El paseo fugaz de Macy Gray por Noches del Botánico

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«Al quinto tema Macy Gray se largó de escena, seguida por su vistosa corista, mientras su banda tocaba una curiosa versión instrumental de “Over the rainbow”»

 

Innovador en sus propuestas, Noches del Botánico programó un concierto doble en el que se unieron el dúo de Mali Amadou & Mariam junto a los legendarios The Blind Boys Of Alabama, antes de dar paso a la histórica del rythm and blues Macy Gray. Allí estuvo Miguel Tébar A.

 

Macy Gray / Amadou & Mariam And The Blind Boys Of Alabama
Noches del Botánico, Madrid
10 de julio de 2019

 

Texto: MIGUEL TÉBAR A.
Fotos: PILAR MORALES.

 

A priori, uno de los carteles mas sugerentes del ciclo Noches del Botánico 2019 tuvo lugar el miércoles 10 de julio a partir de las 9 de noche. Pero vayamos por partes.

En la primera hora y veinte, Madrid pudo atestiguar el encuentro entre el estadounidense ahora cuarteto The Blind Boys of Alabama y el maliense dúo Amadou & Mariam, que bajo el nombre From Bamako to Birmingham están paseando este verano por festivales europeos. Si bien es pintoresco por la propia naturaleza de los citados cantantes, se ve claramente el territorio común —ceguera y negrura aparte—. Disculpe el lector los malos juegos de palabras y la ausencia de eufemismos.

Los primeros —liderados por Jimmy Carter, tras la reciente muerte del último fundador de 1939aparecieron uniformados en fila india, se sentaron a la izquierda del escenario y aportaron un guitarrista (también negro), una buena dosis de rock and roll primigenio y, sobre todo, góspel. Desde “There will never be any peace” (until God is seated at the conference table)” hasta el himno cristiano “Amazing grace (mezclado con la tradicional “The house of the rising sun”). Aderezado con algunos clásicos populares de diversa materia prima que llevan a su terreno: “Spirit in the sky” de Norman Greenbaum, el tema con que abrieron el concierto; el televisivo “Way down in the hole” de Tom Waits; o “If I had a hammer”, el progresista cántico folk de Pete Seeger y Lee Hays.

El matrimonio formado por Amadou Bagayoko y Mariam Doumbia salió cogido de la mano en amor y compañía. La pareja se situó en pie a la derecha, añadiendo a su base rítmica (baterista y bajista blancos), la guitarra de él, la dulzura de ella, y, sobre todo, el blues africano. Comenzaron por “Mon amour, ma chèrie” de su debut internacional Sou ni tilé (EmArcy, 1998) y repasaron sus últimos cuatro discos con un tema de cada.

La fusión fue más testimonial que colaborativa, en cuanto a creación se pudiera entender. Los de Birmingham (Alabama) se encontraron con el matrimonio de Bamako entre sus respectivos bloques para hacerse coros respectivamente, así como en el doble bis: formado por el reciente y paradójico tema “I can see” —en cuya letra los ciegos agradecen a Dios ser capaces de ver, las vicisitudes del camino— y el enérgico Wily Kataso —pegadizo sencillo en bambara de “Folilla” (Because, 2012), que a su vez significa música— como festivo fin de concierto compartido. Un cruce de caminos lleno de vitalidad que terminó dibujando una sonrisa en quienes se encontraron con unos «sorprendentes teloneros».

Cambio de backline y retraso de casi media hora. Que pudiera justificarse de muchas maneras antes de saber que el principal concierto duraría menos de sesenta minutos. Si se opina que la cara es el espejo del alma, tras lo visto podría afirmarse que el soul de Macy Gray en esta ocasión iba a otro ritmo.

 

«La fusión entre Amadou & Mariam y The Blind Boys of Alabama fue más testimonial que colaborativa, en cuanto a creación se pudiera entender»

 

La cantante y actriz Natalie McIntyre, nacida en una ciudad de Ohio hace casi 52 años, despachó en 2018 Ruby, su décimo y quizás mejor trabajo desde aquel disco de debut aclamado como la nueva esperanza rythm and blues hace dos décadas. Quienes tuvieran la ocasión de verla antes de 2014 —fecha en la que reconoció públicamente su adicción a las drogas— y nuevamente en los años posteriores —muchísimo menos delgada—, intuirían desde su aparición en escena la pasada noche el colocón que llevaba encima y que le impidió brillar cual piedra preciosa que es. Aunque se esforzó en mostrar su punto divertido en temas como el provocativo “Sugar daddy”, de su disco más reciente.

Al menos la señorita Gray también lució una magnética sonrisa, paseó con el garbo que la caracteriza y demostró (por momentos) su voz tan característica frente a lo evidente: resoplar continuamente y cantar en reverencia o de espaldas al público. Signos que fueron fácilmente entendibles como sobresfuerzo para sacar aliento y poder terminar el concierto dignamente, al menos en pie sobre sus simpáticos tacones a lunares.

Al quinto tema se largó de escena, seguida por su vistosa corista, mientras que su banda (bajo, batería, teclados y saxo) interpretaba una curiosa versión instrumental del estándar “Over the rainbow”. Probablemente buscó energía, sentándose en el taburete que no llegó a situar en el escenario o de algún otro modo entre bambalinas.

Si se leyeran las líneas de las adaptaciones que Macy seleccionó [“Swimming pools (drank)” de Kendrick Lamar, “Nothing else matters” de Metallica y “Creep” de Radiohead], más la docena de canciones de su propio repertorio que eligió cantar, podría encontrarse la inquietud actual de la artista, y la mayoría del público llegaría a empatizar con sus demonios interiores, ya que seguramente eso es lo que le impide lucir todo su talento.

Aludiendo a su llenapistas “White man”, el cual tuvo que sostener la otra voz femenina que acompaña a Macy Gray mientras esta se recostaba sobre la peana central para descansar un poco antes de su game over, «no seré yo el hombre blanco que la ofenda con mi cháchara, porque está claro que ella vive en el borde de sí misma y es capaz de prepararse algo bueno para brindarnos su infierno». Como su parangonada Billie Holiday.

 

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