CINE
“La película parece reproducir los esquemas y por momentos los tópicos del género más devaluado, aquel que repite incansablemente los mismos lugares comunes”
El regalo (“The gift”)
Joel Edgerton, 2015.
Texto: JORDI REVERT.
“Animal kingdom” (David Michôd, 2010) supuso una impetuosa aparición en medio del panorama neo-noir de principios de siglo. En aquella cinta áspera y carismática de sangre australiana se desvelaba un actor de iguales rasgos: Joel Edgerton era una pieza clave en aquella saga familiar, tan rotunda como las presencias de Jacki Weaver, Guy Pearce o Ben Mendelsohn. Su figura, sin embargo, encontraría posteriormente una continuidad más sólida que la de sus compañeros de reparto a través de títulos como “Warior” (Gavin Hood, 2011) o “La noche más oscura” (“Zero dark thirty”, Kathryn Bigelow, 2012). Edgerton se definió como un actor eminentemente físico, cortado por un patrón duro y siempre magnético. Por ello, su primera incursión detrás de las cámaras despertaba la expectación de comprobar cómo un actor de su perfil podía –o no− transitar como creador aquellos terrenos que había campeado naturalmente como actor.
“El regalo” es la sorprendente respuesta a esa pregunta. Lejos de las profundidades criminales de “Animal kingdom” o de “Black mass. Estrictamente criminal” (“Black mass”, Scott Cooper, 2015), se trata de un thriller mucho más al uso, al menos en su superficie. Con un matrimonio de clase media-alta en busca infructuosa de un hijo y una incómoda y acosadora presencia irrumpiendo desde el pasado –el propio Edgerton−, la película parece reproducir los esquemas y por momentos los tópicos del género más devaluado, aquel que supone carne de televisión de sobremesa y que repite incansablemente los mismos lugares comunes. En la práctica, no obstante, consigue romper con su anunciada previsibilidad a través de una mayor hondura psicológica de sus protagonistas. En sus interrelaciones y en su evolución es donde se fragua su verdadero interés: la fragilidad que imprime Rebecca Hall a su personaje frente a las perturbadoras apariciones del de Edgerton y la sutil mezquindad que atesora el de Jason Bateman. Su trama transcurre rutinariamente por los cauces consabidos de títulos como “Protegidos por su enemigo” (Laweview Terrace, Neil LaBute, 2008), mientras que progresivamente se va convirtiendo en un duelo interpretativo cada vez más sofisticado. En última instancia, la victoria no pertenece a un director más conformista de lo que cabría esperar –incluso en la más que esperable articulación de un vuelco narrativo final−, sino a un Bateman que con su excelente interpretación consigue hacer creíble su perversa transformación de ejemplar marido a inesperado antagonista.
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Anterior crítica de cine: “Mustang”, de Deniz Gamze Ergüven.