, como una “Price of love” fresca y potente, onda Bo Diddley, una “I wish it could rain” borracha de rhythm and blues, con un Dylan espléndido de voz, evocadora y adornada con un órgano que parece salido de una capilla baptista en Alabama, y luego otra más, de la que fui incapaz de quedarme con el título, con ecos de Doc Pomus y efluvios de calipso. De las sesiones de Infidels, en los estudios Power Station de Nueva York, doy con una toma inicial de “Jockerman” con una letra juraría que casi completamente distinta. Fascinante. O la versión eléctrica de “Blind Willie McTell”, extraordinaria y punzante. Y una versión eléctrica de “Foot of pride”, totalmente distinta de las que conocemos, más dura, con un groove rugoso y la guitarra de Mick Taylor haciendo diabluras. En cuanto a Empire burlesque, cuando trataron de modernizarlo y lo grabaron como si fuera Cindy Lauper, piensen en lo que Rosen y compañía hicieron con Self portrait, al que practicaron una necesaria cirugía que lo aligeró de adornos superfluos y maquillaje. Disfrutamos de una “Emotionally yours” bellísima y desnuda, una torch song arrebatadora, así como piezas con todos los Heartbreakers detrás, echando humo y salpicando los surcos con gasolina, y una adorable toma alternativa de “Dark eyes”.

Por la alucinante calidad del material y por su potencial capacidad para reescribir la historia, Springtime in New York está llamada a ocupar un lugar de honor en el podio de las Bootleg series. No se lo pierdan.

Anterior entrega de Combustiones: Silvio Rodríguez con Diákara: el mejor plan posible.

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