DISCOS
“Tachenko no suenan a nada y suenan a todo, las partituras y la instrumentación son de orfebrería y lo deslumbrante es que consiguen todo eso con una suprema naturalidad”
Tachenko
“El don del vuelo sin el arte hermano del aterrizaje”
LIMBO STARR
Texto: CÉSAR PRIETO.
Los ocho elepés que lleva Tachenko a sus espaldas —más las experiencias anteriores de sus componentes— les han servido para alcanzar un grado maestro: son capaces de componer diez temas de diferente calado y que todas resulten la canción pop perfecta. Tachenko no suenan a nada y suenan a todo, las partituras y la instrumentación son de orfebrería y lo deslumbrante es que consiguen todo eso con una suprema naturalidad. Parece que las canciones se hayan creado a sí mismas. Magos de estudio y del estudio, destilan en sus probetas cincuenta años de cultura pop.
Todo esto elimina la posibilidad de que tengan un hit claro. De hecho, “El don del vuelo sin el arte hermano del aterrizaje” no es un álbum de canciones destacadas, sino de canciones bien hechas, con gusto y maestría. Uno escucha ‘Gafas de sol’ y se asombra de lo bien que le sienta la letra a la perfecta ejecución instrumental y lo irresistible de su estribillo. Pasa a ‘Domingo de resurrección’ y se exalta con ese órgano que suaviza la típica historia de encuentro con un antiguo amor. Sigue con ‘Rápido’ y admira la ecuación perfecta entre dulzura y transparencia.
Y así van pasando las canciones. Y cuando llega al final se da cuenta de que uno ha asistido a una perfecta acumulación de detalles en los arreglos y las emociones. La letanía que de desgrana en ‘Los santos protectores’, la guitarra a lo Clapton de ‘La pena capital’… seguramente no sea el mejor disco de su carrera, pero esta sigue productiva y a velocidad de crucero, porque lo que importa en ellos no es un disco u otro, no serán recordados por cierta canción, sino por una obra que logró que convergieran en ella todos los impulsos del pop en castellano.
Las letras, algo más crípticas de lo habitual, esconden dudas amorosas, recorridos urbanos por las aceras de Zaragoza, en ocasiones plegarias interrogativas y tradiciones románticas. Nada hay en el disco ajeno a los cauces habituales, tampoco nada ajeno al buen gusto. Todo medido y agradable para quien quiera ampliar su colección de canciones pop sin fecha de caducidad.
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Anterior crítica de discos: “Vivíssimos… tres décadas de conciertos”, de Gatos Locos.