«El concierto en Las Ventas era, de alguna forma, la primera gran noche de Los Rodríguez»
El álbum en directo de Los Rodríguez en Las Ventas que se pone a la venta este viernes 4 de septiembre nos permite disfrutar del gran grupo del rock español de los años noventa justo en el ecuador de su trayectoria. Cuando comenzaba la segunda parte de su historia, la más exitosa.
Texto: JUAN PUCHADES.
Foto: RICKY DÁVILA.
«Mira cómo me mantengo en un solo pie» cantaban Los Rodríguez nada más abrir su concierto en Las Ventas. Y uno imagina que aquella noche, compartida con Manolo Tena en su momento de mayor popularidad, a los integrantes del quinteto las piernas les temblaban un poco al pisar las tablas y enfrentarse a once mil personas en uno de los escenarios más emblemáticos de Madrid, su ciudad. Pero Los Rodríguez estaban bien curtidos y en directo, fuera cual fuese la circunstancia, no hacían enemigos. Y esa noche tampoco los hicieron.
En 1993 la banda llevaba ya tres años rodando con irregular, por no decir escasa, fortuna. Los garitos eran su espacio natural. Pero “Sin documentos”, la canción que encabezaba el álbum del mismo título lanzado en mayo de ese año, los había puesto en el escaparate, de verdad, por vez primera. Las cosas estaban cambiando. Y aquel concierto de septiembre en Las Ventas era, de alguna forma, la primera gran noche de Los Rodríguez. Algo así como la señal inequívoca de que estaban en el buen camino, de que pese a lo arduo que había sido el trayecto recorrido hasta entonces había merecido la pena. Sí, porque hoy sabemos que fueron el gran grupo del rock español de los años noventa, pero su propuesta nació entre la indiferencia de gran parte de la crítica y el desconocimiento del público. Hasta, precisamente, ese momento en que “Sin documentos” los impulsó y dos años después, con Palabras más, palabras menos, y en su momento más complicado en lo interno, con el reloj caminando deprisa hacia el final, los llevó a la cima de la primera división. Lo que ratificarían con aquella gira de gloria final de 1996 en compañía de Joaquín Sabina y con el exitoso Hasta luego, el álbum de despedida.
«Hace tres años, cuando vine con mi pequeña maleta de cartón a Madrid, nunca hubiera imaginado terminar tan pronto en este bendito coso taurino», comentó Calamaro en el escenario aquella noche en Las Ventas. Pero en septiembre de 1993, en pleno ecuador de su trayectoria, Los Rodríguez era un grupo que se estaba batiendo el cobre; que, como cada noche, salía a darlo todo, haciendo gala de ese espíritu rock que en sus manos era dinamita. Explosiones controladas las suyas, con el enorme saber hacer de unos músicos fogueados en mil batallas, sobrados de recursos y talento. Por tanto, sí, rock de primer nivel (con la escuela stoniana bien presente), pero amasado a su modo, con identidad propia y enormemente versátil, hijo de nuestra cultura musical (tan poco habitual en la escena española de los primeros noventa), de la ranchera a la milonga y la rumba. Y como buen combo de la vieja escuela, aportando la misma pericia y solidez que en las grabaciones de estudio, con ese despliegue de animosos coros, de guitarras brillantes, de pianos tocados con swing desatado, con la dura pero a la vez dúctil y perfecta batería, dejando espacio para los solos, para pequeños desparrames de jazz o soul. Los Rodríguez salían al ataque como la mejor tropa, pero se desplegaban en el escenario como genuinos estrategas de la batalla. Quienes los vieron en directo, sabrán de lo que hablo.
Por ello, la edición de Los Rodríguez en Las Ventas es una oportunidad de oro para hacerse con un concierto de la banda justo en la mitad de su carrera (cobró vida en septiembre de 1990, y en octubre de 1996 se despedía). Justo en el momento en el que, para ellos, comenzaba la segunda y más exitosa parte de su trayectoria. Una ocasión para disfrutar del sonido que crearon y desarrollaron unidos Andrés Calamaro (voz, piano-órgano), Ariel Rot (guitarra, voz, coros), Julián Infante (guitarra, coros) y Germán Vilellla (batería, coros) más el «quinto Rodríguez»: Daniel Zamora (bajo). Algo que, con esa formación (depare el futuro lo que depare), nunca podrá repetirse, no podrá verse nunca de nuevo sobre un escenario.
Escuchas el disco en Las Ventas y compruebas que el repertorio echa chispas. Alimentado principalmente por temas de los dos primeros álbumes—Buena suerte (1991) y Sin documentos (1993)—, aparte del instrumental “Boogie de los piratas” (que se había incluido en el directo Disco pirata, de 1992), suma también las versiones que solían tocar en vivo en aquel tiempo: “No estoy borracho” y “Rock del ascensor”, ambas de Sergio Makaroff (la segunda grabada por Tequila), “Sábado noche” (de Moris) y “Adiós, amigos, adiós” (de Calamaro en solitario). Y junto a ellas, las lecturas en directo de canciones que forman parte de la historia del mejor rock en castellano de todos los tiempos, como “Na, na, na”, “Me estás atrapando otra vez”, “Dulce condena”, “A los ojos”, “Engánchate conmigo”, “Canal 69”, “Especies que desaparecen”, “Mi enfermedad” o “Sin documentos”. ¡Ahí es nada! Menudo nivel.
El concierto de Las Ventas, publicado en 2014 en la edición limitada para coleccionistas del 20 aniversario de Sin documentos, pedía a gritos contar con una edición propia que le hiciera justicia, por su sonidazo (mejorado para esta nueva edición en vinilo y cedé) y por ser, no lo duden, un documento histórico. Pero, además, ahora con el añadido de la versión en deuvedé y con algunas de las ya legendarias fotos que Ricky Dávila disparó para una portada de la revista EGM.
—Los Rodríguez en Las Ventas. Madrid 7 sep 1993 (Warner), se pone a la venta mañana, 4 de septiembre.