“Entre canción y canción suenan pequeños poemas, y cuando ruge la música es imposible estarse quieto”
El pasado fin de semana El Kanka hizo doblete en Madrid para presentar su nuevo disco, “De pana y rubí”. Al segundo concierto, celebrado en la sala Sol, acudió Marta Sanz.
El Kanka
Sala Sol, Madrid
16 de abril de 2016
Texto y fotos: MARTA SANZ.
Como recuerda el músico malagueño en algún momento de la noche, no hace tanto que su música sonaba en salas poco concurridas de la capital. Muchas veces solo con su guitarra, hacía dignísimos conciertos en los que sobre todo quedaba patente su ingenio, aunque fuera ante unos pocos. Pero a veces la suerte atina, y se abren las puertas de estudios y grandes escenarios a quien lo merece, y este lo aprovecha. Con todo alineado, en un abril muy madrileño, el Kanka ha hecho doblete de entradas agotadas en una mítica sala de la capital. Donde no podía caber más gente, ha dado una lección de música y buen humor. A partes iguales. Porque entre bailes, brindis y risas, si la euforia daba tregua y sin esfuerzo, uno se daba cuenta de que en el escenario de la sala Sol había mucho, muchísimo talento.
La velada empezó con una de cal y otra de arena. Primero, una acertada elección de telonero, Mundo Chillón, que calienta humores y caderas con la prueba de sonido más divertida posible. Después, el calor del sumido local se hace cada vez más asfixiante, la pausa tras el aperitivo se hace demasiado larga y la paciencia de los asistentes se deshace. Pero justo a tiempo, se abre la pesada cortina del escenario, y empiezan a salir músicos. A pares. Más de los que parecen caber sobre las tablas. Y el séptimo, con camisa silvestre y llamativa, da nombre a la banda y a la noche. Para empezar optan por una declaración de intenciones, ‘Llámame fino’, una canción que dice mucho más de lo que parece, que dan ganas de cantársela a más de uno. Forma parte de su último disco de estudio, “De pana y rubí”, un trabajo inmenso, de mil colores, con todos los ritmos imaginables perfectamente interpretados. Del propósito pasa al alivio, y la segunda canción, ‘Pudo pasar’, invita a vivir con todas las consecuencias. Aunque eso es compartido en casi cada tema, porque el Kanka canta a una vida que apetece vivir, y en esta ocasión a ritmo de cumbia.
Entre canción y canción suenan pequeños poemas, y cuando ruge la música es imposible estarse quieto, porque si no te mueve el ritmo lo hacen el resto de asistentes. El calor escuece, y el Kanka se derrite como el público, aunque las ganas pueden a la temperatura. ‘Con las ganas’, ‘La vida’ y ‘Me alegra la vista’ se bailan y se sudan, y a falta de aire el escenario brinda un par de canciones con calma. Durante la bellísima ‘Para quedarte’ el músico malagueño se equivoca, se ríe y le responden risas. Durante el fin de fiesta todo se perdona. Las canciones lo merecen todo, y los seis músicos que le acompañan le abrigan con sus mil instrumentos. De regalo un segundo error, provocado por problemas técnicos, algo que salva una genial canción de Mani, que de nuevo canta a la vida, esta vez en Lavapiés. El descanso obligado parece hacer bien a la banda, que vuelve con ganas al horno que habitan los cientos de personas que les aguardan. No ayudan a bajar los grados las canciones que continúan, porque son de las que se cantan muy alto y se bailan muy loco. ‘A dieta de dietas’, que defiende el culto al cuerpo feliz, y ‘Ante la duda’, que se carga de un plumazo las cautelas. Y por si quedara resquicio de titubeo en esta última, la sala estalla con ‘A desobedecer’.
La velada va llegando a su fin, sobre todo consumida por un fervor repartido entre el ánimo y el aire caliente. El Kanka lo repite una y otra vez, el calor, el fin, y aunque no parece que tenga ganas de dejar su gran fin de semana, de darle el último trago, ni los termómetros ni los relojes le dan opción al asunto. Así que entona ‘Qué bello es vivir’, y cierra la barra con ‘Me gusta’. A pesar del cansancio, a pesar de las horas de baile, el público se enciende en un atronador aplauso, que acompañan los músicos con una fiesta flamenca en toda regla sobre el escenario. Nadie tiene ganas de irse. Seguro que si hubiera una tercera fecha, muchos de los asistentes y los pendientes aún harían cola a lo largo de la calle Jardines. Porque este malagueño bien hablado y canallón tiene las noches ganadas. Muy merecidamente.
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