FONDO DE CATÁLOGO
«El dorado ha quedado como el arquetipo de Revólver y, de alguna manera, ha eclipsado el incuestionable valor de trabajos posteriores»
Revólver
El dorado
WEA, 1995
Texto: JAVIER ESCORZO.
La carrera de Revólver tardó en despegar comercialmente. Tras dos discos de estudio que no terminaron de romper, llegó su tercer álbum, Básico (WEA, 1993), el primer directo acústico que se grababa en España, siguiendo la estela del archiconocido Unplugged de Eric Clapton (BMG, 1992), y pulverizó todos los registros: centenares de miles de discos vendidos, número uno en todas las emisoras del país y una extensa y multitudinaria gira. Se había convertido, sin ningún género de dudas, en unos de los artistas del momento, motivo por el cual había mucha expectación ante la salida de su siguiente colección de canciones. Pero a Carlos Goñi no le temblaba el pulso, sabía que tenía un buen material entre las manos y se sentía seguro de sus fuerzas.
También estaba convencido del enfoque musical que quería dar a sus nuevas composiciones: puro rock americano. Para conseguirlo, llamó al productor Mick Glossop, con quien ya había trabajado en Básico (y que contaba en su currículum con nombres como The Waterboys o Van Morrison). Los músicos elegidos para la grabación no le iban a la zaga en cuanto a trayectoria: Neil Harland al bajo, Paul Smith a la batería, George Hall a los teclados, Gino Pavone a la percusión, Cuco Pérez al acordeón, Miguel Morell al saxo, Raúl “Lulo” Pérez a la trompeta y Cristina González y Mary Jamison a los coros. Este fue el equipo del que Carlos se rodeó para dar forma al que terminaría siendo uno de sus discos más icónicos. La grabación se llevó a cabo en los estudios de El Cortijo (Málaga). Posteriormente, en Sintonía (Madrid), se añadieron algunos metales y la mezcla tuvo lugar en Master Rock (Londres).
El sonido, huelga decirlo, es excelente en todos sus cortes. El disco se abre con “Tú y yo”, una canción que ya exhibe, además de una buena melodía, un derroche de vientos y órganos. Llega después “El dorado”, a la postre, quizá el mayor himno de toda la carrera de Revólver, con ese saxo y esas guitarras que traen a la mente a la E Street Band y esa letra confesional que aborda relaciones paternofiliales. “Por un beso” ensancha los márgenes estilísticos del álbum y nos lleva hasta México, con el acordeón de Cuco Pérez y una sección de cuerda apuntalando la melodía. La contundencia vuelve con “No va más”, una pieza aguerrida cimentada sobre una batería potente y un gran trabajo de las guitarras eléctricas, para volver a fundirse con otros aromas —en este caso caribeños— en la bailable “El aire sabe a veneno”, que no desentonaría en el repertorio del Juan Perro de aquella época, que estaba grabando Raíces al viento (Ariola Records, 1995).
Aunque Carlos flirtea con otras sonoridades, es el rock el eje principal sobre el que gravita el concepto del disco, y a él regresa en las dos siguientes cortes: “Esperando mi tren”, con armónica, saxo y piano muy presente en los estribillos, y “Lisa y Fran”, una canción con una letra muy narrativa que crea personajes y cuenta una historia, algo que no es fácil de lograr y en lo que Carlos ha demostrado ser un auténtico maestro. Esta canción, además, arrastra su propia leyenda negra, pues parece que Antonio Orozco se inspiró (¿demasiado?) en su texto para componer “Locura de amor”.
Encarando el final de disco, el acordeón confiere un aire irlandés a “La fortuna”, mientras que las trompetas la vadean de nuevo hacia México, confirmando el carácter mestizo del disco y de su autor. El fantasma de Clarence Clemons se asoma de nuevo en el saxo de “Nacidos para la gloria”, que cuenta con lo que parecen unas castañuelas en su estribillo, y la balada acústica “Si es por ti” pone de forma solemne el epílogo al disco, antes de que la instrumental “Dios en agosto está de vacaciones” baje definitivamente la persiana.
El álbum vio la luz el 27 de febrero de 1995 y superó las expectativas más optimistas. Sus canciones sonaban por todas partes y la gira fue maratoniana. Sin embargo, semejante nivel de éxito también puede tener su lado negativo: para los que no han seguido su carrera, El dorado ha quedado como el arquetipo de Revólver y, de alguna manera, ha eclipsado el incuestionable valor de trabajos posteriores. No parece que esto preocupe demasiado a Carlos Goñi que, a lo largo de los años, ha ido forjando una más que fructífera carrera marcada por la curiosidad, el riesgo y la investigación. Ahí están, entre otras, obras como Sur (Warner Music, 2000) o Argán (Warner Music, 2011) para confirmarlo. Pero, aunque su autor prefiera mirar siempre hacia delante, no está mal, de cuando en cuando, echar la vista atrás y recordar que, a mediados de los noventa, Revólver sonaba así de bien.
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