El Drogas: Munición en la garganta

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«En dos meses un disco está muerto. Yo necesito que no se me muera el monstruo, por eso le meto jeringuillazos de diferentes estilos»

 

El 4 de octubre verá la luz lo nuevo de El Drogas, Solo quiero brujas en esta noche sin compañía. Un quíntuple álbum del que habla con Carlos H. Vázquez, que ha viajado para encontrarse con él en su local de ensayo de Pamplona.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: DANIEL FERNÁNDEZ.

 

Hay quienes utilizan el poder como forma de violencia: jefes mediocres, policías, jueces, vecinos con mala uva, periodistas revirados o asociaciones con mano para vetar o censurar. Luego están los que se defienden de la violencia con la autodefensa, ya sea con las manos o la música. Enrique Villarreal es uno de ellos; su voz es un rifle cargado con munición apilada en la garganta.

Después de Barricada, El Drogas ha meneado el rock nacional con una remesa de trabajos en solitario (tanto con su nombre como con Txarrena) que han dado paso al encuentro e investigación de las canciones, desguazándolas. Si el triple cedé Demasiado tonto en la corteza (Maldito Records, 2013) fue una aportación brutal y el directo Un día más (Warner, 2016) una demostración de aguante a viva voz, la nueva entrega, titulada Solo quiero brujas en esta noche sin compañía (Warner, 2019) —en referencia al poeta Leopoldo María Panero—, es un golpe de Estado en plena debacle —constante— de la industria discográfica; cinco discos (con sus cuarenta y dos historias y sonidos diferentes) son los que componen este nuevo trabajo de estudio: Timbre acústico, Europa (Timbre oxidado), Timbre canalla y de bullanga, Timbre fundido y Timbre equivocado. Sale a cuenta no dormir para echar un ratico con El Drogas, ya sea con las orejas o en persona, en su local de ensayo, a las afueras de Pamplona.

 

¿Cuántas horas duermes de media?
Cinco horas. Aunque sacar una media es complicado, la noche que duermo bien son cinco horas.

 

¿Del tirón?
¡Buah! Dormir cinco horas del tirón es impresionante.

 

Y sacas un álbum con cinco cedés. Vas a disco por hora de sueño. ¿Cómo se te ocurrió hacer un trabajo así? Demasiado tonto en la corteza eran tres…
Con este espero que dure el monstruo el tiempo suficiente. Para mí, una cosa que tiene de interesante este tipo de trabajos es que no solamente son trabajos en sí, sino que dentro del concepto de gira, que puede durar lo que quieras, me van surgiendo formatos diferentes que tengo que ir preparando. Digamos que me hacen falta esos jeringuillazos al monstruo para que continúe moviéndose. Ahora, si te pones a analizar las cosas, en dos meses, como mucho, un disco está muerto. Entonces yo necesito que no se me muera el monstruo, y por eso le meto jeringuillazos de diferentes estilos.

 

¿Y cómo fue surgiendo este trabajo? ¿Empezaste por una canción y luego salieron más que tuviste que ir encajando según el estilo de cada una?
Llevo la guitarra acústica en el maletero del coche. A cualquier lado que voy, ahí la tengo siempre a mano. La chispa de todo comenzó estando de vacaciones, cuando la socia dijo: «Vámonos una semana a la playa». La mayoría de las veces le digo «vete tú, que yo me quedo aquí», pero otras veces voy. En esta ocasión, además del traje de baño y cosas de estas, lo más importante era llevarme la puñetera guitarra. Siempre acaba siendo lo mismo: me llevo la guitarra y un libro que sea gordo, para leerlo debajo de una sombra, y cuando me acabo el libro digo: «¿Y qué pinto yo aquí?». Entonces me piro a la puta habitación donde estamos instalados —menos mal que me conoce la «socia»—, cojo la guitarra y empiezo a tocar. Estoy a mi bola, que es lo que me gusta. Y así comienza, en este caso, el pistoletazo de lo que es Timbre acústico.

 

¿Cuál fue la primera canción que hiciste?
La primera fue “Al salir la luz”. Con dos puñeteros acordes de guitarra consigo volverme a casa con dos cancioncillas bastante bien enfocadas. Sale así porque es la manera más sencilla de que salga. O si me voy a pasear por el río, me llevo la guitarra y me siento en cualquier sombra; con los arbolicos, el ruido del agua y tal, me pongo a tocar. Otras canciones dentro de este Timbre acústico salieron por la fiebre que me entra cuando compro un piano de pared a la sobrina de Brigi [Brígido Duque, cantante de Koma y batería de El Drogas y Txarrena], que llevaba once años dando clases. Ella entonces tenía veintidós años y a mí me daba cosa: «Si vuelves al tema, dímelo y lo recompras; es tuyo». Aparte, yo no tengo ni puta idea del piano. Miré en internet los siete acordes mayores y me los aprendí, igual que los acordes menores. En una hora ya “dominaba” esos acordes, sin hacer arpegios ni hostias. Las canciones que he compuesto a lo largo de mi vida y las que ha compuesto mucha gente son acordes mayores y menores. Empecé a tocar “No sé qué hacer contigo” (Barricada), luego “Entonces duerme” (Rosendo), “Malo” (Bebe)… ¡Hostia! Tuve una especie de orgasmo de unos cuantos días y no me levantaba del puto piano. Ya no era aprender, no me importaba tanto si técnicamente podía dar conciertos de piano con este rollo, pero comencé a juntar acordes mayores con acordes menores, salía algo bonito, escribía una letra… y empecé a componer con el piano algunas canciones. De ahí viene lo que es Timbre acústico, que es lo primero.

 

 

¿Cuánto tiempo hace de esto?
Empecé la historia hace tres años y medio. Está grabado antes del directo de la Ciudadela [Un día nada más]. Ya había grabado la premaqueta y luego se la pasé a los del grupo. Con el Flako [Eugenio Aristu] al contrabajo y Brigi con las escobillas, empezamos a meter instrumentación y a trabajarlo. Si ese disco era acústico, el siguiente tenía que ser una historia potente, contundente, y que buscara el hardcore. Esto me llevó a contraponer las dos historias: mientras hacíamos la parte hardcore seguía con rollos de piano en casa; una cosa es el tiempo que meto con el grupo y otra lo que sigo haciendo yo solo. En el acústico no quería meter más cosas que cogiesen ese timbre, sino empezar a experimentar en base al piano y hacer composiciones para el quinto disco. El primero, el segundo y el quinto ya los iba teniendo, y el quinto no me corría prisa; cuando quería difuminarme conmigo mismo, me sentaba y hacía una canción para Timbre equivocado, que es una especie de cajón desastre. Los dos primeros fueron muy concretos y con el tercero tenía claro que iba a utilizar expresiones del lunfardo, el rollo tanguero, de La Pampa… Pero sobre todo por los escritores sudamericanos en general, que nos dan cien mil vueltas y tenemos mucho que aprender de ellos. Sabía que tenía que ir por ahí, pero para configurarlo hice una serie de canciones que, al pasarlas por el grupo, tomaron esa ambientación de rhythm and blues, muy cómoda para nosotros. Y las letras, esas historias, la forma de cantar… Intento que haya diferencias cuando voy haciendo los discos, tanto en las expresiones como en la forma de cantar.

 

Escuchando “Reír tu boca” (de Timbre acústico), pensé: «¿El disco de blues de El Drogas?». Pero al oír Timbre canalla y de bullanga me llevé la alegría. Haces, de hecho, “Con ridículo sombrero” con Jimmy Barnatán, sin olvidar el proyecto de rhythm and blues de El Drogas. ¿Siempre pensaste en hacer un disco de blues?
Siempre me ha gustado el rhythm and blues, los Rolling Stones y “Brown sugar”, que es una de esas canciones que te marcan y que te hacen pensar: «¿Por qué no me habría adelantado yo para hacerla?». Todo ese concepto de banda de rhythm and blues blanca, aunque siempre se les ha robado a los negros… Está bien que entres por ahí. Keith Richards reconoce todas esas influencias. La gente se queda con el tío que bebe, se pone tal, se sube al cocotero, se cae… Pero Keith Richards tiene un bagaje musical y cultural en ese aspecto que ya nos gustaría tener la mitad a cualquiera. O el primer disco de los Burning [Madrid], que a mí me tenía loco. Ese toque de Pepe Risi…

 

Un poco glam también.
Sí. Ahí te vas dando cuenta de los contactos que empieza a haber en grupos que te han gustado, en canciones que te gustan o en quién las ha compuesto. Como cuando oí el primer disco de Rage Against the Machine [Rage Against the Machine] y pensé: «¡Este cabrón [Tom Morello] ha escuchado al Hendrix de la hostia!». Para llegar a ser un genio, para los que somos más vulgares, has tenido que desguazar a algún genio anterior.

 

«Nunca he buscado hacer canciones redondas. Me gusta hacer garabatos, y espero que eso me dure siempre»

 

¿Dónde está el primer tema de rhythm and blues de Barricada?
La primera canción de rhythm and blues de Barricada está en el segundo disco [Barrio conflictivo] y se llama “Nacido en un tobogán”, aparte de otras que tienen ese regustillo: “No sé qué hacer contigo”, “Yo soy quien tú necesitas esta noche”… Siempre me ha gustado esa forma de expresión, es algo que iba cuajando cada vez más hasta que llegué al formato rhythm and blues, donde ya me apetecía llevar una banda con coristas, cosa que hicimos en Latidos y mordiscos con Barricada. Todo ha ido paso a paso hasta llegar ahí. Recuerdo estar ensayando y llegar tarde a la estrofa porque me quedaba embobado escuchando los arreglos de las teclas, los coros, las coristas, los metales… Encontrarte en un sitio así, con esta ambientación, es un privilegio. Lo mismo me pasa con el punk o con el rollo industrial. Me encanta. Y por eso me defino como un intruso.

 

¿Para entender la música de El Drogas, incluso de Barricada, es necesario escuchar este quíntuple álbum?
Yo creo que sí. Se entiende todo mejor. Es lo que estamos hablando: tú puedes escuchar esto, pero si te interesa investigar dónde están esas raíces personales tienes un largo camino hacia atrás, mamando de esto y de lo otro. Y si me interesa ir más para atrás, puedo ir a los años setenta, a las canciones glam, donde empiezo a comerme la cabeza con todo ello. O hacia todo el boom musical ochentero donde escuchaba de todo: desde The Lords of the New Church, The Jesus and Mary Chain, The Cure, New Model Army, Belphegor, The Clash… ¿Quién me iba a decir a mí, a finales de los setenta, que uno de mis grupos favoritos iba a ser The Clash? Todo es una puta revolución cada día.

 

¿Y es complicado encontrar un estímulo en ese sentido? Porque tampoco se busca.
Para mí no. Ya no lo busco. Antes era un mecánico de las canciones; desguazaba todo: cómo llega ese grupo a los estribillos, esta melodía de The Cure… Me han enseñado mogollón, pero yo soy unitónico y nunca voy a poder cantar como Robert Smith. Ahora ya no estoy en ese punto de desguazar las canciones, sino que dejo fluir las historias, y me encuentro a gusto nadando en esas ambientaciones sin más; nunca he buscado hacer canciones redondas, para empezar; me gusta hacer garabatos, y espero que eso me dure siempre, porque le doy mucha importancia a los músicos que están en cada momento conmigo. Ellos tienen que sentirse también activos, en que esa canción se haga más grande. Y si ahora estoy tocando la batería con Brigi y de aquí a un año tengo que cambiar, porque decide que no llega a un punto o porque está con los Koma, no quiero que quien vaya a entrar en su lugar haga lo mismo que él. Eso es lo que voy buscando. Y si pasa con un guitarrista como Txus [Maraví], tampoco quiero que el que entre haga lo que ya ha hecho él. Para mí es un placer trabajar con ellos y quiero que siga siendo un placer. No quiero vivir de recuerdos.

 

 

«Merecen guadaña y soga los que están en gobierno», dice la letra de “Sólo es febrero”. Aparte, en Europa (Timbre oxidado) hay más reivindicación y mensaje, como sucede con “Cinco cuchillos” o en “A cara o cruz”, que habla de fascismo, mordazas, militares… «Estás en Europa y huele a cementerio». ¿Te preocupa que te censuren o te veten, ya sea por tus letras, ideología o por una mala interpretación de la canción?
He tenido cosas… Unas veces se ha podido tocar gracias a esa especie de vetos porque se han vendido todas las entradas de la sala y en otras no hemos podido entrar en institutos a hablar sobre el tema de la de la Guerra Civil y la represión, sobre todo acerca del lado fascista, porque el claustro de profesores —o parte de ese claustro— decía que yo había sido un proetarra. En fin, hay mucha gente que sabe bastante más de mí que yo mismo. Lo que sí tengo claro es que no tengo nada claro. En cuanto me levanto, ya tengo en duda las convicciones que ayer escribía a sangre y fuego. Siempre he sido una persona dubitativa y voy a seguir siéndolo, y eso es lo que hace que escriba de esta manera. No quiero ser alguien que defina algo salvo lo que es. Quiero decir lo que a mí me parece y dar pie a que pueda haber una discusión en una charla sobre cualquier tipo de tema. Lo que no aguanto es a los sinvergüenzas, a los hijoputas, a los imbéciles, a los gilipollas… porque paso. Ya tengo yo bastante de tanto por ciento de todo eso. Quiero aprender de la gente y aprender términos como “empatía”. Eso es lo que quiero. Y llevar a cabo la vida andando con la gente.

 

En la portada de Europa (Timbre oxidado) se puede leer «Altsasukoak aske!» (¡Libertad para los de Alsasua!), en referencia al incidente ocurrido en Alsasua y a los detenidos que llevan más de mil días encerrados. Respecto a esto, participaste en un vídeo que se publicó en Facebook, pero los comentarios estaban copados de militares y guardias civiles.
Me parece bien. Realmente, la Guardia Civil es un cuerpo que tenía que haberse disuelto hace muchísimos años. Fueron parte de los golpistas contra un régimen democrático, que era la Segunda República. El estamento militar también tendría que estar disuelto. Ahora, aquí enfrente, está América 66 [Regimiento de Infantería]. Estos son famosos por los hechos del monasterio de Valdediós, Villaviciosa, en 1937, cuando entraron en el sanatorio mental La Cadellada, donde violaron a las enfermeras y luego las hicieron cavar la fosa donde fueron enterradas. En fin. Está bien enterarse de eso. Como son los dueños de una parte del monte Ezcaba (arriba está lo que fue el campo de concentración), ahora quieren hacer ahí el campo de tiro, con lo cual quedaría el monte dividido en dos. Es la hostia. Esto tenía que haber estado reventado ya hace muchísimos años. El Ejército Español también tenía que estar desaparecido y haber vuelto a empezar con otra mentalidad. ¡Si la Guardia Civil lleva todavía el símbolo del fascio, que es la leña con el hacha! O la Jusapol… ¿Cómo es posible que haya un chat de la Policía Municipal de Madrid donde se dijo lo que se dijo y no pase nada? Y los de la judicatura tenían que estar todos en el paro. Estamos en un país donde el grado de imbecilidad es bastante alto. ¿Por qué? Pues porque nos dejamos. No hay más.

 

De ahí la canción “Tienes dos manos”.
Sí. Hago bastantes referencias con el tema de las manos, como en “Tartazos y tortazos”, porque el tortazo es muy humillante: «Anda, tonto, vete para casa antes de que te desahuciemos y todo lo que te quitemos vaya a una causa justa». A veces es un poco la historia que uno tiene… Pero bueno, en este país es muy complicado; aquí se cerró un periódico (Egin) que ha salido inocente después de diez años, y no ha habido ningún tipo de meneo. Si se intentase cerrar el ABC seguro que pelearían para que no se cerrara, pero yo lo que haría sería cerrar. Hacer un auténtico desbarajuste y crear un puto desastre total, porque más desastre del que hay ahora… La violencia está en el desahucio, no está en el escrache, joder.

 

«Siempre he sido una persona dubitativa y voy a seguir siéndolo, eso es lo que hace que escriba de esta manera»

 

Respecto a “Tienes dos manos”, ¿se empuja poco últimamente?
Dejamos que se nos esté empujando. Nos están empujando para enfrentarnos con gente que son como nosotros y como nosotras, cuando realmente lo que teníamos que hacer es darnos la vuelta y empezar a tortazo limpio con los que nos están empujando. Eso es así de claro y es lo que hay.

 

Los personajes de tus canciones, ¿empujan en la misma dirección? Los de Timbre fundido, que es un disco más conceptual basado en el cuento titulado Fénix (Julio Ramón Ribeyro), parece que sí lo hacen.
Fíjate si ese disco es conceptual que todos tenemos algo de esos personajes. Uno puede ser la contorsionista fuera de casa y el dueño dentro de casa, cuando se cierra la puerta. Puedes ser el forzudo y luego el enano. Todos tenemos algo de eso y, a la vez, todos conocemos personajes en nuestra comunidad de vecinos o en nuestro país que pueden estar representados por el payaso, el dueño, el pederasta… ¡Hostia, mira, me ha faltado el pederasta! El circo es nuestra propia vida y la que nos rodea a la vez.

 

Después de todo, los personajes de Timbre fundido se cobran su venganza. El forzudo agarra del cuello al dueño y el enano le mea en la cara.
La venganza no es realmente el asesinato del dueño por el forzudo, sino cuando el enano mea en la cara del dueño cuando este ya está muerto. Es el sumun. El enano no llega ni a sus besos ni a sus pechos, pero sí llega a hacer la venganza de todos.

 

¿El fin justifica los medios?
Sí; la autodefensa es legítima. Siempre se nos está tachando de violentos, hagamos lo que hagamos. Dicen que somos violentos por llevar una camiseta negra, como tú, o por tener puestas unas gafas amarillas, como yo, o por cualquier tipo de expresión. Precisamente para eso lo hacen. Esa es la violencia. Y se crea un estado de violencia en nombre de la seguridad, pero sigue siendo violencia. Para eso tienen todos los medios: desde las armas hasta el rollo psicológico o los jueces. Todo está en relación a utilizar la violencia de la manera que sea. Es violencia que lleven más de mil días detenidos los de Alsasua. Aquí, todo el mundo sabe que mezclar tricornios y alcohol es la hostia, una mezcla explosiva.

 

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