“El mal que hacen los hombres”, de Ramon Térmens

Autor:

CINE

 

“Convierte el mundo de las luchas entre bandas de narcos en una mera excusa para desarrollar un estudio sobre los límites de la violencia”

 

“El mal que hacen los hombres”
Ramon Térmens, 2015

 

 

Texto: HÉCTOR GÓMEZ.

 

 

Desde que se conocieran casi por casualidad durante la promoción de “Joves” (2004), primer largometraje de Ramon Térmens, la relación de este con Daniel Faraldo, guionista y actor curtido en papeles de reparto en Hollywood desde los 80 se ha consolidado hasta fructificar en tres proyectos compartidos. El segundo de ellos, “Catalunya über alles” (2011), pivotaba en torno a la delincuencia, la inmigración y el radicalismo en la Catalunya de aquellos días (que son aún los nuestros), a través de tres historias que se entrecruzan en algún punto y sobre las que sobrevolaba un fatalismo con poco margen a la esperanza. Siendo decididamente un filme político, aquella película pecaba quizá de un exceso de maniqueísmo en un retrato excesivamente polarizado que subrayaba con demasiado énfasis la distinción entre buenos y malos, sin posibilidad para el espectador de empatizar con ningún personaje que no hubiera sido ya asignado por sus creadores.

Sin embargo, en “El mal que hacen los hombres” (2015), esta línea que separa el bien y el mal aparece mucho más borrosa, difuminada por los vaivenes morales del protagonista, un sicario (el propio Daniel Faraldo) acostumbrado a ejecutar las órdenes de su jefe sin el menor pestañeo, pero cuyo estricto código de obediencia se tambalea cuando aparece en escena una niña (Priscilla Delgado), metáfora de la pureza, de aquello que impide toda maldad incluso para un asesino sin escrúpulos.

 

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Rodada en Catalunya pero ambientada en la frontera mexicana, la película escapa de la etiqueta del narcothriller fronterizo hasta convertir el mundo de las luchas entre bandas de narcos en una mera excusa para desarrollar un estudio sobre la violencia, o más bien sobre los límites de la violencia. Con una depuración espacial extrema (prácticamente todo el metraje se desarrolla en una nave industrial), este espacio se convierte en un personaje más de la película, expandiéndose o contrayéndose según las necesidades de la historia, y pasando de ser un refugio a un ambiente hostil sin solución de continuidad. En este microcosmos es donde conviven el sicario, el médico que trabaja para el jefe del cartel (Andrew Tarbet) y el sobrino del capo (Sergio Peris-Mencheta), todos ellos con diferentes escalas morales y condenados a entenderse con un ojo puesto en una posible puñalada por la espalda.

Con “El mal que hacen los hombres”, la dupla Térmens-Faraldo consigue un producto mucho menos localista y, por tanto, más exportable que sus anteriores trabajos. Un camino mucho más estimulante en el que intentan no dejarse llevar por los convencionalismos y tratan de que su película, con los fallos inherentes a toda obra arriesgada, se mantenga fiel a su premisa de reflexionar sobre la violencia, su medio de expresión y la relación de esta con el espectador, que asiste entre perplejo y aterrado a la exhibición de lo macabro como rutina cotidiana de aquellos que, aunque nos duela aceptarlo, siguen formando parte de nuestro mundo, y para los que la redención es un camino que tal vez se recorra cuando ya es demasiado tarde.

 

 

Anterior crítica de cine: “Zoolander”, de Ben Stiller.

 

 

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