El oro y el fango: Los clásicos son para el verano (5). Buddy Holly, el estilista que diseñó todo el futuro del rock

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«En menos de tres años tuvo tiempo de darle un giro radical al destino del rock (y del country, del rockabilly, del doo-woop, del folk, del pop…), haciéndolo avanzar con paso de gigante hacia el futuro»

 

Juan Puchades cierra la serie «Los clásicos son para el verano» con quien considera el mejor y el más grande de los pioneros del rock and roll: Buddy Holly, el músico más avanzado de su tiempo, el que definió todo el rock y el pop del futuro.

 

Una sección de JUAN PUCHADES.
Ilustración: BORJA CUÉLLAR.

 

Si pensamos en Budy Holly rápidamente nos vendrá a la mente su muerte prematura al estrellarse la avioneta en la que viajaba, en febrero de 1959, junto a Ritchie Valens y Big Bopper. Lo que Don McLean, para alimentar el tópico infinito, llamó en su vibrante ‘American pie’ el día que la música murió. El pobre hombre no tuvo bastante con morir (que ya es una buena jodienda), y además muy joven (putada absoluta), sino que ha pasado a la historia por la forma en que lo hizo. A mí me revienta, porque parece que la vida y la obra de Holly se reduzcan a su muerte, así que permítanme que traiga unas palabras del demente de Little Richard extraídas de su biografía oficial («Oooh, my soul!!! La explosiva historia de Little Richard», Penniman Books), que quizá sean de utilidad para cambiar la postal gráfica mental: «A Buddy le flipaba Angel [novia de Richard]. Siempre andaba detrás de las mujeres. Una vez que íbamos a tocar en el Paramount Theater, Buddy entró en mi camerino cuando yo estaba machacándomela mientras Angel me lamía los pezones. Angel tenía la lengua más rápida del oeste. Al ver el panorama, Buddy se abrió la bragueta, sacó su instrumento, le abrió las piernas a Angel y se la metió hasta el fondo. Mientras él se tiraba a Angel, yo seguía machacándomela, y ella no paraba de lamerme los pezones. ¡Y de pronto oímos que anunciaban su nombre en el escenario! Buddy empezó a darse caña, para terminar la faena antes de irse pitando a empezar su actuación… Y al final lo consiguió. Terminó lo que había empezado y, abrochándose la bragueta, se marchó a toda prisa hacia el escenario… De esa no me voy a olvidar nunca. ¡Se corrió y se largo corriendo!».

Vale, los relatos de Little Richard conviene ponerlos en cuarentena, que es bastante exagerado. Pero, aun con ello, la anécdota me parece bien bonita y puestos a retener una imagen (imperfecta, como todas) de Buddy Holly, en lugar de imaginarlo muriendo en el accidente de un pequeño avión con su cuerpo roto y lanzado a diecisiete metros, prefiero visualizar esa otra escena, dándole desde atrás a una alegre señorita que le lamía los pezones a Little Richard mientras este se masturbaba, y todo ello segundos antes de salir a escena. ¡Antológico! ¡Eso sí que es rock and roll!

Pero si prefieren conservar una imagen de Holly menos burlesca, el propio Little Richard nos la ofrece: «Durante una de las giras me invitó a cenar con él en la casa de sus padres en Lubbock, Texas. La segregación racial era muy fuerte en aquellos años, y Lubbock era una ciudad sureña de lo más conservadora. Cuando vio con quién se había presentado Buddy, su padre me prohibió el paso. Pero entonces Buddy le espetó: ‘Si no dejas entrar a Richard, yo a esta casa no vuelvo en la vida’. Así que me dejaron pasar, pero de muy mala gana». Un buen tipo, Holly, que además fue respetado por los artistas y el público negro. Pero, en todo caso, quedémonos con el Buddy Holly músico. Con el revolucionario, podríamos decir. Con el avanzado. Con el visionario que adelantó TODO el futuro del rock and roll.

Nacido el 7 de septiembre de 1936 en Lubbock, Texas, a Charles Hardin Holley (la «e» la perdió al firmar su primer contrato artístico) siempre le llamaron Buddy. Gracias a sus dos hermanos mayores, desde niño aprendió a tocar diversos instrumentos, además, cantaba de maravilla. Formó un dúo junto a su amigo de la infancia Bob Montgomery con el que le atizaban al hillbilly, y aunque Buddy ya venía escuchando con pasión rhythm and blues, todo cambió cuando a comienzos de 1955 ambos presenciaron un concierto de Elvis Presley (al que, ese mismo año, el dúo llegaría a telonerar en dos ocasiones): Buddy quedó conmocionado de lo que vio y escuchó, pasándose con rapidez al incipiente rock and roll.

Tras enviar maquetas a diversos sellos, la oficina de Decca en Nashville se mostró interesada en grabar pero… únicamente a Holly, como artista solista. El propio Bob Montgomery animó a Buddy a no dejar escapar la oportunidad, además, él era mucho más tradicionalista y Holly se decantaba abiertamente por el rock. En enero de 1956, en compañía del batería Jerry Allison, el guitarrista Sonny Curtis y el bajista Don Guess (que ya venían trabajando con el dúo), grabó una primera sesión en Nashville para Decca, pero Holly no quedó en absoluto satisfecho con aquellas grabaciones y por su cuenta comenzó a colaborar con Norman Petty, un productor independiente de Clovis, Nuevo México. El 16 de abril, Decca puso en la calle ‘Blue days’, tema de la sesión de Nashville, pero aunque hubo un par de sesiones más para la discográfica, en 1957 le informaron que no contaban con él.

De entre los primeros temas que grabó con Petty en Clovis, destacaba ‘That’ll be the day’, que acabó interesando al sello Coral, subsidiario de, precisamente, Decca. Una grabación en la que se había incorporado un guitarrista rítmico y en la que destaca el tratamiento de los coros inspirados por el doo-woop, las maneras vocales de Holly que acabarían por resultar clásicas (con leves y sincopados hipidos al frasear y ligeros crescendos operísticos) y un sonido cristalino que poco tiene que ver con las primeras grabaciones del rock and roll. Pero es que Holly, apuntalado en este, estaba abriendo puertas al futuro del género en su orientación más pop, fijando una nueva estética en el rock que más tarde marcaría los sonidos del cambio de década y que, además, definiría el formato clásico del grupo rockero: bajo, batería, guitarra rítmica y guitarra solista. Aunque, distinguiendo los discos de los directos, en las grabaciones los teclados tuvieron gran importancia.

Holly tenía problemas editoriales con Decca y, para sortearlos, se le ocurrió que podría lanzar el single a nombre de un grupo, The Crickets, en lugar del suyo propio, y así lo puso Coral en la calle, aunque bajo una marca paralela, Brunswick. Una vez editado, Decca lo liberó y a partir de ese momento se dio una circunstancia extrañísima: sus discos, sin un criterio demasiado evidente, aparecerían rotulados tanto como The Crickets como Buddy Holly (incluso los hubo como Buddy Holly and The Crickets), cuando, en realidad, siempre eran cosa suya, tanto el grupo como el solista eran lo mismo: él rodeado de los mismos músicos (en el colmo de lo retorcido, llegaron a actuar en una misma velada con los dos nombres: exactamente la misma formación, pero distintos repertorios) y con Norman Petty en la producción, aunque su presencia siempre ha despertado muchas dudas y se asegura que el trabajo lo realizaba junto a Holly. La autoría de las canciones también esconde su misterio: generalmente son composiciones escritas por Holly, solo o en compañía de Allison (el grueso de las mismas era cosa de Buddy, quien siempre fue bastante generoso a la hora de firmar), pero no es raro que a sus nombres se una el de Petty, empleando la fórmula habitual en aquel tiempo de que el productor (o el listo de turno, que hubo de todo) se apropiara por la patilla de un trozo del pastel de los derechos de autor. Por si no hay bastante, Holly había firmado un contrato con una editorial de canciones y otro con la propia editorial propiedad de Petty (que no daba puntada sin hilo y no se le escapaba nada: incluso acabó por ser el mánager de Holly y el grupo), así que en ocasiones firmaba temas con el seudónimo de Charles Hardin (‘Every day’, por ejemplo, aparece acredita a Hardin y Petty). En todo caso, lo más destacable es que Holly (al contrario que la mayoría de los pioneros del rock and roll, y al igual que Chuck Berry o Fats Domino), escribía sus propias canciones, asunto en absoluto menor pues con ellas estaba creando su propio discurso, el de artista completo. Lo que da muestras de su talento e inquietudes musicales.

También Holly y los Crickets fueron una rareza en cuanto al sistema de grabaciones, pues la discográfica les dejó libertad para trabajar a su aire en el estudio de Petty en Clovis, donde pudieron investigar en el sonido y explorar las posibilidades de la grabación, algo completamente inusual y que, en realidad, no se vería hasta los años sesenta, principalmente con los Beach Boys y los Beatles. De ese modo, las canciones fueron tomando forma en una combinación de rock punzante pero tendente a lo melódico que unía country, rhythm and blues, folk, rockabilly refinado e incluso arreglos propios del jazz, todo ello engalanado por guitarras nítidas y coros preciosistas. Holly, un perfeccionista, estaba fascinado con las posibilidades que ofrecía el estudio de grabación y muy probablemente fue el primer músico de rock que consideró el estudio como un instrumento al servicio de la música, no un sitio al que acudir únicamente a grabar.

Subido al éxito de sus primeros temas (‘Words of love’, ‘Peggy Sue’, ‘Oh boy!’), durante un mes de 1958 giró por Inglaterra (él y Bill Haley fueron, de los fundadores del rock and roll, los únicos que viajaron allí en los cincuenta: la mayoría lo hizo en los sesenta, cuando sus carreras languidecían), donde fue toda una revolución para los jóvenes del momento: con su imagen (esas gafas de pasta gruesa que le daban apariencia de chico normal) hacía soñar que cualquiera podía ser una estrella del rock, su Fender fue el instrumento deseado por todos y la sonoridad que de ella brotaba en sus manos influencia decisiva para gente como Hank Marvin (de los Shadows). Además en su música está la esencia del sonido primero de los Beatles, con todo el abecé que manejarían años después: si se escucha con atención una canción como ‘Heartbeat’ se puede apreciar todo el esqueleto formal desde el que comenzaron a trabajar los de Liverpool. Pero es que la importancia musical de Holly es tanta como la de Chuck Berry: si este creó el edificio donde desarrollar el rock, Holly, apoyado en él, lo consideró un lienzo a cubrir de colores y texturas y sobre el que probar e investigar. Le dio un discurso nuevo que salpicaría a todo el pop de la siguiente década. De manera simplista podríamos decir que Berry definió el rock más rítmico mientras que Holly hizo lo propio con el más melódico. Pero tampoco sería una definición totalmente certera, pues no hay que perder de vista que no solo los Beatles aprendieron la lección y versionaron sus temas: unas de las primeras grabaciones de los Rolling Stones fue una lectura de su ‘Not fade away’.

En 1958 Holly se mudó a Nueva York, donde se había enamorado de la que sería su esposa, María Elena Santiago, y el grupo se rompió en el otoño de aquel año: obsesionado con el sonido, llevaba unos meses empleando a músicos de sesión, además el grupo quería permanecer en Texas y los viajes no les hacían demasiado felices. En el momento de la separación, y en otro clásico del rock and roll, vieron que la contabilidad de Petty era extremadamente caótica y que les había estado engañando. Pero para entonces Holly ya estaba trabajando en nuevos temas por su cuenta, elaborando maquetas en su casa neoyorquina (en esto también fue un avanzado: registraba maquetas previas de todo) en compañía de, entre otros, un joven Waylon Jennings (al que había producido un primer single. ¡Más inquietudes creativas de Holly!), pero nunca llegaron a registrarse definitivamente (posteriormente sí vieron la luz, por supuesto) pues Holly, que andaba necesitado de liquidez, se embarcó en la gira «Winter dance party», que durante tres semanas iba a llevar por el medio oeste de Estados Unidos un espectáculo que reunía a Dion and The Belmonts, Ritchie Valens, The Big Bopper y a él mismo.

Su muerte todos la conocemos, tras un concierto en Clear Lake, Iowa, el 3 de febrero de 1959, murió junto a Ritchie Valens y Big Bopper en una avioneta que había alquilado el propio Holly y que debía trasladarlos al próximo concierto de la gira: se estrelló sobre un campo de maíz, a unos doce kilómetros del lugar de despegue. Buddy Holly solo tenía veintidós años pero en menos de tres tuvo tiempo de darle un giro radical al destino del rock (y del country, del rockabilly, del doo-woop, del folk, del pop…), haciéndolo avanzar con paso de gigante hacia el futuro. Personalmente lo considero, de toda aquella primera camada de rockeros, el más completo, el más inteligente, el más moderno, el que con sus canciones y sonido supo tocar la fibra del oyente como ningún otro. El mejor. El más grande.

 

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